𝙲𝚊𝚙 𝚝𝚛𝚎𝚒𝚗𝚝𝚊 𝚢 𝚝𝚛𝚎𝚜

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—Creo... creo que es mejor que me vaya —la voz de Addison salió en apenas un susurro estrangulado, y de alguna forma su acento salió a relucir aún más.

—Yo creo que debería ver que somos cercanas —respondió Dixie en cambio, mientras sostenía la correa de Cali y la cachorra permanecía en posición alerta, gruñendo y mostrando sus incisivos en dirección a la rubia—. Es una nena inofensiva.

Addison miró de la pelinegra a la cachorra con escepticismo, y luego atravesó la reja con pasos cautelosos, pues lo que menos quería era que la pastor belga se liberara del agarre de Dixie y corriera a morderla apenas estuviera libre. El pelaje de la cachorra se erizó cuando la rubia ingresó en la propiedad y cerró la reja tras su espalda, sin embargo, la pelinegra la llamó en un tono cariñoso y de forma casi instantánea, Cali se relajó visiblemente.

—No tengas miedo, Addison —aconsejó mientras seguía sujetando con firmeza la correa de la cachorra, por si ocurría algo inesperado—. No voy a soltarla hasta que se relaje por completo contigo alrededor. Confía en mí.

Ambas tenían el sábado libre y Dixie propuso que la rubia pasara a su casa a jugar cartas, ajedrez, o simplemente ver películas, y cuando Addison se quejó de que Cali la odiaba y muy posiblemente quisiera arrancar la carne de sus huesos, la pelinegra se ofreció a presentarlas debidamente y tratar de que se llevaran bien.

—Vamos, siéntate en el césped y no hagas movimientos bruscos —instruyó Dixie, y la rubia obedeció inmediatamente, por lo que se sentó con las piernas ligeramente separadas y un nudo de ansiedad y miedo en el estómago—. De acuerdo, mira, su nombre es Cali, ¿bien?

Addison asintió una sola vez, sin apartar la mirada de la pastor belga decididamente más tranquila que al principio. Cali se limitaba a estar sentada al costado de la pelinegra, y si bien sus orejas seguían en alto a modo de alerta, su cola estaba moviéndose cada poco. Sin embargo, la rubia seguía sin confiar demasiado, por algo se decía que luego de la calma venía la tormenta.

—Yo tenía un husky siberiano en Ucrania —comentó Addison con la voz ronca a causa del nudo en su garganta—. Lo dejamos con uno de mis tíos, su nombre es Kost. Me refiero al nombre del perro, no al de mi tío —añadió rápidamente.

Dixie se rió entre dientes por la torpeza de su crush y se colocó en cuclillas para acariciar el lomo de Cali y sus orejas, luego soltó cuidadosamente la correa para que descansara sobre el césped y, al notarlo, la rubia casi dejó salir un grito a causa del horror, pero lo retuvo en su garganta al ver que la pastor belga seguía solo sentada sobre sus patas, viendo en su dirección y disfrutando de las caricias de Dixie.

—Quieta, Cali —ordenó la pelinegra al tiempo que se ponía de pie. La cachorra movió la cola y miró en dirección a su dueña por un momento antes de volver la mirada hacia Addison—. De acuerdo, voy a sentarme a tu lado ahora.

La rubia asintió, tenía los músculos tensos y contenía la respiración, pues los recuerdos de las veces anteriores seguían vívidos en su memoria, y el terror que había sentido al pensar que sería mordida por un perro... había sido simplemente horrible.

Dixie tomó asiento sobre el césped justo al lado de Addison, incluso sus caderas se rozaron ligeramente, y Cali ladeó la cabeza con curiosidad mientras las veía juntas. Seguidamente, la pelinegra tomó la mano de la chica ucraniana entre las dos suyas y ofreció un par de caricias en sus nudillos, entonces la postura de Cali se relajó y, en lugar de estar sentada sobre sus patas, se echó boca abajo y siguió mirando la interacción.

—¿Ves? Funciona —murmuró la pelinegra antes de pasar un brazo por los hombros de Addison, quien se relajó visiblemente al notar que Cali parecía tranquila—. Ahora, ten en cuenta que esto es únicamente para que Cali sepa que somos cercanas, ¿de acuerdo?

Cuando la rubia se giró hacia Dixie para preguntarle a qué se refería, la pelinegra atrapó su mandíbula con la mano derecha y unió sus bocas de forma firme aunque casta. Las mejillas de Addison adquirieron un tono rosado ante el contacto inesperado pero no se movió, y cuando Dixie se alejó de su boca, dejó una caricia delicada en su mandíbula antes de girarse hacia la pastor belga.

—Ven aquí, linda —urgió con voz cariñosa, e inmediatamente, Cali se levantó para caminar y echarse en el regazo de la rubia, quien tragó saliva y le acarició las orejas con los dedos temblorosos—. Y es así como todo comienza. Bienvenida, Addison.

"𝚂𝚝𝚘𝚕𝚎𝚗 𝚔𝚒𝚜𝚜𝚎𝚜"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora