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Llorar era algo realmente horrible, sobretodo si te levantabas después de dormirte haciéndolo. Sus ojos ardían demasiado por lo hinchados y rojos que estaban, y la luz le lastimaba mucho la vista. Había amanecido otra vez con la carita de JungKook viéndola con ternura y una pequeña sonrisa curveando sus labios.

   Apostaba todo a que se veía realmente mal, puesto que la cara demacrada que tenía, mas el cabello hecho un nido de pájaros, realmente no sería nada agradable de ver. Pero ahí estaba él, mirándola como si fuera lo más hermoso del planeta.

   —Buenos días, cariño mío.

   Si antes le incomodaban los apodos de novios, ahora los amaba, pero aún así le ponían un poco nerviosa.

No había pasado nada más tres días desde que recibió la noticia de que su padre había muerto. Hoy era su funeral y seguramente lloraría más a pesar de ya estar seca. JungKook siempre estuvo con ella y le decía cosas sin sentido o amorosas para que sonriera. Se lo agradecía en silencio, porque sino toda la vida se la pasaría en cama hasta secarse completamente y entonces le pegó la realidad tan dura al darse cuenta de algo.

Cuando el castañito se fuera, desvaneciera, no habría nadie quien la pudiera consolar, porque se había encariñado tanto con él que ya dependía de él emocionalmente. Eso era malo en todos los sentidos, no podía depender de nadie más que de sí misma y ahí había cometido un error. Pero, ¿qué más podía hacer? No estaba bien emocionalmente.

   Se levantó de la cama, sonriendo poco y entrando al baño para quedarse mirando un rato en el espejo. Tenía unas ojeras grandes, negras y horribles que no se ocultaban ni con maquillaje. Tenía los labios rojos y un tanto maltratados por habérselos mordido la noche anterior en un intento de callar sus sollozos. Sus grandes ojos estaban hinchados y picaban demasiado; abrió el grifo y se mojó la cara con el agua fría, sintiéndose un poco mejor.

   Asimismo, se sentía de igual manera muy mal por no haber valorado a su padre. Podía ser estricto, podía ser chocante, podía ser arrogante, pero eso no quitaba que era su padre. Era aquel señor protector que cuidaba de su hija y la guiaba por buen camino. Él la amaba mucho, pero no lo demostraba porque creía que eso era de débiles y él no era débil. No podía serlo, porque, ¿qué ejemplo le daría a Lisa? Tenía que demostrarle que era fuerte y que le valía todo lo que dijeran de él.

   Lisa no sabía lo que tenía hasta que lo perdió.

   Si tan sólo pudiera viajar al pasado...

   Salió del baño con la cara lavada y no encontró a JungKook por la habitación, por lo que supuso que había salido. No se preocupó mucho por eso, porque la noche anterior había escrito que, el día de hoy, JungKook la consolaría y la cuidaría todo el día, por lo que el tema de "desaparecer" era algo que estaba segura no podía volver a pasar otra vez.

Salió de la habitación y bajó escaleras, percibiendo un aroma delicioso que venía de la cocina. Su madre había salido temprano para comprarle algunas flores a su padre, así que no podía ser ella; tampoco podía ser Yoongi porque él quemaba hasta un vaso de agua.

—Te preparé el desayuno, mi vida— dijo un sonriente JungKook mirándola enamoradizo. Lisa suspiró con una ligera sonrisa y se sentó en uno de los taburetes de la barra desayunadora, quedando en frente de JungKook quien se apoyó sobre la barra con sus manos y la miró con una sonrisa—. Te ves muy linda hoy.

—Ja, que buen chiste— rió sin ganas, jugando con la comida.

—Lo digo enserio.

Su tono de voz era dulce y serio. No lo miró y empezó a comer poco a poco el desayuno, puesto que no tenía hambre, pero tampoco lo desaprovecharía porque tal vez sería lo único que comiera ese día. A pesar de que su padre trabajaba todo el día y llegaba a casa a altas horas de la noche, su ausencia se sentía. No habían calcetines regados por la sala, ni tampoco las huellas de las botas sucias que usaba; todo, absolutamente todo, era diferente.

Realmente Lisa no quería ir al funeral, no porque no quisiera, sino porque no quería llorar más. Quería estar en su habitación, en su cama, mientras era abrazada por JungKook diciéndole cosas lindas y mimándola como siempre. Ese era su lugar feliz.

   —¿Podemos hablar en privado, cariño?

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—¿Podemos hablar en privado, cariño?

La voz de su madre hizo que se volteara y asintiera lentamente, secándose las pequeñas lágrimas que se deslizaban por sus mejillas. El funeral había terminado y todos se encontraban en una habitación donde repartían comida y un poco de alcohol. Siguió a su madre hasta afuera de la sala y cuando estuvieron lo suficientemente alejadas de ahí, la mujer mayor habló con la voz hecha un fino hilo.

—¿Sabes por qué tu padre se negaba a que estudiaras y te dedicaras a la literatura?— preguntó y Lisa ya sabía a lo que venía a continuación—. Aunque no lo creas, Lisa, él se dedicó a eso y falló en el proceso.

La menor frunció el ceño al no comprender. Su padre siempre odió la literatura, diciéndole incontables veces que no servía para nada y que encontrara otra cosa mejor que hacer. Jamás se había imaginado a su padre siendo un escritor.

—Por eso no quiere que pases por lo mismo— continuó—. Él lanzó un libro cuando cumplió la mayoría de edad, pero no tuvo éxito y cayó en una pobreza casi extrema— explicó—. Yo salía con él desde entonces y siempre lo apoyé en sus decisiones, pero esta lo estaba matando, así que le pedí que lo abandonara y buscara otra cosa en la que podía volver a reponerse. Es así que un amigo le consiguió un puesto en la empresa en donde trabajaba. Se partió la espalda trabajando varias horas, más horas extras, para que luego le pagaran muy poco. Después me embaracé y él la tuvo muy difícil.

Las lágrimas que antes habían dejado sus ojos, ahora habían vuelto y más potentes. Ahora se sentía el triple de mal de lo que ya estaba por haberlo criticado diciéndole que era un odioso y por haberle deseado la muerte. ¿Cómo quitaba ese sentimiento de culpabilidad? Se sentía una inútil.

—Por eso mismo no quiere que te dediques a eso— habló después de una larga pausa—. No quiere verte en la pobreza pidiendo caridad para sobrevivir. No quiere que termines como él.

Mierda. ¿Por qué dolía tanto? ¿Acaso era normal que el pecho le doliera mucho y el sentimiento de culpabilidad creciera más y más? No pensaba que podía ser posible.

—Ten— le tendió un libro con una portada llamativa—. Es el libro de tu padre— explicó—. Léelo cuando te encuentres bien.

Y sin añadir más, su madre se alejó.

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Escuchen a sus padres. A veces dicen cosas que tal vez para nosotros son tontas o no tienen sentido, o simplemente pensamos que no saben de lo están hablando. Pero ellos siempre tienen razón. Ellos han vivido lo que nosotros queremos vivir y les ha salido mal y por eso no quieren que nos pase algo similar. Pueden ser otros tiempos, sí, pero lo dicen por algo.

Asimismo, perdón. No ando bien y no creo estarlo pronto, pero sean felices por mí :)

Novio ficticio ➳ℓιzкσσк Donde viven las historias. Descúbrelo ahora