Capítulo 32

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—¿Se puede saber por qué estás como un zombie desde hace dos semanas?

Alice al fin se ha atrevido a hablar tras mis semanas de silencio. Ha sido en la cafetería, mientras bebo de mi café mirando a la nada. Simplemente la miré.

—Entenderé que no me contestes—sigue diciendo—, pero es que tu cara de muermo está espantando a toda la gente de aquí.

Tomo un largo respiro y la sigo mirando. No le he dicho nada en días y aún así sigue estando ahí, su paciencia debe de ser inagotable. La admiro y todo por ello.

—Mira, lo siento, ¿vale?—contesto al fin, y suspiro—Estoy... estoy mal.

—No hace falta que lo digas, se nota—intenta bromear, y en circunstancias normales yo también le habría respondido con otra broma pero no podía, no me salía; estaba hundida—. ¿Quieres hablar de ello?

Mi mente vuelve al momento en el que dejé atrás a Elliott. No sé qué es de él desde entonces, al igual que no sé si mi padre le ha quitado o devuelto la beca o directamente él ha decidido volver a Estados Unidos.

Cortar con él ha sido lo más doloroso que he hecho nunca. No quería hacerlo, pero me he visto obligada... mi padre no va a parar de hacerme daño de manera ajena si no lo hacía.

¿Qué va a pasar de ahora en adelante? ¿Sabe ya que hemos terminado?

Qué ingenua soy: por supuesto que sí; y seguro que con fotografías de nuestra ruptura incluidas, ya que me tiene bien vigilada. Me siento tan estúpida, tan débil por dejar otra vez ganar a mi padre...

Y de repente tengo el doble de miedo. ¿Y si no ha dejado en paz a Aimee, Susan y Elliott? ¿Y si me va a quitar mi beca también?

Mi cabeza es un completo caos. No sé cuántas tazas de café llevo tomándome en estas semanas, pero aparte de la insomnia que tengo estoy paranoica y no paro de darle vueltas a todas las cosas que quizás me quite.

—¿Quieres que te dé mi diagnóstico?—dice lentamente Alice mientras me mira con sumo cuidado, como si fuera un animalito encerrado en una jaula—Creo que tienes el síndrome post-break-up.

—¿Cómo sabes que he cortado con mi novio?

—Cielo, sólo hace falta ver que no has combinado bien tu camisa con tus zapatos—contesta como si fuera lo más obvio del mundo—, y aparte de tu empanamiento cósmico, tienes los ojos hinchados de llorar y unas ojeras que cualquiera asumiría que son la marca de Dolce Gabanna.

Su comentario me hace sonreír ligeramente, pero el simple gesto me pesa tenerlo en la cara. Es una sensación muy extraña.

—Puedes lamentarte todo lo que tú quieras pero tienes que recordar que el profesor de Patronaje y Confección ha alabado tanto tus bocetos que te ha mandado al París Fashion Week la semana que viene—me recuerda, y me preocupa que ese hecho tan grande y honorable se me haya olvidado—. O sea, eres la única que ha conseguido eso. ¿Realmente crees que vale la pena lamentarte por un chico todo este tiempo en vez de estar dando saltos por tu pase VIP en el acontecimiento del mundo de la moda más importante?

Todo lo que dice es verdad. Puede que haya perdido un chico, pero me había ganado un pase VIP al París Fashion Week y es una oportunidad gigante para conocer diseñadores y conseguir ser asistente de alguno de ellos después de graduarme hasta que pueda hacerme un nombre por mí misma.

Pero tal y como siembro mis ilusiones, la realidad me golpea en la cara.

—Mi padre no me dejará ir a París—suspiro, y apoyo mi mano en mi barbilla—. Cerrará el aeropuerto si hace falta para impedirme salir del país. Ya bastante tiene que me haya rebelado y haya cogido esta beca y estudie aquí...

Glamour © [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora