𝙲𝚊𝚙 𝚗𝚞𝚎𝚟𝚎

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Tienes la sonrisa más linda de todas, y la manera en que se forman los hoyuelos en tus mejillas cada vez que sonríes, hace que mi corazón se acelere y sienta que voy a desmayarme.
-Rae.

—¿Rae? —Cuestionó Charli, quien estaba leyendo la nota por encima del hombro de su amiga—. ¿El ser humano más idiota del universo, que prefiere andar tirando a su crush en lugar de presentarse ante ella como una persona normal?

Avani, que estaba buscando el libro para su próxima clase, dejó salir un resoplido de risa y la pelinegra rodó los ojos antes de darle un pequeño empujón en el hombro a Charli.

—No seas molesta.

—No, pero de verdad. ¿Rae?

—¿El amor de tu vida? —Ofreció la chica apenas conteniendo la risa—. Si es así, es cómico porque está a casi nada de ser verdad.

—En serio las detesto —se quejó Dixie al tiempo que guardaba en su bolsillo la nota que encontró en su casillero—. Tengo hora libre, así que iré a la biblioteca, ¿de acuerdo? Nos vemos más tarde.

Avani y Charli mostraron su acuerdo con un murmullo al tiempo que la pelinegra emprendía camino hacia el lado opuesto al que sus amigas tomaron, en dirección a la biblioteca del segundo piso.

Sin embargo, alguien la tomó por la muñeca cuando pasaba frente al pequeño cuarto del conserje, y ese alguien también tiró de ella para meterla allí dentro y acorralarla contra la pared.

La pelinegra no podía ver a su atacante debido a la oscuridad que inundaba la pequeña estancia, pero apenas los labios cálidos con sabor a fresa buscaron los suyos y el olor a frutos rojos llegó a su nariz, supo que se trataba de la misma chica que venía acorralándola desde la semana anterior, y por primera vez, Dixie se atrevió a tomarla de las mejillas para mantener sus labios unidos por más tiempo, pero de forma inevitable la ladrona de besos se alejó.

—Hoy te toca educación física y no quise dejarte caer sobre tu culo una vez más —murmuró la chica contra sus labios, y Dixie pudo sentir que esbozaba una sonrisa—. Ah, por cierto, lo lamento.

—¿Qué cosa? —Cuestionó la pelinegra.

Lo que obtuvo como respuesta fue que la chica le colocó un beanie de lana en la cabeza y lo bajó de tal modo que le cubrió los ojos. Dixie se lo quitó de un tirón, pero aunque la puerta del cuarto del conserje estaba abierta, para ese momento solo pudo escuchar los pasos apresurados de la rubia alejándose por el corredor.

El beanie olía a frutos rojos.

"𝚂𝚝𝚘𝚕𝚎𝚗 𝚔𝚒𝚜𝚜𝚎𝚜"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora