¡BONUS!

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Cuando los hijos de tu mejor amigo están secuestrados

Tenía tiempo de no visitar a aquel que le dio una mano en su momento más difícil y aunque a muchos no les pareciera extraño, su mejor amigo y compañero de copas era Bruno Díaz, el estaba orgulloso de eso, después de todo no todos tienen el privilegio de llamarlo mejor amigo, aunque Bruno decía que esos eran términos de infantes.

Aunque lo que de verdad le sorprendió fue una llamada en un mal momento.

—calmante Ollie, eso es déjalo salir…— fue asqueroso, esa cosa se había comido a una persona por partes, estaba vaciado su estómago, no sabía cómo Tommy podía soportar verlo.

—hermano eso es asqueroso… ¿Por qué rayos no lo guardaste para ti?— no pudo ver ni siquiera el resto del vídeo, sin embargo Tommy reía al verlo tan asqueado.

Un pitido en su oreja lo hizo alejarse de Tommy de un manotazo, mirándolo mal le hizo una seña para que guardara silencio.

“Flecha verde, responde flecha verde.”

Limpio su boca con una botella de agua, escupiendola en el suelo, nada podía ser tranquilo con esta gente a su alrededor.

“Flecha verde, es urgente flecha verde.”

Dio un gruñido ante la voz de Diana, la princesa amazona era un dolor de culo cuando quería.

—aqui flecha verde, tengo mi propia ciudad que proteger Diana…— escupió en el suelo mientras se tiraba algo de agua en la cabeza.

“Perfecto, revisa la mansión Díaz, puede ser probable… de que se llevarán a los hijos de Bruno Díaz.”

Se le cortó la respiración, tomó el brazo de Tommy y lo arrastró hasta su moto, encendió la máquina con prisa, sentía sus manos temblar, no era posible, nadie podía pasar la seguridad de esa mansión, Bruno era un mecánico magnífico, no podía ser verdad.

Pero la mansión estaba hecha un desastre, había fuego y todo estaba cortado.

—¡Alfred!— de bajo con prisa al ver al mayordomo en el suelo con golpes y sangre.

—los niños… se llevaron a los niños…— no podía quedarse, entre las llamas vio un graffiti, era la marca de ese maldito payaso.

—los recuperaré… los traeré a salvo…— le prometió al viejo antes de salir de nuevo en su moto, las alarmas de la mansión ya habían dado aviso a la policía, recargo al mayordomo en un árbol, sus heridas no eran letales, así que subió a su motocicleta.

“Diana, la mansión Díaz está destruida, ¿dónde se supone que están los chicos?”

Era una locura, no llegaría a tiempo, metrópolis, todo tenía que ser en metrópolis.

—Tommy, necesito algo rápido.— el hombre bufo, le dio su moto y se puso a revisar al anciano, estaba perdiendo la conciencia.

Seguramente tendría muchas multas, había pasado entre autos, y demás, estrelló la moto contra un montón de guardias, bajó corriendo apenas iba a entrar cuando un apagón se dio en toda la ciudad, no le importo, cuando llegó los chicos estaban encadenados y se movían juntos para mover las sillas.

— cálmate Jason, te estás lastimando…— pudo escuchar la voz de Ricardo mientras las cadenas se movían con fuerza, al llegar no pudo ver más que al chico de rojo jadeando fuerte, era un ataque de pánico, se movía como un loco mientras los demás trataban de calmarlo.

—¡Es una maldita bomba! Ese imbécil nos quiere estallar.— entró corriendo, los menores por primera vez no dijeron nada sarcástico, lo dejaron abrir el candado de la cadena.

—¡Una mierda!— le sorprendió el golpe que le dio el muchacho en la mandíbula, lo dejó desorbitado pero intentó ir tras él, fue detenido por la mano del menor de todos.

—déjalo, no va a dejar que nadie lo toque si no es padre…— lo mejor ir, revisando las heridas de los demás, los saco, esperando que la ambulancia los revisará, estaban tan grandes, la última vez que los vio fue en sus fiestas de presentación, su amigo había hecho un buen trabajo, sabía sus historias, sabía el porqué su amigo los había elegido por sentirse igual a ellos cuando eran niños.

















Jason tenía un apartamento en metrópolis, lo usaba para cuando tenía competencias estatales en el tiro con arco, aún estaba asustado, necesitaba buscar a su padre, sabía que vendría, él nunca dejaba nada a medias.

Pero lo que encontró no fue lo que esperaba, se estaba entregando, no podía, había una cosa qienaun no podía olvidar, una que su padre se esforzó para quitarle, la adicción a las drogas, entre el público vio a su antiguo proxeneta, no lo pensó antes de perforar su cráneo, trato de culparse, trato de que no le hicieran nada a él, sus hermanos aún lo necesitaban, él lo necesitaba, todo se iría a la mierda si él se entregaba así como si nada.

Su corazón latió con fuerza, no podía perderlos, pero ahí estaba, viendo a través de la ventana del super auto, el bati-auto, el trabajo de la vida de su familia, viendo cómo lo dejaban atrás en medio de esa marea de buitres.











—¡Bruno!— no pudo evitarlo, estaba sano y salvo, lo abrazó como cuando era un niño, lloró al verlo, estaban tan nerviosos, era demasiado para ellos, ahí fue cuando la idea de irse mientras reparaban la mansión llegó.

Le acarició el cabello, no podía dejar de hipar, había estado tan ansioso esos días que no pudo dejar de dormir con un arma bajo la almohada, no podía pegar el ojo, Alfred no estaba, Bruno no estaba, trataba de mostrarse fuerte frente a sus hermanos, tenía que estar fuerte para la bolita de odio, era cuestión de tiempo para que su abuelo empezará a mover sus piezas y debía estar listo.

—está bien Jay… ya regresé… no volveré a dejarlos solos, buscaremos la manera de traer de regreso a Alfred.— esa noche, partieron juntos a villa chica, lo que lo hizo dormir con tranquilidad apenas estar en esa casa lejos del desastre.

La Mafia Wayne Donde viven las historias. Descúbrelo ahora