Capítulo 7

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Hemos pasado toda la noche bailando Aimee y yo como dos adolescentes en secundaria en aquella fiesta. Las prefería así por encima de las de etiqueta, claro que, yo vivo así.

Perdí de vista hace mucho a Halliwell, pero me da igual, porque estoy disfrutando todo lo que puedo de esta fiesta lo más que puedo antes de que mi padre llegue y esté castigada de por vida después de lo ocurrido en el bar-trabajo de mi guardaespaldas.

Cuando no puedo bailar más porque los pies me duelen a más no poder, dado que Aimee ha dejado de bailar desde hace bastante rato, me dirijo al baño a refrescarme un poco y despejarme. Tanto alcohol en sangre me estaba dejando K.O, aunque sigo consciente de todo lo que hago. Sólo me he limitado a beber de mi petaca y un poco de ponche. He pasado totalmente de los chupitos.

Llego a uno de los cuartos de baño que hay en el chalet y veo que está entreabierta. Toco la puerta y una figura masculina se da la vuelta. Subo la mirada y veo que es Halliwell. Carraspeo.

- Perdón. No sabía que estaba ocupado - digo, tragando saliva. ¿Por qué estaba nerviosa?

Niega con la cabeza, y veo que se seca las manos con una toalla.

- Ya había terminado - contesta sonríendo levemente, me extraña, porque normalmente no me sonríe.

Decido pasar del tema y él se aparta para yo poder entrar al baño. Entro y cierro la puerta. Apoyo los brazos en el grifo, tranquilizándome. Me cabrea. Me cabrea no poder enfadarme con él. Quiero con todas mis fuerzas echarle en cara que se hubiera líado con Aimee pero, lo peor de todo, es que no tengo ningún motivo para hacerlo.

¿Qué me pasaba?

Abro el grifo y me echo agua en las mejillas, y luego me seco con un pañuelo de mi bolso. Suspiro. Vuelvo a inspirar y a expirar por la boca. Abro la puerta y salgo.

Y me armo de valor.

Halliwell está apoyado en la pared, en frente de la puerta del baño, cruzado de brazos. Cuando me ve, se recompone.

- No hace falta que me vigiles hasta el baño. No voy a drogarme o algo por el estilo.

- ¿No es eso lo que siempre hacen los ricachones? - pregunta, claramente con la intención de que me doliera.

Esta vez soy yo la que se cruza de brazos, quitándome el antifaz, molesta.

- ¿Puedes parar?

- ¿Qué se supone que estoy haciendo? - pregunta, incrédulo, algo sorprendido. No veo bien la expresión de su cara por toda aquella pintura en la cara.

Paso de él y comienzo a caminar por el pasillo. Está oscuro y lo poco que ilumina, lo consigue la luna.

- ¿Puedes parar de caminar por un momento y explicármelo? - dice mientras me sigue y se pone delante mía.

Cierro los ojos, me paso la mano por el pelo irritada y le miro.

- No soy una ricachona - gruño.

- Permíteme discrepar.

Pongo los ojos en blanco, me doy la vuelta y sigo caminando molesta. Él corre un poco para alcanzarme y vuelve a situarse en frente mía, parándome, poniendo una mano en mi hombro.

- ¿Por qué siento que estás molesta por algo que no sé?

- Porque, a lo mejor, es así - contesto en un susurro, casi gruñiendo.

Levanto la cabeza y veo cómo frunce el ceño.

- ¿Por qué tenías que líarte con mi mejor amiga? - le pregunto, sin poder reprimírmelo más.

Glamour © [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora