Capítulo 26 - Destrozado.

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Hay dolores que matan: pero los hay más crueles, los que nos dejan la vida sin permitirnos jamás gozar de ellas.

Antonie L. Apollinarie Fée.

Alex Harris

Estaba sentado en el sofá de la sala en espera de que Ángela llegara, Valentina se encontraba a uno de mis lados, había llegado minutos después de que la llamara para preguntar si An estaba con ella, Daniel también se encontraba junto a mi en el sofá comiéndose un pretzel que había comprado, Val lo había llamado para decirle lo de An, aunque le dije que era mejor no involucrar a más nadie ella insistió en que Daniel merecía saber, Sebastián estaba arriba en su habitación con Antonella vigilando por las ventanas por si la veía llegar.

La había llamado varias veces, pero su celular me aparecía como apagado, le dejé miles de mensajes de textos aún sabiendo que lo tenía apagado o tal vez se le había descargado, no lo sé, a estas alturas no sabía que pensar, estaba preocupado por ella.

¿Y si le pasó algo?

Sacudí mi cabeza evitando esos malos pensamientos, veía las noticias, pero siempre estaba pendiente del celular por si Ángela llamaba, no habíamos querido avisar a la policía, apenas tenía un par de horas desaparecida y para que fuera grave tenía que tener al menos veinticuatro horas, así que sólo nos quedaba esperar, pero era tan jodidamente desesperante, no dejaba de pensar en que pudo haberle pasado, ella jamás desaparecería sin avisar.

¿Cierto? 

El volumen de la televisión era apacible, ahora nos encontrabamos mirando "La ley  el orden: UVE", el reloj de la sala marcaba las ocho y media de la noche, Daniel se había quedado dormido, así que Valentina y yo estabamos a la espera de que algo pasara.

Comenzó a llover fuertemente, haciendo que el ruido de la lluvia se hiciera estruendoso al chocar con las ventanas, a pesar de estar en el primero piso lograbamos apreciar el vigorozo sonido de la llovizna. Pasaron unos segundos y creí escuchar unas voces provenientes de afuera, se podía percibir que estaban lejos, pero los gritos invadían el lugar permitiéndonos escuchar, parecían ser dos personas discutiendo, pero debido al golpeteo del aguacero no lograba decifrar las voces, miré a Valentina quien me devolvió la mirada desconcertada, le hice señas de que permaneciera adentro y que yo me haría cargo de ver que sucedía afuera, sin despertar a Daniel me levanté, en camino a la puerta Sebastian bajó las escaleras apresurado.

— ¿Escuchas eso? — Se detuvo en el último escalón.

— Sí, parecen ser dos personas discutiendo ¿Pudiste ver algo por las ventanas? — Me encontraba de pie frente a él.

— No, la lluvia no deja y el frío no para de empañar las ventanas. — Respiró agitado.

— Esta bien, quédate adentro, ire a ver. — Me encamine a la puerta.

— No, iré contigo. — Caminó para quedar a mi lado.

Lo observé analizando la situación. — Esta bien.

Tomé la perilla de la puerta, el frío entró de inmediato congelando todo mi cuerpo, me giré al perchero justo a un lado de la puerta, tomé el abrigo colgado para ponermelo, tomé el otro para entregárselo a Sebastián.

— ¡Sebas! — La voz de Antonella nos sobresaltó. — ¿Puedes venir? — Volvió a llamar.

Sebas me dio una mirada y yo asentí moviendo mi cabeza apuntando con mi barbilla para que fuera tranquilo. — Yo me encargo, seguro son algunos de los vecinos o unos borrachos. 

Cuando los Caminos se Juntan. © (Segundo libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora