Capítulo 8

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Cuando quedan dos días para que mi padre vuelva de Alemania, sorprendentemente, me llama al teléfono, para preguntarme qué tal estoy. Me sorprende, porque realmente creo, que sólo me está interrogando por todo lo sucedido en el bar; porque el bocazas de mi guardaespaldas se ha ido de la lengua.

- ¿Me explicas qué pasó el otro día en el bar ese? - me pregunta, lentamente, con paciencia, sorprendiéndome de nuevo.

- Papá... ocurrió la semana pasada.

Suspira.

- Explícalo.

Cierro los ojos. La llamada está en manos libres mientras me estoy pintando las uñas de las manos sentada en mi habitación. Hace dos horas que llegué de la Universidad y de clases. Debo recalcar que me recogió David. Hace días que no le he visto ni el pelo a Halliwell. Mucha ilusión tampoco me hace.

- Te dije que no montaras ninguna fiesta. Y si no fui lo más claro, indirectamente insinué que no fueras a ninguna fiesta de ningún tipo - sigue diciendo.

- Ya. Pero tú dijiste en casa. Yo me fui de fiesta en un bar, prácticamente, fuera de casa.

Mi padre vuelve a suspirar sonoramente. No sé qué tanto le frustra. No soy la única adolescente del mundo que sale de fiesta y/o beba. Es injusto que lo pague conmigo.

- Me da igual. Quedas castigada. Tus tarjetas de crédito estarán congeladas hasta dentro de dos semanas.

Casi me caigo de la cama y le he dado un codazo accidentalmente al botecito de esmalte que se ha derramado. Tengo la boca abierta, anonadada, y siento como si el mundo se me cayera encima.

- ¡No puedes hacer eso!

- Oh sí, diablos que puedo. Volveré pasado mañana. Disfruta de tus tarjetas de crédito porque vas a estar mucho tiempo sin ellas - contesta, y me cuelga.

Cojo el esmalte de uñas y veo el desastre que tengo organizada en mi cama. ¿Cómo se supone que voy a salir a comprar lo que quiera sin tarjeta de crédito? Estoy al borde de las lágrimas de rabia y de impotencia.

Mi móvil vibra, indicando que he recibido un mensaje.

Si quieres conseguir dinero, empieza a buscar un trabajo.

Mi padre. Encantador.

*****

Al día siguiente, compruebo oficialmente que aún puedo utilizar mi tarjeta de crédito, por lo que me aseguro comprarme todo lo que necesito antes de que mi querido padre congele las tarjetas: telas y telas para la ropa que iba a diseñar, quizás grandes cantidades de bocetos y algunos lápices y colores. Empiezo comprando todo lo anterior porque es lo más costoso de todo, y sé que trabajando, aunque fueran unos meses, no van a ser suficientes para comprarlo todo de una vez.

También le pido a Dorothy que me traiga periódicos, revistas y páginas amarillas para poder encontrar un empleo. Tenía claro que no iba a coger un puesto en un restaurante de comida rápida porque es asqueroso, pero quiero ver qué otras opciones tengo aparte de esas.

Me hallo en mi habitación en el suelo rodeando los puestos de trabajo que puede que me interesen, y uno en concreto me llama la atención:

¿Eres joven y te apasiona la música? ¡Buscamos jóvenes como asistentes en nuestra tienda! Acércate un día, de Lunes a Jueves y te concederemos una entrevista exprés.

Sonrío para mí misma y rodeo enormemente ese apartado.

Ya he encontrado mi trabajo.

*****

Glamour © [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora