Capítulo 5

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Aimee decide quedarse a dormir a mi casa en las dos semanas que mi padre no está. Y me alegra, porque al menos no estaré pensando en cosas que me hunden más aún, como mi vida en general.

Me ha prometido que no iremos a fiestas en un tiempo, porque según ella, necesitamos un descanso o no llegaremos a salir de fiesta cuando tengamos cincuenta años. No rechisto en absoluto, admito que estaba exhausta de tantas fiestas seguidas.

Estamos viendo Mean Girls (Chicas Malas) en el plasma del salón, ambas en pijama y con moños en las cabezas, junto con helado. Es viernes y no podríamos haber planeado una noche mejor. Habremos visto millones de veces esta película, pero nunca falla para sacarnos unas risas.

Estamos viendo la parte en la que Janis y Damian están en Halloween viendo una película de terror cuando entra Cady y los asusta. Y nos ha pasado lo mismo, sólo que porque el timbre de la puerta nos ha sorprendido. Ambas nos reímos y voy a la puerta para abrir. Es Halliwell. Y yo en pijama y un moño en la cabeza.

¿Qué más da cómo estés?

Alzo una ceja esperando a una explicación de por qué está aquí.

- Tu padre me ha llamado diciéndome que vaya aquí a ver cómo está todo - se excusa.

- Dile que no se preocupe, que no he montado ninguna fiesta ni tengo intención - me cruzo de brazos.

Halliwell lleva puesto unos vaqueros y una camiseta negra, con su Snapback habitual. Me he dado cuenta de que lleva siempre uno diferente por día.

- Eh... ¿Puedo ir a coger algo en mi habitación? - pregunta.

Me separo de la puerta para dejarle pasar y él cruza el pasillo para ir a su habitación, un cuartillo que hay en casa exclusivo para el guardaespaldas por si se tiene que quedar algún día por lo que sea.

Vuelvo al salón y noto cómo Aimee sonríe maliciosamente.

- Es el buenorro, ¿a que sí?

- ¡Aimee! No le llames así. Seguro que nos escucha - le tiro una almohada a la cabeza y ella sigue ríendose -. ¡En serio!

Ella se reincorpora y se tira en el sofá, volviendo a mirar la tele, aún ríendose y comiendo palomitas. Minutos después veo cómo se asoma para mirarnos y yo me levanto para seguirlo a la puerta.

- Bueno. Gracias. Me voy ya - dice, mientras vuelve a ponerse el Snapback en la cabeza.

- ¿Dónde vas ahora? - pregunto lo más casual posible. Él se lleva las manos en los bolsillos y noto en ese momento que lleva una mochila en la espalda.

Carraspea tras un rato pensando qué decir. No sé por qué se tiene que poner tan a la defensiva con su vida personal...

- A trabajar.

- ¿Tienes otro trabajo aparte de éste? - vuelvo a preguntar, sorprendida.

- Al contrario que usted, no tengo tantos privilegios en cuanto al estatus económico. Lo necesito - contesta, algo incómodo.

- ¿Puedo preguntar en qué?

- Un bar.

Parpadeo y le miro, sin saber muy bien qué decir. ¿Qué puedo decir? ¿Oh, me alegro, te matas trabajando y es admirable? Era penoso. ¿Por qué tuve que preguntarle en primer lugar? ¿Por qué tengo que rayarme por cosas cómo éstas? No me debería de importar.

- Ah.

- Sí - suelta, incómodo -. Bueno, me voy. Adiós.

- Adiós - digo yo.

Glamour © [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora