𝙲𝚊𝚙 𝚌𝚞𝚊𝚛𝚎𝚗𝚝𝚊 𝚢 𝚌𝚒𝚗𝚌𝚘

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Como cada maldito miércoles de su vida desde que inició el ciclo escolar, Dixie ató las agujetas de sus zapatillas de deporte y maldijo entre dientes.

A su costado, Charli estaba usando su teléfono para mensajear con Avani porque esta no había asistido a clases debido a una cita de rutina con su psicóloga. ¿O era la oftalmóloga? ¿Quizás fue con la otorrinolaringóloga? Igual y era con la ginecóloga... o con la antropóloga. Dixie no tenía ni idea de por qué su amiga iría a una cita de rutina con una antropóloga, pero cada quien con sus cosas.

—¿Por qué Avani tuvo una cita de rutina con una antropóloga? —La pelinegra cedió ante su curiosidad y frunció el entrecejo. La corredora la miró sin tener idea de qué estaba hablando.

—¿Qué?

—Dijiste que no podría venir hoy porque tenía una cita de rutina con su antropóloga —Dixie explicó con obviedad.

—¿Qué demonios, D'amelio? ¿Por qué Avani iría con una antropóloga? —Charli hizo una mueca y rodó los ojos—. Dije que tenía una cita de rutina con su odontóloga.

—Oh... —la pelinegra parpadeó un par de veces para procesar la nueva información, y luego añadió—: Bueno, eso tiene más sentido.

La castaña dejó salir una risa divertida pero volvió a sus asuntos de inmediato, por lo que Dixie decidió salir de los vestidores y dirigirse hacia el gimnasio antes de que cualquier otra cosa sucediera.

Era usual que los profesores o entrenadores unieran a dos grupos de estudiantes para hacer las actividades cada ciertos días y fomentar la convivencia, por lo que la pelinegra no se sorprendió cuando entró al gimnasio y vio que Addison, Alexandra, Margaret y Jack estaban calentando. La entrenadora estaba revisando tal vez la actividad en su... cosa de actividades, y del techo colgaban dos cuerdas con nudos a cada cierta distancia para trepar, mismas que rozaban las colchonetas debajo del área donde se llevaría a cabo la actividad.

Los brazos de Dixie protestaron solo con ver la cuerda.

Con suerte lograría escabullirse y dejarse hasta el final para quedarse sin tiempo en clase y evadir la actividad.

Addison se veía hermosa, aunque eso no era nada nuevo. Sin embargo, había algo en ella usando ropa ajustada y corta, del tipo que dejaba en exhibición su cuerpo atlético, definido y firme al tacto. Tal vez eran las hormonas de Dixie hablando, pero no había nada que pudiera negarle a Addison...

Con semejante estructura ósea y muscular, Dixie no entendía cómo era posible que aún no hubiera aplicado para ningún equipo del instituto.

—Puaj, ¿y esa expresión de babosa hormonal? —Charli le golpeó el brazo y la pelinegra rodó los ojos.

—¿Cuál expresión de babosa hormonal? Creo que olvidas quién fue la que entró a la duchas luego de clases para un "rapidito" con su novia —se burló Dixie.

La corredora se sonrojó profundamente, pero no tardó en defenderse.

—De acuerdo, pero eso solo sucedió una maldita vez —la castaña resopló—. Además, estaba en el período antes de mi ciclo menstrual y mis hormonas siempre se alocan de más esos días.

La pelinegra iba a replicar para desacreditar la excusa de su amiga, pero la entrenadora sopló su silbato y tuvo que guardar silencio para acercarse y hacer un círculo alrededor de la entrenadora Gregg para escuchar la dinámica del ejercicio rompe huesos que estaban por hacer.

Justo como pensó, debían escalar la cuerda, tocar la viga del techo y luego descender. Sería una competencia de la clase A contra la clase B, y malditamente todos en la clase B se veían en excelente forma. Especialmente Addison...

—Rae y D'amelio serán las primeras —espetó la entrenadora.

La rubia volteó a ver a Dixie, quien hizo una mueca pero se acercó a la cuerda de todos modos. Le empezaron a sudar las manos -más cuando se percató de que Addison estaba solo a unos pasos- pero trató de mantener la compostura porque era una D'amelio, y los D'amelio jamás renunciaban.

—Sin resentimientos, ¿cierto? —Murmuró la chica ucraniana al tiempo que sujetaba la cuerda. Dixie hizo lo mismo para no desentonar.

—Pfft, es solo un juego estúpido.

Cuando la entrenadora sopló el silbato, la pelinegra pudo ver todo en cámara lenta. Addison ejerció una fuerza impresionante para elevarse con rapidez y eficiencia, haciendo uso de sus brazos para llegar a la cima lo más pronto posible.

Dixie hizo lo mismo. Más o menos.

Todo iba bien dentro de lo normal, la pelinegra se elevó con confianza para subir y tocar la viga en el techo, pero cuando estuvo a unos dos metros de distancia del suelo, los músculos de sus bíceps se flexionaron de una forma poco agradable y sus dedos se aferraron con fuerza a los nudos en la cuerda para evitar caer y romper su lindo rostro en el proceso de aterrizaje.

Addison estaba bajando de nuevo y ella seguía suspendida a dos metros del suelo mientras trataba de disipar el maldito tirón en sus bíceps y se sostenía con todas sus fuerzas para no caer. Pero la gravedad era una perra y la odiaba, así que...

—Mierda —espetó al tiempo que perdía el agarre en los nudos de la cuerda.

La rubia estaba alardeando de su desempeño, demasiado ensimismada en su arrogancia para notar que estaba justo debajo de Dixie, y cuando la pelinegra perdió el agarre en la cuerda, cayó de lleno sobre ella.

El golpe habría sido mucho más doloroso si Addison no hubiera detenido el golpe, así que debía agradecerle. Aún así, el choque de extremidades fue doloroso y terminaron enredadas en una posición extraña mientras se lamentaban y maldecían a medio mundo.

Una multitud de estudiantes se reunió alrededor de ambas y la entrenadora rodó los ojos antes de hacer un par de anotaciones y murmurar:

—D'amelio y Rae, a la enfermería.

Cojearon en silencio mientras se dirigían a la enfermería, pero antes de llegar, Dixie tomó a la rubia por los hombros y la empujó contra un muro para besarla. Addison la sujetó por las caderas y unió sus cuerpos para desempeñar mejor todo aquello, pero se separaron de forma brusca cuando alguien se aclaró la garganta detrás de ambas.

—¿Saltándose las clases para besarse en los pasillos? —Cuestionó la directora con los brazos cruzados y una ceja alzada.

—¡No! —Balbuceó la rubia—. Íbamos a la enfermería porque...

—No parece que estén camino a la enfermería —zanjó Heidi, y cuando Addison quiso replicar de nuevo -Dixie ni siquiera lo intentó porque conocía a su madre-, la mujer volvió a hablar—. Tienen detención.

—¡¿Qué?! —La rubia le dedicó una mirada de pánico a Dixie, quien se encogió de hombros.

—Por lo menos no tienes que atender la cafetería y no tengo que limpiar nada —la pelinegra se encogió de hombros.

—Uhm... yo no estaría tan segura —murmuró la directora antes de seguir su camino—. Mantengan sus manos quietas.

"𝚂𝚝𝚘𝚕𝚎𝚗 𝚔𝚒𝚜𝚜𝚎𝚜"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora