ORIGINS

Luna creciente

Recorrido un trecho, Plantix se volvió hacia RaiRai. Y entonces le dijo a este último, en tono molesto y enfadado:

-Se puede saber cuál es tu maldito problema, hijo de Ditto!?
-Problema? Yo? No entiendo. -Dijo el ratón, relajado.
-Dijiste que soy problemático y mal amigo. Tienes alguna idea de lo que realmente pasó?! -Dijo Plantix, cada vez más molesto.
-Eh, quizás lo hubiera visto si no me hubiera dado sueño. -Dijo RaiRai, para luego quedarse quieto y fingir un ronquido. - Perdón, cabezadita de aburrimiento.
-Urrrgghhh!! Hablando de malos amigos, para variar! -Dijo Plantix, ofuscado.
-ZZZZ -Roncó el Pichu - Ah?
-Yo nunca te he hecho nada para que me trates así. De verdad, se puede saber cuál es tu problema?! -Gritó Plantix
-No lo sé... queda a imaginación del lector -Dijo RaiRai guiñando hacia el lector
-Lector? Pero qué me estás contando, tío? -Dijo Plantix, incrédulo.
-Naah, estás muy joven para entender esta clase de cosas. Verdad que sí, amigo? -Dijo el ratón para guiñar al lector por segunda vez
-Aghhh!! Ya basta! -Dijo Plantix
-ok. -Dijo RaiRai para guiñar al lector por tercera y última vez.

Estaban a punto de ir al aeropuerto que les llevaría a Kanto, pero entonces alguien interrumpió a los tres en el último claro del bosque. Era Lunala, quien descendía de los cielos.

-Oh! Hola, milady. -Saludó Plantix con una reverencia. RaiRai hizo lo mismo segundos después.
-No. De Milady nada monada. -Dijo ella.
-Ocurre algo? -Preguntó Plantix
-Te das cuenta de que estás dejando todo atrás por un humano que te dejó caer al río? De verdad crees que ese chico te quiere y no te está utilizando? -Criticó Lunala.
-Si me dejó caer al río, fue porque el rayo lo asustó muchísimo. Además, veo que tú me ayudaste muuucho. -Dijo Plantix, sarcástico. - Escucha, porqué no me dejas ser libre? Nunca tuve la oportunidad de decidir lo que quería hacer con mi vida, y si bien quiero pelear a tu lado en la salvación del mundo, también merezco algo de libertad. No te parece?

Lunala guardó silencio.

-... El objetivo de este viaje era encontrarte a tí mismo, pero no has hecho más que preocuparte por ese niñato malagradecido y volver con él. -Dijo ella.
-Eso es porque ya me he encontrado a mí mismo. Mi nombre, es Plantix. Y soy un pokémon con el mejor entrenador del mundo, pues se preocupa por mí y estoy seguro de que está angustiado y ansioso por mi regreso. -Dijo Plantix.
-Eso no es cierto. Debes de enfrentar que nunca lo volverás a ver. -Dijo Lunala, imponente, mientras la luna ascendía sobre ellos.
-... Una casa es un lugar donde uno puede vivir, un edificio. El hogar es donde uno tiene el corazón, un sentimiento y algo más que una casa vacía. Y mi hogar está con XPea. -Dijo Plantix, mientras la miraba a los ojos, sin pestañear.
-Los humanos pueden hacer mucho daño. Te abandonan. Te liberan. Te dejan a tu suerte en un mundo enorme para que veas cómo te las arreglas solo. O peor aún, te entregan a otros como una propiedad, sin que puedas hacer nada al respecto o siquiera entender lo que ocurre. Entiende lo que te digo... los entrenadores son más crueles de lo que parecen. -Dijo Lunala con lágrimas recorriendo sus ojos. - Por el bien de ambos... no puedo permitir que regreses con XPea. Y si tengo que destruir el aeropuerto para hacerte entrar en razón... lo haré.
-Pero quiero volver a mi hogar! -Espetó Plantix.

Lunala suspiró.

-Sólo hay una solución para esto. -Dijo Lunala, aún lagrimeando. - Pruébate a tí mismo y pruébame a mí que eres lo suficientemente fuerte para avanzar.

Plantix trastabilló ante la intimidación del tamaño de Lunala. De verdad le estaba pidiendo que luchara?

-Esto que hago... es por tu propio bien. -Dijo ella, quien puso a dormir a RaiRai y lo aventó contra un árbol, haciendo sangrar su cabeza.
-No quiero pelear... -Dijo Plantix

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Lunala absorbió luz lunar y empezó a lanzar fragmentos de cristal argénteo hacia el Oddish, quien tuvo problemas para esquivar todos ellos. Eran afilados como dagas, y generaron más heridas en la piel del pobre infante, que había pasado por muchas cicatrices hasta entonces. Este último gruñó del dolor al sentir su piel una vez más magullada.