Capítulo 11

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La mente de una persona es un elemento clave para vivir, si una persona psicológicamente no esta bien no puede seguir como si no pasase nada. Hay que pararse y recuperarse mentalmente.

Creo que yo necesito eso, parar y procesar todo, porque ahora mismo sigo sin creerme como mi día ha podido dar un giro completo.

Alzo la vista para poder ver a Alexander con sus brazos cruzados flexionando todos esos músculos que se le puede ver desde su camisa blanca, esta apoyado en una de las puertas del vestuario observándome como si fuese su presa.

—¿Y bien? Vas a contarme que ha pasado.

—No ha pasado nada, solo ha sido una tontería que podremos solucionar entre nosotras— según estas palabras salen de mi boca suelta una leve sonrisa.

Sus piernas comienzan a moverse en mi dirección, despacio, sin pensármelo dos veces cada paso que el da yo también doy uno, pero para atrás hasta que mi espalda choca con una taquilla. Pero eso no le impide que continúe su dirección hacia mi.

No le importa invadir mi espacio personal, pues esta lo suficientemente cerca para que pueda respirar su perfume de madera con toques de cedro. Posa una de sus manos a un lateral de mi cabeza apoyándose y agachándose un poco para que nuestras miradas conecten.

Nuestros cuerpos se encuentran a escasos centímetros, ninguno de los dos dice nada, sus labios están demasiado cerca de los míos, una ola de calor recorre todo mi cuerpo. No puedo evitar sentirme nerviosa y pequeña ante el hombre que se postra tan cerca de mi.

Tiene un aura oscura que aleja a cualquiera, pero no hay que ser muy listo para saber que físicamente este hombre puede atraer y calentar a cualquier persona humana.

—Me gusta ratoncito que no seas la típica chivata. — me sonríe —Veo que has aprendido la lección sobre contar las cosas.

—Tengo que trabajar.

—Ya, eso lo se. Pero te quiero hacer una pregunta. — le observo atentamente. — Que es lo que hay entre mi hermano y tu.

Siento como me hubiesen tirado un jarrón de agua fría de la cabeza a los pies, no se como narices ha averiguado esto, pero no me apetece meterme en la pelea entre dos hermanos.

—No hay nada, no entiendo porque preguntas eso.

Su mano libre va a mi mentón elevándolo para que no separe mi vista de él.

—Que te he dicho de las mentiras ratoncito, a mi nadie me miente y menos tu o mi hermano. Yo lo veo todo.

Da unos pasos atrás permitiendo que el aire nos repare y que los dos dejemos respirar nuestros aromas.

—Sígueme. — dice antes de darme la espalda y seguir caminando.

No dudo ni un segundo en seguirle el paso, no quiero tener más problemas de los que yo tengo ahora.

Al salir del vestuario observo que no hay ninguna persona, supongo que ya será tarde y todas estarán trabajando a estas horas.

Cuando llegamos a la puerta del despacho los dos de seguridad se echan a un lado y le abren la puerta rápidamente, el se gira para observarme pues iba cuatro pasos detrás suyo.

—Las damas primero— dice señalándome la puerta.

Entro en el despacho pero me quedo parada al ver lo que ven mis ojos. Pero antes de que pueda decir algo el brazo de Alexander me rodea.

—A pesar de que tu no digas nada Blair, yo no soy un ignorante. Y conozco a la perfección lo que pasa en todos y cada uno de mis negocios. A las personas hay que castigarlas por sus compartimientos, si no se las enseña a las zorras como comportarse siempre seguirán haciendo lo mismo.

Placer OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora