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Cuando los Kriptonianos chocan

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Cuando los Kriptonianos chocan

La luna se ocultó tras las nubes, la tensión del aire era sofocante para los pequeños animales que minutos antes tocaban relajados sus melodías nocturnas.

- ¡no des un paso más desgraciado!- es seguro de su confiable pistola hizo un pequeño "click", el súper hombre levantó las manos lentamente, bien el arma no podría perforar su piel, pero si no fuera por su madre estaría bajo tierra en esos instantes, por el hombre que descansaba plácidamente en el tronco del árbol.

- baja el arma chico.- el echo de no poder escuchar los latidos del chico frente a él lo puso alerta, aún cargaban con la piedra verde que ponía en riesgo su vida.- no vengo a hacerles daño.- el echo de que estuviera hablándole como a un crío lo enojo más.

- dame el arma Jay.- el nombrado lo miro de reojo, pero la mano se extendió mostrando una bolsa de trapo vieja.- las quiero todas.- odiaba que el viejo lo conociera tan bien, aún mirando amenazante al de camisa de cuadros, volvió a poner el seguro y dejo su amado revólver en la bolsa, vacío sus bolsillos, saco los cuchillos de cazador de sus botas y del amigable suéter que Alfred le dio su cumpleaños pasado, con un gato gruñón en el, saco una de las varas de Ricardo.- deja tus cigarrillos también.- expulsó el humo del cigarro que recién le había quitado, había caído en su trampa de nuevo.

- la próxima vez no te daré ni uno.- agitó la caja semi-nueva y la lanzó a la bolsa.- le diré a Alfred que saliste a fumar.- le saco el dedo corazón mientras retrocedía, mostrándole su lengua como cuando era un niño escurridizo y se subía al enorme candelabro de cristal de la mansión Díaz.

- no va a creerte.- soltó una risa cruel.- encontró las cajas bajo tu cama, debe de estar esperando a que vuelvas.- el chico palideció, corrió lo más rápido que sus nervios le permitieron, no podía ser, se aseguró de hacer bien el cajón.

- ¿no es muy joven para fumar?- se acerco relajado y se apoyó en la cerca de madera, más su tono era de reproche.

- su padre le enseñó a fumar desde los 9.- apago el cigarro en el tronco del árbol, guardando lo que quedaba en la caja, los tiraría llegado a casa.- lo lleve a rehabilitación a los 12.- con un nudo simple ató la bolsa, ahora se arrepentía de comprarle armas nuevas de cumpleaños, pero el chico era bueno con su puntería.- pero eso ya lo sabes, te vi rondando por mi mansión desde que Ricardo llegó a ella.- el Kriptoniano se mostró avergonzado, según el había sido cuidadoso al entrar.

- ¿por qué lo haces?- el hombre amante del negro alzó una ceja, aún con su cara estoica y la mirada asesina.- ser Wayne.- la áspera risa del millonario llegó a sus oídos.

- qué pregunta más original.- dijo sarcástico, todos la hacían antes de morir, supuso que eso les da el significado de la vida.

- y aquí es donde mi imagen de el sonriente Bruno Díaz se va al matadero.- trato de sónar lo más bromista que pudo, pero no le servía la historia narrada por el viejo mayordomo.

La Mafia Wayne Donde viven las historias. Descúbrelo ahora