Mi alarma suena, y sé exactamente la hora que es: a las 4:15 de la madrugada. Me levanto como puedo de la cama para apagarla, y rápidamente me quito el pijama para ponerme unos pantalones y una camiseta gris. Tomo un respiro antes de ponerme la chaqueta de cuero por encima, y me encamino para salir a hurtadillas de casa en mitad de la noche.
Bajo las escaleras lo más silencioso que puedo, para luego acabar en el salón, cruzar el pasillo que da a la puerta para salir no sin antes entrar en el cuartillo exclusivo para empleados/guardaespaldas. Enciendo la luz y busco en uno de los cajones del escritorio por las llaves del Range Rover, que por lo que recuerdo, tiene un llavero de una bola de billar. Cuando lo encuentro, me aseguro de cerrar el cajón silenciosamente al igual que la luz y la puerta del cuartillo.
Brandon debe estar durmiendo y parece que va a seguir igual las siguientes horas. Sé que mi padre podría mirar las cámaras de seguridad, pero por lo general nunca las revisa. Nunca ha tenido motivos para hacerlo. De hecho, creo que está completamente seguro de que estoy tan enfadada con él que no me atrevería a escaparme.
A veces puedo decir que me gusta cómo me subestima.
Sé conducir. De hecho, me saqué el carné cuando tenía dieciséis y encima al primer intento. Otra cosa es que me gustara la simple acción; siempre había preferido que otra persona conduciera por mí, supongo que antiguos hábitos, la costumbre.
Pero esta noche iba a conducir yo después de años sin hacerlo. Es una sensación muy rara, pero me hace sentir poderosa e independiente de alguna manera. Suena estúpido, pero realmente lo siento así.
Pongo el coche en marcha y antes de arrancar, cierro los ojos mientras tengo las manos en el volante. Tomo un largo respiro. Me miro en el espejo retrovisor y pongo el coche en marcha.
*****
Quedar en un parque cerca de la casa de Elliott ha sido algo que nunca pensé que pasaría. Y menos conducir en medio de la madrugada. Pero era necesario quedar a una hora inusual y discretamente. Mi padre podría volver a declararnos la guerra, y Elliott y su familia acaban de conocer la paz justo. No les puedo volver a hacer eso.
Bajo del coche en cuanto lo he aparcado, y Elliott está sentado en uno de los columpios, mirando distraídamente hacia otro lado. En cuanto escucha mis pasos levanta la cabeza y saluda con la cabeza.
—Hola, perdona, Halliwell—digo rápidamente mientras me siento en el columpio de al lado.
—Nah. No te preocupes—contesta él, sonríendo para sí mismo y tengo que aguantarme no darle un beso porque... sería muy raro.
Admiro que aunque le hubiera roto el corazón, siguiera queriendo ayudarme, y que se preocupara por mí. Tenía claro que iba a odiarme después de romper con él de aquella manera... pero nunca ha dicho nada malo de mí. O al menos, que llegara hasta mis oídos.
—Así que, ¿quién es el bastardo acosador?
Trago bilis. Desde que lo he sabido, he estado un poco en fase de negación. No quería siquiera admitirlo en voz alta... hasta ahora.
—Theo. Theodore Marshall.
Él gira bruscamente la cabeza, con los ojos abiertos.
—¿Estás segura...?
Asentí con la cabeza.
—Desgraciadamente. He unido piezas del puzzle y todo encaja, aparte ya llevaba años planeándolo hasta que mi padre lo frenó. No sé cómo ha podido retomarlo.
Elliott apoya una mano encima de la mía, donde me aferro a la cuerda como puedo, intentando no perder el equilibrio. Ese simple contacto me lleva de nuevo a los recuerdos de los días en los que estábamos juntos, y cómo me agarraba la mano seguro de que no iba a soltarlo nunca.
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Glamour © [Editando]
Novela JuvenilStephanie Moore. 18 años. Hija de papá. Destinada a tener éxito. Fama, dinero, lujo, fiestas y de la alta élite. Elliott Halliwell. 19 años. Barman. De estatus medio. Esfuerzo, humildad, logros y trabajo duro. Su origen y su estatus no le paran de s...