Cuando el avión aterriza en Londres, ya es de noche. Y además, llueve. A pesar de haber pasado meses en Inglaterra, seguía sin acostumbrarme a los cambios repentinos del tiempo; para nada era idéntico al tiempo de Estados Unidos. Donde vivía no era tan drástico, digamos que el tiempo respetaba las estaciones... de alguna manera. Europa era extraña.
Al final he tenido que viajar sola, por lo que Elliott se ha quedado. Me siento inquieta, a pesar de que me ha asegurado que nada va a cambiar, que iba a ayudar a su familia y que todo está bien. No me siento lo suficientemente cómoda sin ayudarle en nada, al fin y al cabo parte de lo que está ocurriendo es mi culpa, y no sé cómo quitarme esa sensación de encima.
Tengo que confíar en él; en su palabra. Si me ha asegurado que todo va bien y que se las podría arreglar, ¿iba a ser así, no? Sé que es reservado en cuanto a sus pensamientos y problemas, y que la mayoría de veces soy sólo yo la que insiste y se empieza a preocupar por cosas que no tienen importancia...
Elliott me entiende. Él sabe cómo son las cosas y que lo nuestro es complicado.
Y me prometió que iba a luchar, que íbamos a hacerlo.
Con ese pensamiento camino hacia la zona se recogida de equipaje.
Tranquila, nada más va a pasar. ¿Qué más podría pasar?
*****
Cuando llego a la residencia, está como siempre. Hay un mínimo ruido y mis vecinos estudiantes tampoco la hacen. Como es vuelta de vacaciones, supongo que la gente está estudiando para las recuperaciones y los exámenes.
Meto la llave y abro mi habitación. Está tal y cómo lo dejé antes de irme; me doy cuenta que no llegué a cambiar ni de sitio mi mochila porque sigue estando encima de la pequeña mesa que está situada entre la improvisada y diminuta cocina y el salón. Arrastro mi maleta hacia el sofá y me desplomo en ella.
Ya tengo acabado los bocetos que tengo que entregar al día siguiente, por lo que sinceramente no tengo nada que hacer. Miro mi reloj y calculo mentalmente. Debe de ser mediodía aún en América, y cojo el móvil e intento llamar a Elliott, pero no me responde.
Lo intento un par de veces más, pero nada. Finalmente lo dejo y cuelgo. Seguro que está ocupado, no está pasando nada; está ocupado con su familia y en cómo sacarla adelante.
Me convenzo de que no es nada... e intento creérmelo. De verdad lo hago.
******
Al día siguiente antes de irme a clase pruebo a llamar otra vez a Elliott, pero sigue sin contestarme, así que le dejo un par de mensajes. Sigo convenciéndome de que no pasa nada, pero no admitir que me sentía inquieta es mentir, por lo que simplemente lo dejo de lado hasta que terminen las clases.
Entro a clase y veo a Alice sentada donde siempre, junto a su novio Josh. Sigo confusa desde que me la encontré en el Resort privado de mi madre, y más aún que estuviera prometida o algo así con Theo, mi amigo de la infancia. Todo está siendo muy raro últimamente.
Me siento en mi sitio habitual, y Alice está detrás sentada y yo mientras saco mi libreta y el estuche. También saco aparte los bocetos que tenemos que entregar, y cuando levanto la cabeza de la mochila, veo encima de mi mesa un papelito. La abro y leo:
¿Café después de clase? Creo que te debo una explicación...
Me doy la vuelta rápidamente y asiento con la cabeza, porque sé que es de Alice. No nos da tiempo a decir nada más cuando el profesor llega a clase con la camisa blanca manchada de café y quejándose por ello. Nos ahogamos una risa.
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Glamour © [Editando]
Подростковая литератураStephanie Moore. 18 años. Hija de papá. Destinada a tener éxito. Fama, dinero, lujo, fiestas y de la alta élite. Elliott Halliwell. 19 años. Barman. De estatus medio. Esfuerzo, humildad, logros y trabajo duro. Su origen y su estatus no le paran de s...