—Señorita Moore, ¿si es tan amable de responder a la pregunta, por favor?
Alzo la cabeza. Es la quinta vez que pierdo el hilo del interrogatorio desde que he llegado a comisaría. El agente que está sentado en frente mía es un hombre de unos cuarenta años, y por su placa leo que es el Agente Evans.
Tiene paciencia conmigo. Por lo que he visto de las películas y las series, es que los policías suelen tener poca paciencia... Pero una vez más, esto es la realidad. Los agentes tienen que ser pacientes.
—Sí.
—Vale, muy bien—me dice de nuevo hablándome como a una niña; como si tuviera cinco años.
Es el tono que utiliza todo el mundo para hablarle a niños, tontos y borrachos y yo ahora mismo no sé en que categoría entro... ¿La de los tontos tal vez?
—¿Conoces a los sospechosos que hemos detenido?—repite.
He respondido esa pregunta millones de veces desde que llegué. Me siento como si estuviera en un capítulo de Pretty Little Liars y no sé cómo sentirme al respecto. No me lo imaginaba así. No me lo imaginaba tan aterrador a pesar de que se supone que ya estoy a salvo.
—Sí. La mujer es... era mi sirvienta y el hombre era mi conductor—contesto al fin.
Él asiente con la cabeza mientras sigue escribiendo en una hoja todo lo que digo.
—¿Sabes por qué estaban así en tu casa?—pregunta.
Pongo las manos sobre la mesa mientras suspiro. Aún estoy temblando y aún tengo lágrimas en los ojos. Tengo que morderme el labio inferior para no ponerme a llorar y me enjugo las lágrimas que luchan por salir con una mano.
—Sí.
—¿Puedes explicármelo?
—¿Nos están escuchando?—pregunto de repente.
El Agente alza la cabeza dejando de escribir con su bolígrafo.
—No—contesta en voz tranquilizador—. Ninguno de ellos nos está escuchando. Ya te lo dije: estás a salvo.
Pero a un lado de la habitación hay un espejo enorme. ¿Quién nos está viendo? ¿Los policías a los que han encargado este caso? ¿Desconfían de mí? ¿Piensan que estoy mintiendo o me creen cuando digo que soy la víctima?
—Alguien llevaba acosándome por meses—confieso, temblorosa—. No sabía quién era, pero vendía información personal a la prensa, me acosaba diariamente con mensajes y amenazas y puso una bomba en el despacho de mi padre, hiriéndolo.
—¿Por qué no lo denunciaste? ¿Por qué tu padre no archivó un caso?
—Lo hicimos, pero nos equivocamos de persona. Theodore Marshall es inocente, nunca debió de haber sido encarcelado—contesto con un nudo gigante en la garganta y finalmente rompo a llorar. El Agente Evans me pasa un clínex y yo me quito las lágrimas con ella—. Hoy descubrí que mi sirvienta era la que estaba detrás de todo.
Él me mira mientras no para de escribir.
—No encontramos pruebas en tu casa sobre tu testimonio. Sabes que puede que lo utilicen en tu contra y que te acusen de difamar información falsa, ¿verdad?
Asiento con la cabeza. Claro que lo sé. Es ridículo decirlo, pero Pretty Little Liars me ha enseñado cómo pueden salir estos casos de todas las maneras posibles: para mi beneficio o para mi completo destrucción.
Pero yo tenía un as en la manga.
—Tengo pruebas.
Evans para de escribir y me mira seriamente, esperando a que siga hablando. Rebusco en el bolsillo de mi pantalón vaquero y saco el móvil, colocándolo encima de la mesa.
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Glamour © [Editando]
Teen FictionStephanie Moore. 18 años. Hija de papá. Destinada a tener éxito. Fama, dinero, lujo, fiestas y de la alta élite. Elliott Halliwell. 19 años. Barman. De estatus medio. Esfuerzo, humildad, logros y trabajo duro. Su origen y su estatus no le paran de s...