Capítulo 28 - Hablemos.

11 4 0
                                    


Es increíble como todo lo que has construido se puede ir a la mierda con sólo una acción, una palabra, un movimiento, todo es tan frágil, es como si todo tendiera de un hilo muy delgado que con tan sólo un toque de algo no tan afilado bastaría para cortarlo y hacer que se cortara, derrumbando todo lo que se encuentre sobre el, así me sentía en estos momentos, derrotada.

...

Lucas Tomson

Increíble, era sorprendente como había caído nuevamente en el hechizo de ella, aquí estaba yo como todo un imbécil rogando por su amor, por su cariño, por su atención, no sé en que estaba pensando, aunque sinceramente desde que la vi aquella vez en ese café dejé de razonar como una persona normal, mis sentimientos hacía ella nunca se esfumaron, sólo los había reprimido muy adentro, escondiendolos de mi para evitar pensar en ella cada maldito segundo de vida que tengo, nunca pude disculparme verdaderamente con ella, el sentimiento de culpa me perseguía continuamente en mi diario vivir, no podía dejarlo pasar aunque quisiera, no me había perdonado a mi mismo por lo estúpido que fui al hacerle daño.

¿Cómo es posible hacerle daño a alguién qué amas tanto?

Creo que resulta más fácil herir a quien amas, conoces sus debilidades, tienes un arma que se carga cada vez que descubres algo nuevo sobre esa persona, es difícil pensar que nos entregamos a personas tan ciegamente sin darnos cuenta que en ocaciones puede ser muy peligroso, nunca llegamos a conocer realmente a las personas y en cualquier momento pueden darte una puñalada por la espalda, pero somos tan inocentes que eliminamos esa idea de nuestras cabezas repitiendo "Se que esa persona jamas me lastimaria", pero claro, eso no lo sabemos, sólo nos lo hacemos creer a nosotros mismos, porque si no imaginense, no tendríamos amigos en esta vida si desconfiaramos de todo el mundo.

Tenía a Ángela a un costado frente a mi, empapada en la lluvia, su cabello castaño se pegaba en su totalidad a su rostro y cuello, su ropa hundida a su cuerpo mostrando un poco más de su silueta, las gotas de lluvia llenado su cara ocultado las lágrimas que rodaban por sus mejillas, su nariz y sus ojos verdes se habían tornado rojos por el dolor, la ira y la vergueza.

Mi mano seguía extendida hacía Sebastián quién seguía mirándome como si estuviera maquinando algún plan para asesinarme y luego desaparecer mi cuerpo. 

Bajé mi mano esbozando una sonrisa burlona resignandome ya cansado de haber tenido el brazo en el aire.

Sebastián se acercó a mi y me tomó por el cuello de mi camisa envolviendola en su puño acercándome un poco a él, su mirada mostraba confusión y rabia, él no lograba entender como es que yo estaba de vuelta en sus vidas, sus ojos viajaban por los mios desorientados, sin saber que decir tensando su mandíbula y con el ceño fruncido. 

— Sebas. — Ángela intentó acercarse, tomó su hombro por detras.

— ¡Aléjate! — Gritó Sebastián haciendo que Ángela se sobresaltara retrocediendo unas cuantos paso.

— Hazlo, me lo merezco. — Rompí el silencio y las miradas incómodas.

— ¿De qué hablas? — Preguntó aún sin soltarme de la camisa.

— ¡Golpeame, sé que quieres hacerlo desde hace mucho tiempo, hazlo! — Mi voz era firme y apacible, no destilaba rabia, sólo dolor.

Sebastian me sujetó con más fuerza de la camisa y levantó el puño derecho en el aire, listo para golpearme, no cerré mis ojos, no iba a mostrar miedo, quería ese golpe, me lo merecía. Me analizó por unos segundos con el brazo que tenía en el aire temblando, su rostro tenso, una mirada cegada por la ira. Al fondo lograba escuchar la voz agitada y preocupada de Ángela.

Cuando los Caminos se Juntan. © (Segundo libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora