Capítulo 7 - El club.

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Decirle a un introvertido que vaya a una fiesta es como decirle a un santo que vaya al infierno.

Criss Jami


Ok bien, mucho amor para mi gusto. — Habló Sebastián en manera chistosa.

Todos reímos, seque las lágrimas que habían corrido por mis mejillas y nos fuimos a sentar en el sofá para seguir hablando, salieron todo tipo de temas, desde la fecha para la boda, la decoración, quienes iban a ser las damas de honor, el vestido, de la comida hasta donde iba a ser nuestra luna de miel, en fin, las horas se nos pasaron, así que a eso de las cuatro de la tarde pedimos sushi para comer y de esa manera no tener que cocinar.

— Tengo una idea. — Espetó Alex emocionado.

Todos lo miramos confundidos y con una sonrisa en la cara.

— Que les parece si nos vamos de fiesta está noche, conozco un bar donde podemos ir, está bastante cerca de la casa, además es nuevo, no muchas personas lo conocen aún y creo que estará casi sólo. — Nos miró a todos a la espera de una respuesta.

— ¡Me encanta la idea! — Afirmé ansiosa y sonriente. — Llamaré a Val para que no haga mas planes. — Salí de la sala para dirigirme a la cocina y hablar con calma.

— Díganme que irán. — Alex le hizo cara de puchero a Sebas, sólo a él porque a veces suele ser un poco aguafiestas y no deja que Anto salga a discotecas, bares o lugares donde pueda haber algún tipo de peligro, Sebas la cuida mucho, el bebé y ella lo son todo para él.

Después de unos segundos de miradas y pucheros Sebas miró a Anto quién también hacía pucheros, él accedió. — Vale, pero sólo unas cuantas horas, no más, tienes que descansar y el bebé también. — Miro a Alex primero y luego a Anto.

Alex y ella celebraron como cuando los niños se sale con la suya.

— Bien, Val y Max estuvieron totalmente de acuerdo, obviamente. — Reí. — Nos encontraremos allá, sólo pásame la dirección para enviárselas y listo.

Alex me pasó la ubicación e inmediatamente se la mandé a Valentina. Todos terminamos de comernos el sushi que quedaba y no fuimos a alistar.

— No, no, no, no... ¡Ahg, no está aquí! — Grité desesperada y algo alterada.

— ¿Qué buscas , Ángel?

Así me llamaba Alex de cariño. Salió del baño sacudiendo su cabello con la toalla y con otra envuelta alrededor de su cintura dejando al descubierto todo su pecho y abdomen.

— El vestido rojo con brillos que utilicé para mi fiesta de graduación. No está en mi closet, estoy muy segura que lo había guardado aquí. — Estaba frustrada y estresada.

— ¿No es ese? — Se acercó a mi closet y tomó el vestido que se lograba ver hasta atrás. Efectivamente ese era el vestido.

— ¡Ay, gracias, gracias, gracias! No sé que haría sin ti. — Le marqué un beso en la mejilla.

Pasaron dos horas para cuando estábamos todos casi listos, eran las seis de la tarde, me había colocado el vestido, era corto, pero no se ajustaba al cuerpo, era completo adelante y tenía un pequeño escote en la espalda, lo combiné con unos tacones abiertos color negro, agregué algunos accesorios y terminé con un maquillaje suave en los ojos y los labios con un rojo sangre, al estar todos listos salimos de la casa y nos dirigimos al club.

Llegamos al lugar y sinceramente se veía lujoso para ser un club nocturno, la fachada era elegante, también los tonos ayudaban a que se viera caro, eran entre negro, rojo y dorado. Avanzamos a la entrada la cual llamaba la atención por sus dos puertas enormes, en ellas se encontraban dos guardias de seguridad pidiendo las tarjetas de identidad de cada una de las personas que querían entrar, Alex y yo dimos las nuestras y pasamos sin ningún problema, atrás venían mi hermano y mi cuñada, Alex y yo avanzamos, pero nos detuvimos a esperar a los demás.

— Lo siento, pero la señora no puede entrar. — Dijo el guardia con voz gruesa y odiosa.

— ¿Qué? Pero ¿Por qué? ¿Por qué está embarazada? — Refutó Sebastián. — ¿A caso no tiene el mismo derecho de disfrutar como todos los demás? — Sebastián se acercó al guardia para intimidarlo, pero, seamos sinceros, mi hermano al lado de ese guardia era una simple hormiga.

— Lo siento, pero son las reglas del club y no la puedo dejar pasar, no nos hacemos responsables si le pasa algo. — Contestó el guardia dando un paso adelante para quedar más cerca de mi hermano e intimidarlo, vamos, era fácil, ese tipo media como dos metros. — Así que o se retiran o tendremos problemas usted y yo. — En ese momento el otro guardia se colocó a su lado para apoyarlo.

Todos estábamos asustados, no sabíamos que hacer, decidida a meterme en el problema le lancé una mirada a Alex para que caminaramos hasta ellos.

— Con permiso. — Escuché una voz salir detrás de mi que me hizo quedarme en el sitió y luego esa persona camino hacia el frente para pasar.

Con todo lo que estaba pasando no me había percatado de que no era una persona cualquiera, era Lucas, no puede ser ¿Es qué a caso es una maldición? ¿Por qué me lo tengo que encontrar en todos lados?

— No puede ser. — Susurre, pero él alcanzo a escucharme.

Lucas sonrió granuja, lo pude ver en la comisura de sus labios, se dio vuelta y camino hasta donde estaba yo parada con Alex. — Nos volvemos a encontrar, bizcocho. — Ahora sostenía una sonrisa creída mientras que yo sonreía fastidiada. — Mucho gusto, soy Lucas Tomson, pero mis amigos me dicen Luke. — Miró a mi prometido y le extendió la mano.

Él lo miro desconcertado, pero extendió también su mano y se dieron un apretón, aún así Alex no estaba muy contento con su presencia a pesar de no saber nuestro pasado.

— ¿Se conocen? — Me preguntó Alex confuso.

Lucas y yo nos miramos, él me lanzó una mirada picara y alzo ambas cejas, lo ignore por completo y contesté.

— Eh... Sí, bu-bueno, estudiamos juntos en la secundaría. — Sonreí incómoda e hice una seña a Lucas con mis ojos para que me siguiera la corriente y no fuera a salir con uno de sus juegos porque ambos sabíamos que era mentira.

Él simplemente soltó una carcajada leve. — Sí, claro, estudiamos juntos. — Sonrió.

— ¿Y el apodo con el que la llamaste es de antes o es de ahora? — Preguntó Alex altanero mientras me rodeaba por la cintura, pero claro, disimulando su inquietud y celos siempre con una sonrisa incómoda en el rostro.

Miré a Lucas asustada — Por favor. — Moví mis labios sin que saliera sonido alguno, sólo para que Lucas se diera cuenta, puse mi mejor cara de puchero, miré a Lucas y luego a Alex, hubo un silencio por varios segundos, pero luego contestó. — No, para nada. — Sonrió vanidoso. — Así solíamos llamarnos en la secundaría, no es nada, todo bien, amigo. — Lucas le dio unas palmadas en el hombro a Alex.

— No queremos problemas ¿Sí? Sólo queremos divertirnos, por favor. — Se escuchó decir a lo lejos.

— ¿Vienen con ustedes?. — Nos preguntó Lucas.

— Sí, son mi hermano y mi cuñada. — Contesté.

— ¿Ese es Sebastián? — Se impresionó. — ¡Vaya! — Dijo en tono de sorpresa. — Tranquilos, hablaré con los guardias para que los dejen pasar.

— Sí claro, como si fueran a hacerte caso o tuvieras algún control sobre ellos. — Exclame burlona.

Lucas no me dijo nada, sólo camino hasta los guardias, les dijo algo a ambos y así, sin más, dejaron entrar a Sebas y Antonella.

— ¿Pero qué? —Me quejé en silencio. En eso Alex se alejó de mi y camino hasta ellos.

Sebastián no había reconocido a Lucas, como les dije estaba muy cambiado, por esa única razón fue que mi hermano no lo destrozo cuando lo vio. Ahora mi pregunta era ¿Qué dijo Lucas para qué los guardias los dejaran entrar sin problemas?

Cuando los Caminos se Juntan. © (Segundo libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora