Desde que mi madre nos abandonó, Papá ha sido el que se ha encargado de cuidar de Brandon y de mí como ha podido. Aunque no ha pasado el tiempo suficiente que me hubiera gustado, siempre ha cuidado de nosotros lo mejor que él podría haber hecho.
Sería mentir decir que no quiero a mi padre, pero desde que ha decidido hacer tantas cosas para manipularme como ha querido para la empresa y sin tomar en cuenta lo que yo quería; aparte de destrozar mis relaciones personales y alejarme de las personas que quiero.
Pero por otra parte, descubrir una faceta totalmente nueva de mi padre es lo que más me desconcierta. ¿Quién es Adelia? ¿Por qué decía aquello en esa carta? A lo mejor no debería sacar conclusiones precipitadas, y puede que aquella nota fuera de cuando estaba en el instituto y tonteaba con alguna chica pero...
Siempre he pintado a mi padre como mi propio héroe personal. A pesar de todo lo que me ha hecho ahora, no podré olvidar nunca al hombre que estaba sentado en una de las sillas de la encimera de la cocina, la noche en que la mujer que tanto quería lo abandonara. Nunca podré olvidar cómo se estremecía y cómo se esforzaba en no llorar demasiado fuerte, para que sus hijos no lo escucharan siendo tan vulnerable, mientras inhalaba humo de su cigarrillo en completo silencio. Esa fue la última vez que lo vi fumar.
Recuerdo que al día siguiente nos llevó por primera vez a las oficinas Stirline. Nos llevó a su trabajo y nos hizo no ir al colegio aquel día, por lo que Brandon y yo estábamos muy emocionados. El edificio seguía siendo como lo es ahora, con ligeros cambios pero a esa edad todo me parecía enorme. Las ventanas más limpias, el ascensor más grande y sin duda, mi padre más heroico.
Nos llevó a su despacho, que era una enorme sala con una mesa de marrón caoba en el centro, con papeles y bolis; todo ordenado. Recuerdo correr hacia la gran ventana de cristal que no ocultaba nada a los demás edificios, como los típicos despachos de personas importantes de las películas; y cómo me quedaba boquiabierta mirando al cielo y mirando a la parte de abajo, donde las personas de la calle eran diminutas y yo me sentía enorme. Brandon ni siquiera se acercaba porque tenía vértigo, pero a mí me aficionaba.
—Algún día, Stephanie, todo esto será tuyo—me aseguró mi padre, y yo asentí con la cabeza emocionada. Pensando en la cantidad de juguetes con la que podría llenar aquel enorme habitación, aparte de las estupendas vistas.
Poco sabía yo lo que realmente significaba tener todo aquello.
*****
Cuando mi Padre habla en la reunión habitual entre los empresarios, se me hace raro mirarle. No paro de darle vueltas a la nota en sí, y en lo que había pasado la noche anterior.
Aún tengo sudores sobre el susto momentáneo por el que pasé el día anterior, con todo eso de que había alguien en casa rebuscando en el despacho de Papá. Pero la cuestión es, ¿por qué? ¿Es que quienquiera que estuviera anoche dejó aquella nota aposta? ¿Qué quería decirme con eso?
No me doy cuenta de que la reunión ha terminado cuando la gente se levanta de las sillas, y algunos se paran a hablar con mi Padre. Daniel se levanta de su silla que está en frente mía y se va de la habitación junto a su padre, mientras hablan. Intercambia lo justo de palabras conmigo, supongo que igual de incómodo que yo en cuanto a esta situación. Cada día que pasa se acerca la boda que nos va a acorralar a los dos en una cárcel del que no podremos salir nunca.
—¿Steph?
Es la voz de Papá, que me saca de mi empanamiento cósmico. Alzo la cabeza, mirando en su dirección. Me cuesta porque me incomoda, pero intento disimular lo mejor que puedo.
—¿Qué te parece almorzar en familia hoy? Sólo tú, yo y Brandon—dice, bastante animado e informal.
Genial. Si no hay momento más incómodo que estar durante un almuerzo delante de mi padre, que lo añada también el hecho de que mi hermano pequeño que no sabe de nada de lo que sé, que estuviera presente también. A veces pienso qué hago con mi vida como para atraer tantos momentos incómodos así como mala suerte.
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Glamour © [Editando]
Roman pour AdolescentsStephanie Moore. 18 años. Hija de papá. Destinada a tener éxito. Fama, dinero, lujo, fiestas y de la alta élite. Elliott Halliwell. 19 años. Barman. De estatus medio. Esfuerzo, humildad, logros y trabajo duro. Su origen y su estatus no le paran de s...