A Dixie le parecía que los miércoles de educación física siempre llegaban demasiado rápido, pero como no podía hacer mucho respecto al avance de los días, solo le quedaba quejarse, andar por el instituto con expresión desganada y rodar los ojos cada vez que alguien mencionaba la maldita clase de educación física.Caminó en dirección a Avani al ver que estaba sentada en una de las bancas del pasillo -increíblemente sin su novia-, y apenas se plantó frente a ella, le arrebató el libro que tenía entre las manos y lo tiró al suelo. Los ojos castaños de la chica se elevaron para encontrarse con los cafés de su amiga, y dejó salir un suspiro pesaroso antes de hablar.
—Estaba leyendo eso.
—Finjamos que me importa —espetó Dixie, y un segundo después le dio una bofetada -más suave que a Sara, pero aún así...-, por lo que Avani la miró entre indignada y dolida—. No me mires así.
—Creí que solo abofeteabas rubias descaradas —se quejó al tiempo que entrecerraba los ojos—. ¿Por qué fue eso?
—Por traidora.
La chica adoptó una expresión de no tener idea de lo que estaba hablando, porque evidentemente estaba en blanco, pero apenas Dixie se cruzó de brazos y señaló sus labios, la realización se extendió por el rostro de Avani.
—Ah, eso.
—¿Ni siquiera vas a disculparte? —Se quejó la pelinegra con cierto dejo de irritación—. ¡Incluso la ayudaste! ¡Se supone que eres mi amiga!
—Soy tu amiga, no tu secretaria. No tengo la obligación de responder lo que me preguntas y/o señalarte las cosas que no notas.
Dixie inhaló profundamente con lentitud para calmarse, porque lo último que quería era una riña por parte de su madre a causa de golpear a la traidora que supo todo el tiempo quién era la ladrona de besos y no le dijo nada. Tampoco le gustaba la idea de que la madre de Avani colocara una denuncia por agresión...
—Tierra llamando a Dixie. ¿En qué pensabas?
—Oh, nada. Me preguntaba si Charli seguiría encontrándote linda con el cabello teñido —comentó como si no fuera la gran cosa. La chica hizo una mueca.
—No te atreverías —murmuró con cierta duda—. ¿Cierto?
—Ciertamente lo pensaría mejor si me ayudaras con algo —admitió con un encogimiento de hombros—. Solo deja que pruebe una teoría y hablamos —finalizó antes de seguir su camino, pues había visto a Addison saliendo de un aula.
Dixie no era exactamente atlética, pero sabía que debía tomar impulso si quería taclear a alguien, por lo que se detuvo brevemente, miró el objetivo y, luego de encomendarse a cualquier deidad que estuviera escuchando, arremetió contra la rubia que le había robado nada menos que diecisiete besos.
No se sorprendió cuando sucedió justo lo que imaginó.
Su cuerpo impactó contra el de Addison, sí, pero en lugar de arrollarla y tirarla como había planeado, solo logró desestabilizarla de forma breve, y la rubia incluso la tomó por los brazos para sostenerla en pie porque en su torpeza, casi cayó de culo al piso.
—Oye, ¿estás bien? —Cuestionó con el distintivo acento europeo que Dixie seguía sin reconocer, y los iris mieles destellaron con cierta preocupación al ver que la pelinegra se veía algo desorientada—. ¿Dixie?
La pelinegra hizo lo que había hecho los últimos días porque seguían en deuda y a la mierda, deseaba saborear el labial de fresa otra vez. Así que tomó a Addison por el cuello de su suéter de punto y unió sus labios en medio del pasillo porque ¿por qué no hacerlo?
Cuando se alejó, pensó seriamente en empujar a la rubia por los hombros para que cayera de culo al piso como ella había hecho varias veces por su culpa, pero pronto comprendió que si no pudo taclearla, mucho menos hacerla caer, sin embargo... había otra opción.
—Oh, ¡joder! —Se quejó Addison al tiempo que saltaba en un solo pie.
Dixie le había dado una patada en la espinilla antes de alejarse de ella.
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"𝚂𝚝𝚘𝚕𝚎𝚗 𝚔𝚒𝚜𝚜𝚎𝚜"
Hayran KurguDonde Addison tiene un crush enorme en Dixie D'amelio, la presidenta del Club de Ajedrez, y busca formas ingeniosas de robarle besos cada vez que se topa con ella. ¡Atención! Capítulos extremadamente cortos. Esta es una adaptación, todos los crédit...