𝙲𝚊𝚙 𝚝𝚛𝚎𝚒𝚗𝚝𝚊 𝚢 𝚌𝚒𝚗𝚌𝚘

573 76 3
                                    


Dixie miró de un lado a otro en el corredor mientras seguía sentada en las escaleras y dejó salir un suspiro al tiempo que bajaba la cabeza.

Se había topado con Addison varias veces el mismo día durante la última semana, pero la rubia parecía no darse cuenta de que se topaban, o tal vez se daba cuenta pero fingía que no, y era una situación que mantenía a Dixie demasiado pensativa últimamente.

Según ella todo iba bien entre ambas -al menos si el sonrojo en las mejillas de Addison cada vez que se besaban era una indicación de ello-, pero parecía que últimamente la chica ucraniana había decidido evitarla y, para su orgullo D'amelio y la arrogancia junto con el narcisismo nato que conllevaba un apellido como el suyo, aquella situación era simplemente inconcebible.

Se dijo a sí misma que debía enfrentarla porque no podía quedarse con la duda por siempre, por lo que recogió su bolso del piso, se colocó de pie y caminó con pasos firmes en dirección al taller de música.

Addison estaba presumiblemente afinando una guitarra mientras Dinah Hansen practicaba sus vocals y Avani veía alrededor sin tener mucha idea de nada -de hecho, la presencia de la chica allí descolocó a Dixie-, y un poco más lejos de allí, Camila y Lauren conversaban en voz baja mientras Ally leía algún libro y Normani revisaba su móvil tirada en el piso.

—¿Addison? —Llamó la pelinegra desde la puerta.

A pesar de haber mencionado únicamente el nombre de su antigua ladrona de besos, siete pares de ojos miraron en su dirección -cinco pares castaños, un par verde y finalmente los esperados iris mieles-.

La chica ucraniana tragó saliva de forma visible y Avani hizo una mueca, las chicas de Gay Harmony (o algo así se llamaban según recordaba Dixie) dejaron lo que estaban haciendo y se centraron por completo en lo que Addison y Dixie estuvieran por hacer.

—¿Sí? —Respondió en un hilo de voz.

—¿Crees poder concederme un momento a solas? —La pelinegra echó un vistazo alrededor y se sonrojó al percatarse de que ninguna chica había dejado de ver en su dirección—. Te espero en el corredor.

Dixie se recostó contra el muro más cercano y esperó de forma paciente hasta que la cabellera rubia apareció por la puerta. Addison se veía tímida, de nuevo llevaba las gafas que la pelinegra la había visto usar una que otra vez y un suave sonrojo cubría sus mejillas por alguna cosa que posiblemente le dijeron las chicas en el aula.

—¿Está todo bien? —Cuestionó Dixie.

—¿Por qué no lo estaría? —La rubia balbuceó y el sonrojo en sus mejillas escaló de intensidad—. Quiero decir... solo... olvídalo.

—¿Me has estado evitando? —Volvió a preguntar la pelinegra.

Addison encogió un hombro con la mirada puesta en el piso, y Dixie frunció el entrecejo porque no tenía idea de lo que estaba sucediendo y odiaba no tener idea de lo que estaba sucediendo.

La pelinegra se acercó a la chica ucraniana con pasos lentos pero seguros, más que nada porque no quería asustarla y solo deseaba tantear el terreno, pero cuando estuvo casi a unos centímetros de distancia, Addison alzó la mirada y le tomó el rostro con firmeza antes de unir sus bocas.

Ese fue su beso número treinta y cinco (no es que Dixie estuviera contando) y fue casi como el primero, o al menos lo habría sido de no ser porque la pelinegra dio otro paso al frente hasta que sus torsos se presionaron, y sus labios juguetearon con los de la otra de forma breve antes de alejarse.

—Oh... —Dixie exhaló un suspiro sin aliento y saboreó en su boca el inconfundible labial de fresa.

—Sí —Addison se rió con torpeza y se rascó la parte trasera del cuello—. Había querido hacer eso desde hace... bueno, mucho.

—Podrías hacerlo siempre que quisieras —la pelinegra se aclaró la garganta y fingió que no era la gran cosa antes de añadir—: Me preguntaba si te gustaría...

—No.

—¿Qué? ¿Cómo que no? —Dixie casi chilló, indignada ante la negativa inmediata—. ¡Acabas de besarme! ¡Y ni siquiera me dejaste terminar de hablar!

—Ya lo sé —Addison rodó los ojos—, pero mi respuesta sigue siendo no. Dijiste que te preguntara en un par de semanas y apenas transcurrió una, así que... —se encogió de hombros y esbozó una sonrisa—. Te veré por allí, D'amelio.

"𝚂𝚝𝚘𝚕𝚎𝚗 𝚔𝚒𝚜𝚜𝚎𝚜"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora