𝙲𝚊𝚙 𝚍𝚒𝚎𝚌𝚒𝚜é𝚒𝚜

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Al pasar la garita del vecindario donde los D'amelio tenían su residencia, Dixie cayó en cuenta de que ese jueves no había visto ni por asomo a su rubia misteriosa. Se encontró a sí misma esperando que la chica apareciera de la nada y la besara como todas las veces anteriores, y fue sorprendida en el mal sentido cuando al final de las clases, la ladrona de besos no apareció.

Para variar, Heidi había tenido una reunión con los profesores esa mañana, reunión que se extendió más de lo debido y la atrapó en el instituto por más tiempo del que pensó, lo que ocasionó que la pelinegra tuviera que tomar un taxi para que la llevara a casa. Decidió que no era necesario que el taxi ingresara al vecindario, por lo que se bajó de este frente a la garita y entró caminando.

Su casa era la sexta al borde de la acera, por lo que no tardó mucho en llegar hasta la reja que mantenía la propiedad cerrada, Cali jugaba con un hueso de plástico y rodaba por el césped al tiempo que jadeaba y dejaba salir gruñidos bajos, sin embargo, apenas Dixie silbó, las orejas de la cachorra se elevaron y detuvo su juego para dirigirse hacia la reja que la pelinegra estaba abriendo.

—Hola, mi amor —murmuró al tiempo que soltaba abría la cerradura—. ¿Quién es la hermosa cachorra de mam...

Su pregunta fue interrumpida por el golpe brusco de un cuerpo contra el suyo, y seguido de eso, el ligero peso de una chica rubia la mantuvo aprisionada de espaldas a la acera. Dixie se quejó en voz alta, lo que hizo que Cali se inquietara, por lo que empezó a ladrar con fuerza y gruñir de forma amenazante al tiempo que trababa de salir a la acera.

La pelinegra sintió la firme presión de unos labios sabor a fresa contra los suyos y cerró los ojos para disfrutar del contacto, sin embargo, su ladrona de besos se alejó más rápido que las veces anteriores y maldijo antes de ponerse de pie y echarse a correr torpemente y con todas sus fuerzas en dirección a la garita.

Cali había logrado sortear la reja y corría tras ella de forma amenazante y veloz mientras ladraba una y otra vez, la rubia gritaba por ayuda –posiblemente no había notado que Cali estaba recibiendo a Dixie cuando decidió taclearla- y la pelinegra se dejó caer sobre su espalda mientras se reía a carcajadas debido a la escena.

Afortunadamente, la rubia logró saltar la reja de una casa y rodó por el césped –Dixie pudo imaginarlo claramente debido al impulso que la vio tomar-, la cachorra siguió ladrando con fuerza y pose amenazante, sin embargo, apenas Dixie silbó, Cali dejó lo que estaba haciendo y se dirigió hacia su dueña con porte tranquilo y la lengua fuera.

—Aw, ¿quién es la pequeña heroína de mamá? —La pelinegra le rascó detrás de las orejas con cariño y besó la cabeza de la cachorra sin poder evitar sonreír—. ¿La tipa ruda quiso lastimar a mami?

Todo lo que obtuvo como respuesta fue un lametón cariñoso en la mejilla.

Viendo de nuevo hacia el lugar detrás de la cachorra, pudo ver a lo lejos que la chica rubia saltaba de nuevo la reja y caminaba hacia el otro lado de la calle para abrir con una llave la reja de otra de las casas, cojeaba y tenía la ropa sucia con hojas secas y barro, pero en ningún momento miró en dirección a Dixie.

"𝚂𝚝𝚘𝚕𝚎𝚗 𝚔𝚒𝚜𝚜𝚎𝚜"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora