—¿De verdad no quieres vestirte de blanco?
Aimee agudiza su voz mientras me pregunta y me mira juzgándome descaradamente. Desde pequeñas hemos soñado con las bodas: el tema en sí, el color de las damas de honor y la corbata del padrino, el catering y sobre todo el vestido de novia.
—Sí. Estoy bastante segura—contesto.
Ella me coge del brazo y me aparta a un lado mientras se cruza de brazos delante mía. Suelta un suspiro mientras me mira y yo hago lo mismo.
—No lo entiendo—dice ella—. Llevamos desde prescolar planeando todo esto y ahora llega y, ¿estás así?
—Yo quería una boda real, Aims. No una boda para beneficiar la empresa de mi padre.
Ella vuelve a suspirar, y yo me miro los tacones que llevo. Daniel me ha aconsejado que cuando vaya a boutiques (o a salir), que vaya bien vestida. Es decir, estoy totalmente acostumbrada a caminar con ellas, pero hace tanto tiempo que no los llevo que me resultan extraños. Me he acostumbrado de alguna manera a llevar zapatos planos, y es una sensación rara que tenga que ir vestida muy formal incluso si voy a por un café.
Es por la prensa. Sé que me van a perseguir a todos lados y también a analizar todos mis movimientos y los lugares a los que voy; pero sin embargo lo que me parece más bizarro es que no me importe cómo me vea la prensa en general. Supongo que, si pudiera preguntar a mi yo de hace tan sólo unos meses, probablemente contrataría a estilistas que me arregalaran para mi día a día, así como elegirme la ropa adecuada para ese día...
Pero me encuentro a mí misma ante la indiferencia, incluso cuando Daniel me dijo que lo mejor sería que de ahora en adelante me preocupara por mi vestimenta... me cabreé.
Es verdad que me importa la moda. Me gusta vestirme bien... pero mi humor no está como para que me lo dijeran. ¿Qué quería decir con eso? ¿Que me visto mal? ¿Que no visto lo suficiente como para alcanzar las expectativas de cómo debería vestir la prometida de un O'Donnel?
Que le den por culo.
Y por eso, ese mismo día salí con un chándal. Efectivamente al salir de casa y al llegar al boutique de vestidos de novia, había una aglomeración de Paparazzis. Iba con una camiseta blanca holgada y unos pantalones de chándal grises de la marca Nike. Aimee obviamente se horrorizó en cuanto me vio, pero más tarde le vio la gracia a todo el asunto.
—Sé que estás en modo rebelde, pero haz un esfuerzo al menos, ¿no?
Suelto una risa de mala gana.
—¿Esfuerzo? Me voy a casar con un hombre que no quiero a los dieciocho años por una empresa, Aimee. Créeme que estoy esforzándome.
—No lo suficiente—me replica, ahora algo molesta—. Todos estamos esforzándonos, Steph. Y tú no paras de quejarte, actuando como si esto fuera el fin del mundo y como si fueras el ombligo de ella.
Me cruzo de brazos. Siento que me sale humo de las orejas.
—Porque es el fin del mundo para mí. ¿Por qué no entiendes que estoy sacrificando algo más que a Elliott? Eres mi mejor amiga, se supone...
—Se supone que deberías dejar de autocompadecerte por cosas tontas. Hay gente que lo tiene peor. Asúmelo—me corta, más seria.
—¿En serio estás diciendo esto? ¿Sabiendo todo lo que he sacrificado? Esto es mucho más que por un chico, joder.
—Oh, vamos. Lo único que haces es lamentarte por Elliott Halliwell.
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Glamour © [Editando]
Teen FictionStephanie Moore. 18 años. Hija de papá. Destinada a tener éxito. Fama, dinero, lujo, fiestas y de la alta élite. Elliott Halliwell. 19 años. Barman. De estatus medio. Esfuerzo, humildad, logros y trabajo duro. Su origen y su estatus no le paran de s...