𝙲𝚊𝚙 𝚝𝚛𝚎𝚒𝚗𝚝𝚊 𝚢 𝚗𝚞𝚎𝚟𝚎

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Los viernes, por lo general Dixie asistía a la práctica de baloncesto al finalizar las clases, pero desde un par de semanas atrás estar allí se sentía extraño.

Aunque estuviera allí, frente todas esas chicas jadeantes corriendo de un lado a otro en la cancha, en ropa pequeña y con cuerpos divinamente esculpidos, la mente de la pelinegra siempre viajaba a cierta rubia de ojos mieles con un encantador acento europeo que la hacía desear algo tal vez demasiado inapropiado.

De cualquier forma, aunque hubiera querido ir a la práctica, debía ordenar algunas cosas para el próximo torneo de ajedrez -contra el instituto rival de D'amelio High de todos los tiempos-, y si bien habían ganado el trofeo del torneo año con año, Dixie no podía confiarse. Además, de forma poco conveniente, uno de sus mejores elementos en el Club abandonó D'amelio High para mudarse a Londres y todo estaba hecho un desastre.

Se trataba de un torneo simple donde cada instituto registraba cuatro concursantes, pues aquello no era muy extenso, y los participantes de D'amelio High siempre habían sido Dixie, Avani, Troy Zarba y Nick Austinn, pero Troy se mudó a Europa y había una vacante por ser llenada y, honestamente, la pelinegra no tenía cabeza para preocuparse por todo eso cuando estaba todo el asunto de Addison pidiéndole ser su Valentín y...

Un momento... Addison casi la venció una vez.

Dixie dejó atrás su escritorio lleno de papeles con jugadas y salió del aula designada al Club de Ajedrez para dirigirse al patio delantero porque obviamente Addison estaría allí. Con el paso de las semanas se dio cuenta de que siempre se quedaba los viernes luego de clases para conversar con Margaret y Alexandra, tenían una banca favorita y todo, por lo que no dudó en dirigirse hasta allí.

—¡Addison! —La pelinegra llamó a la chica ucraniana al divisarla a unos metros. La aludida se giró con expresión curiosa—. ¡Te necesito!

Ante la urgencia en el tono de voz de Dixie, Margaret y Alexandra emitieron un sonido de que algo estaba quemándose y las mejillas de la rubia se sonrojaron de tal manera que tuvo que abanicarse el rostro para tratar de dejar de lado la pena.

La pelinegra tropezó con sus propios pies -afortunadamente sin llegar a caer- al darse cuenta de lo que pudo haberse entendido debido a las circunstancias y sus palabras mal elegidas y, ya que al parecer sus mejillas estaban mostrando empatía por las de Addison, también se tiñeron de un intenso color rosado.

—Uhm... hola, Dixie —la rubia saludó de forma torpe y se rascó la nuca con algo de ansiedad nada disimulada—. ¿Puedo ayudarte en algo?

Dixie les dedicó una mirada mordaz a las otras chicas cuando empezaron a murmurar por lo bajo y luego volvió su mirada a los iris mieles de Addison, quien se veía nerviosa y hasta un poco avergonzada.

—Verás, es que te necesito.

—¿Qué? —Cuestionó la rubia en apenas un hilo de voz—. ¿Justo aquí? No soy del tipo exhibicionista...

—¿Qué? Addi, no —Dixie dejó salir una exhalación para relajarse y luego prosiguió—. Hay una vacante libre para el siguiente torneo de ajedrez de D'amelio High contra su rival eterno y me gustaría que compitieras con nosotros, si eso está bien contigo. Ya que estuviste cerca de vencerme y todo eso.

—Espera, ¿el torneo ya está cerca? —Margaret hizo una mueca—. Demonios, detesto a los niños ricos de Western High.

—Pero nosotros también somos niños ricos —la pelirroja miró a su novia con una expresión confusa—. ¿Qué demonios, Sawyer?

—Pero los estudiantes de Western High son ricos, malcriados, odiosos, mayormente homófobos y decididamente desagradables en general —le recordó la pelinegra de forma amable, sin embargo, su atención volvió a la rubia al segundo siguiente—. Addi, en serio no quiero molestar, pero...

—Estoy dentro —respondió la ucraniana sin titubear.

Dixie entreabrió los labios y parpadeó un par de veces ante la aceptación inmediata. Había esperado por lo menos un mínimo de resistencia, e incluso había pensado cómo sobornar a Addison en caso de una negativa, pero todo aquello había sido demasiado sencillo y casi aburrido.

—Oh, genial. Entonces...

Antes de que pudiera terminar su explicación, la rubia acunó su rostro y besó su boca con suavidad antes de alejarse. La pelinegra tragó saliva de forma forzada porque a pesar de saber que Addison iba a besarla cada vez que se topaban, la rubia siempre encontraba un modo de atraparla con la guardia baja.

—Hagamos esto un poco más interesante —Addison esbozó una sonrisa encantadora y luego añadió—: Ya que serás mi Valentín y voy a ayudarte con lo del torneo, tengo una petición antes de todo.

—De acuerdo —Dixie murmuró con reticencia, su corazón empezó a latir a un ritmo frenético y de repente la invadió una oleada de incertidumbre—. Dispara.

—Si obtengo el primer lugar incluso por encima de ti en ese torneo, mi regalo de San Valentín será... —la rubia guardó silencio y fingió pensarlo, pero Dixie estaba segura de que había sabido lo que iba a pedir apenas mencionó que tenía una petición—. Oh, ya sé. Una foto tuya en topless.

—¿Qué? Addison, eso no es justo y es absolutamente incorrecto —la pelirroja saltó de inmediato en defensa de Dixie. Margaret se quedó pasmada. Addison no le prestó atención.

—Oh —la pelinegra tragó saliva de nueva cuenta, pero ella era Dixie D'amelio, y nunca le decía que no a un desafío—. Bien. Pero si yo obtengo el primer lugar por encima de todos, serás tú quien deberá enviarme una foto en topless.

La rubia alzó la barbilla a modo de desafío y Dixie hizo lo mismo, luego estrecharon sus manos y cerraron el trato.

"𝚂𝚝𝚘𝚕𝚎𝚗 𝚔𝚒𝚜𝚜𝚎𝚜"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora