𝙲𝚊𝚙 𝚜𝚎𝚝𝚎𝚗𝚝𝚊 𝚢 𝚘𝚌𝚑𝚘

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Con la cabeza apoyada en el regazo de su novia y las risas de Avani y Charli mientras jugaban con Cali y Zurich de fondo, Dixie exhaló un suspiro al ver el rostro de Addison desde otro ángulo y se maravilló al percatarse de que seguía siendo preciosa.

Habían salido al parque cerca del condominio donde los D'amelio y los Rae residían porque hacía tiempo que no convivían las cuatro al mismo tiempo y al aire libre, y solo tuvieron que ayudar a la corredora a escaparse de su casa mientras su madre estaba en la oficina, lo cual no fue tan difícil. Lo difícil fue tratar de abandonar a la enorme gran danés de Charli, por lo que terminaron subiéndola al asiento trasero del Mustang de Avani -aún conducido por la chica ucraniana- junto con Cali.

Todo aquello lo lograron con el sigilo de un ninja experto.

Si el guardia de seguridad de la residencia Grace encontró extraña la forma en que Avani estaba cargando a Zurich, la manera en que Dixie casi cayó sobre su culo a causa de la impresión al ver que la gran danés y Cali estuvieron a punto de pelear mientras Addison chillaba con horror y Charli llamaba a su mascota con tono firme justo en la entrada frontal de la casa, hizo un buen trabajo ocultándolo.

Afortunadamente no hubo más incidentes y en ese momento Cali y Zurich estaban jugando mientras la chica y la castaña lanzaban pelotas de tenis para que las recogieran.

Por qué Charli llamó Zurich a su gran danés estaba fuera del conocimiento de la pelinegra.

—Oye, Addison —llamó Dixie sin apartar la mirada del rostro de su novia, y cuando obtuvo su atención, añadió—: ¿has estado enamorada?

—Uhm... no que yo recuerde —respondió la rubia—. Quiero decir que recién tenemos dieciocho, antes de esto éramos lo suficientemente inmaduras como para querer a alguien de verdad. O al menos eso creo.

—Es valiente de tu parte asumir que ya soy una chica madura solo porque tengo dieciocho —bromeó la pelinegra, lo que hizo reír a Addison.

La chica ucraniana se inclinó hacia abajo y atrapó los labios de su novia de forma breve, lo que hizo que Dixie cerrara los ojos para perderse en el contacto delicado.

Había pocos besos así de suaves en su relación porque usualmente ambas estaban hormonales y hacían de todo para tocarse la una a la otra, pero cuando se encontraban en público se las arreglaban para mantener a raya sus hormonas "deliciosas", según palabras de Addison.

Cuando se separaron, el corazón de la pelinegra latía con fuerza dentro de su pecho y en su estómago había una revolución asquerosa que bien podría confundirse con amibas y parásitos, pero no podía hacer nada para suprimir la sensación y tenía que arreglárselas para evitar vomitar frente a su novia.

—¿Tú has estado enamorada? —Cuestionó la rubia en voz baja y sin apartar la mirada de los iris verdes.

La respiración de Dixie se bloqueó por un segundo y su corazón se saltó un latido a causa de la pregunta, sin embargo, ella sabía perfectamente cómo mantener una expresión neutra a pesar de estar muriendo por dentro, así que su novia no notó su exalto.

—Oye, ¿sabes qué acabo de recordar? —Murmuró la pelinegra para cambiar el tema, por lo que Addison alzó una ceja—. El otro día soñé que eras hermana de Alexandra y yo un androide que ella creó con la intención de hacerte feliz, ya que tenía todo lo que te parecía perfecto.

—Ciertamente eres perfecta para mí —admitió la rubia con una sonrisa tímida—. Yo soñé que nosotras éramos modelos y teníamos un PR, pero yo era rusa —completó con una mueca, lo que hizo reír a Dixie.

Ambas se quedaron viendo fijamente los ojos de la otra, con Addison sentada debajo de un árbol y sobre el césped y la pelinegra tirada sobre su espalda con la cabeza en el regazo de su novia. Estaban perdidas en la mirada de la otra, tanto que aquello solo fue interrumpido cuando una pelota de tenis cayó en el estómago de Dixie.

Lo siguiente que la pelinegra supo fue que una gran danés y una pastor belga enormes se lanzaron sobre ella para tratar de atrapar la pelota, y si bien gritó el nombre de su mascota para que se detuviera, Cali estaba demasiado ensimismada en su misión por conseguir la pelota que fue lanzada por Avani.

Addison y Dixie terminaron desparramadas en el césped mientras las dos mascotas seguían olfateando la pelota y trataban de moverlas con sus patas para que no estorbaran, y una vez que Zurich la atrapó en su hocico, volvieron corriendo hacia Charli.

—Maldita hija de... —la pelinegra se abstuvo de continuar la frase porque la señora Gregg no tenía la culpa de tener una hija tan imbécil, y se quitó los trozos de césped del cabello enmarañado—. Maldita sea.

Addison exhaló una risa encantada y se soltó el cabello para que se le facilitara quitarse el césped, pero en lugar de copiar su acción o seguir en lo suyo, Dixie se perdió en la suave ondulación de sus brazos desnudos y la sonrisa brillante en su rostro.

Estaba jodida.

—Jane, parece que alguien te revolcó —comentó Avani antes de sentarse sobre el césped, y su novia se sentó a su lado rápidamente mientras Cali y Zurich jugaban tras ellas—. Te ves horrible.

—Oye, Charli, ¿Avani te mencionó que la profesora Waldfogel le dio detención ayer? —Respondió en cambio la pelinegra.

Avani se tensó visiblemente y palideció uno o dos tonos al tiempo que la corredora la veía con curiosidad por su reacción. Addison seguía ocupada quitándose el césped del cabello, ajena a toda la situación como la mayoría de las veces.

—No, no me lo dijo —terminó por responder la castaña—. ¿Qué hizo?

—Dijo que la profesora Waldfogel era una perra —Dixie se encogió de hombros—, y la profesora estaba justo detrás de ella.

—Oh, joder —Charli resopló una risa, aunque luego se puso seria y se giró hacia su novia—. ¿Sucedió algo en detención? Te ves demasiado temerosa. ¿Desde cuándo eres tan... así?

Avani se encogió de hombros pero un suave rubor se extendió en sus pómulos ante el recuerdo de la profesora presionada contra su cuerpo y oliendo su perfume. No podía decirle aquello a nadie o se metería en más problemas, porque Charli estaba loca y si había golpeado a Barbara, seguramente haría que despidieran a la profesora Waldfogel.

—No sé, yo solo...

—Seguro la profesora se la folló en el escritorio —bromeó la pelinegra.

—¡Claro que no! —Avani chilló de inmediato para defenderse de la acusación—. Tal vez nos acorralamos la una a la otra y casi pensé que iba a besarme, pero...

Ante eso, la corredora tomó a su novia por el cuello de su camiseta y chilló:

—¡¿Qué?!

"𝚂𝚝𝚘𝚕𝚎𝚗 𝚔𝚒𝚜𝚜𝚎𝚜"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora