𝙲𝚊𝚙 𝚗𝚘𝚟𝚎𝚗𝚝𝚊 𝚢 𝚜𝚒𝚎𝚝𝚎

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—Por favor no lo dejes ajustado en la entrepierna —murmuró Addison una vez que su novia midió el ancho de sus caderas—. Pixie, no me mires así. Te lo pido porque podría desatarse una pelea en cualquier momento y quiero tener total libertad para patear traseros.

—Te estoy mirando raro porque no voy a hacer un par de pantalones para ti, Adds —la pelinegra rodó los ojos y anotó la medida recién tomada en un pequeño cuaderno—. ¿Acaso me veo como alguien que sabe lo que está haciendo, Easterling? Obviamente iré a lo fácil y voy a confeccionar una falda para ti, aunque aún no resuelvo cómo demonios se forman los pliegues —musitó para sí misma.

—Estoy segura de que lo harás genial —expresó la chica ucraniana en una muestra de apoyo—. Eres Dixie D'amelio y...

—Oh, cállate —resopló la pelinegra—. Ayer dijiste lo mismo y terminé desmayada.

Para su crédito, la rubia escuchó a su novia y guardó silencio.

Era jueves de corte y confección y nadie tenía ni la más mínima idea de lo que estaba haciendo. Los estudiantes del último año se habían organizado en parejas por afinidad y quien fuera el menos torpe de dicha pareja debía armar un conjunto para el otro, y honestamente, ni Addison ni Dixie entendían una mierda del tema, pero debían sacar a flote la actividad de todos modos, y si la pelinegra iba a hacer algo de lo que no tenía idea, por lo menos sacaría provecho de eso y tocaría a su novia todo lo que le fuera posible.

A un par de metros de donde ellas estaban, Avani medía los hombros de su novia con expresión determinada y ensimismada mientras Charli permanecía de pie en "modo tieso", vistiendo una camiseta sin mangas que dejaba a la vista la parte baja de su vientre y un par de shorts de tela ligera.

Obviamente, Avani -siendo la Avani que todos amaban- se colocó un delantal, unas gafas de montura gruesa y se recogió el cabello en un moño desordenado para "entrar en el personaje", según sus palabras.

Más allá de la corredora y la chica, Nai estaba sentada en una jaba de madera con su teléfono en las manos -posiblemente viendo algo en Netflix- mientras Nick utilizaba la máquina de costura con una destreza impresionante para coser lo que parecía ser un overol de mezclilla.

Sara estaba peleándose con la cinta métrica mientras trataba de medir a Ava, quien se veía algo molesta y hastiada debido a la tardanza, y Alexandra y Margaret estaban haciendo tonterías mientras Andrea ataba de un modo y otro las muñecas de Barbara con la cinta métrica en un intento por demostrar que había sido una girl scout.

—Mierda, ni siquiera tengo idea de cómo se usa esta maldita cosa —musitó la pelinegra con frustración una vez instalada en la silla tras la máquina de costura.

—Creo que primero debes cortar la tela —expresó Addison con una mueca dudosa—. Para eso son las medidas que tomaste de mi cuerpo, ¿no?

—Ni idea —respondió Dixie con total honestidad—. La verdad es que solo estaba fingiendo que te medía. No tengo idea de cómo se usa la cinta métrica —admitió con una sonrisa avergonzada y los pómulos enrojecidos.

Addison parpadeó dos veces y miró a Dixie con expresión confusa, luego detalló las anotaciones -erróneas- en el cuaderno y miró de nuevo a su novia con la misma expresión de pasmo.

—¿En serio acabas de fingir durante quince minutos que me estabas tomando medidas?

—Por supuesto —expresó la pelinegra de inmediato—. Soy una D'amelio,Addison. Prefiero fingir que hago algo, antes que admitir que no sé cómo se hace.

La chica ucraniana rodó los ojos, tomó la mano de su novia para ponerla de pie y recogió la cinta métrica para empezar a tomar las medidas de Dixie, quien se atoró con su propia saliva cuando la rubia se colocó de rodillas frente a ella para medir la distancia entre su cadera y su rodilla.

No más de diez minutos después, Addison tomó las tijeras sobre la mesa y empezó a cortar la tela bajo la atenta mirada de la pelinegra, quien estaba a casi nada de expresar algo de lo que se sentía avergonzada pero que necesitaba saber antes de morir.

—¿Por qué casi no tenemos sexo? —Inquirió Dixie con el entrecejo ligeramente fruncido.

La rubia maldijo y espetó algo en ucraniano cuando perdió el agarre firme en las tijeras y se cortó la punta del índice izquierdo con las mismas, corte donde la sangre empezó a salir en una cantidad considerable, lo que hizo que Addison se llevara el dedo herido a la boca para tratar de detener el flujo de sangre. Dixie parpadeó sin dar crédito a lo que había pasado e inmediatamente tomó la mano de su novia para revisar su dedo, aún si la rubia tuvo que sacarlo de su boca debido al tirón insistente.

El sangrado se había detenido pero el corte seguía abierto, y honestamente la pelinegra estaba sintiéndose muy culpable porque fue su culpa que Addison se lastimara, pero antes de que pudiera disculparse, la chica ucraniana exhaló un suspiro y empezó a hablar.

—No lo sé, yo... asumí que no querías una relación tan física —admitió la rubia con cierta reticencia—. Quiero decir que siempre he tratado de darte tu espacio y no quiero que creas que todo esto es por sexo y, tú... dejaste de buscarme para el sexo y asumí que no te gustaba hacerlo conmigo.

—Adds...

—... lo cual entiendo, de verdad, porque sé que tal vez no soy la mejor amante que alguien pueda tener, pero...

—Addison —volvió a llamar la pelinegra —, amo absolutamente todas las cosas que hemos experimentado en la cama.

—¿Qué hay de los otros lugares? —Inquirió la chica ucraniana con las mejillas sonrojadas, lo que hizo que los pómulos de Dixie también adquirieran un tenue color rosado.

—Eh... sí, también amo lo que hemos hecho en otros lugares —admitió la pelinegra en medio de un carraspeo, y luego unió su boca a la de su novia con cariño—. Lamento que pensaras que no quiero tener sexo contigo. Quiero, y mucho, en serio no tienes idea.

Addison esbozó una sonrisa tonta, sonrisa que se volvió una mueca de horror cuando se percató de que Heidi estaba detrás de Dixie. La pelinegra enrojeció por completo al ser consciente de la presencia de su madre y empezó a balbucear.

—Demasiada información —murmuró la directora antes de aclararse la garganta—. Asumiré que ustedes eran las chicas de los rumores en la biblioteca.

Dixie escondió el rostro en el cuello de la rubia a causa de la vergüenza y esta se aclaró la garganta con torpeza, y si bien sus pómulos estaban teñidos de rojo, Addison expresó:

—El sexo es lo más natural del mundo, directora D'amelio.

—Sí, pero ¿quién va a quitarme el trauma? Necesito un lavado de cerebro —Heidi negó con la cabeza y exhaló—. Por lo menos no fue peor que encontrar a Avani y Dixid teniendo sexo en su habitación.

—¡Mamá! —Chilló la pelinegra en voz baja luego de salir de su escondite—. Avani y yo nunca tuvimos sexo.

—Tranquila, Jane, eso lo más natural —musitó la directora—. Escuché que las chicas de hoy refuerzan la amistad así y...

—¡Madre! —Volvió a chillar Dixie—. ¿No tienes nada que hacer? La asociación de padres te busca. Ve.

Heidi rodó los ojos, y antes de irse, expresó en voz alta para que todos escucharan:

—Tú lavarás tus sábanas de hoy en adelante, Jane. Me niego a tocar esas cosas.

"𝚂𝚝𝚘𝚕𝚎𝚗 𝚔𝚒𝚜𝚜𝚎𝚜"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora