𝙲𝚊𝚙 𝚌𝚞𝚊𝚛𝚎𝚗𝚝𝚊 𝚢 𝚍𝚘𝚜

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Dixie no esperó que la tarde de ese mismo día, Addison apareciera fuera de la reja de su casa sosteniendo -por lo menos- tres docenas de rosas blancas y rosadas en un ramo atado con un lindo listón plateado.

El corazón de la pelinegra se aceleró, tropezó y volvió a latir de forma frenética al visualizar a la rubia de sus sueños -muy literalmente- sosteniendo ese arreglo floral entre los brazos y vestida de forma pulcra. Tenía el cabello rubio recogido en una coleta y llevaba las gafas de pasta que solía usar, los pantalones de tela estaban planchados de forma minuciosa y la camisa azul -debajo de una chaqueta formal- estaba abotonada por completo.

—Por Dios, Addison —Dixie exhaló un suspiro tembloroso al no encontrar palabras que pudieran explicar su asombro—. Es... esto es...

—Oh. Hola, Dixie —la rubia esbozó una sonrisa brillante y reacomodó las rosas entre sus brazos para poder ver a Dixie a los ojos—. Estás hermosa.

Era mentira, por supuesto.

La pelinegra vestía un par de shorts de mezclilla -que más bien parecían calzoncillos debido a lo cortos que eran- y una sudadera que era quizás tres o cuatro tallas más grande de lo que era la ropa que ella normalmente usaba. Estaba descalza, también, y tenía el cabello apenas recogido en un moño desordenado que dejaba algunos mechones sueltos que se enroscaban a la altura de su hombro.

Dixie no pudo evitar caminar hasta la reja para abrirla y que la rubia ingresara, y apenas Addison estuvo dentro de la propiedad de los D'amelio, la pelinegra volvió a cerrar. Luego, cuidó el no estropear las rosas y tomó las mejillas de la chica ucraniana para unir sus bocas de forma suave.

Sus labios juguetearon un pequeño momento con los de la otra y cuando se separaron, había un par de sonrisas idénticas en sus rostros.

—Son hermosas —murmuró Dixie luego de liberar el rostro de la rubia.

—Tú... ¿en serio lo crees? —Cuestionó Addison con cierta duda—. Justo ahora creo que pude haber elegido mejor.

—Le lo juro, Addi, son perfectas —respondió la pelinegra.

Lo que siguió fue más bien incómodo.

Dixie trató de tomar las rosas entre los brazos de Addison, pero cuando tiró del ramo para acogerlo en sus manos, la rubia tiró de él para quitárselo, y cada vez que Dixie tiraba, Addison también lo hacía para no perder su agarre sobre el arreglo. Aquello se repitió varias veces hasta que una vez que la pelinegra se cansó de aquello, se cruzó de brazos y frunció el entrecejo.

—¿Qué sucede?

—¿Qué? Nada. No sé de qué hablas —respondió la rubia.

—Las rosas —murmuró la pelinegra en tono de obviedad.

Addison frunció el entrecejo en confusión, pero cuando pareció que Dixie iba a hablar de nuevo, fue interrumpida por la voz de su madre, que estaba a sus espaldas y de pie en el pórtico.

—¿Sucede algo? —Cuestionó con una mirada de extrañeza.

—Cosas de compañeras de instituto, madre —respondió Dixie antes de girarse para verla de frente.

—Directora D'amelio —Addison irguió su postura y se giró rápidamente para ver a la mujer, luego tragó saliva de forma forzada y le ofreció las rosas antes de añadir en un hilo de voz—: Para usted.

Heidi tomó las rosas de forma cuidadosa y con expresión de sorpresa, al mismo tiempo, la chica ucraniana se sonrojó profundamente y Dixie balbuceó groserías en irlandés.

—Oh... gracias, señorita Rae. ¿A qué debo el honor?

—Yo... me preguntaba si le gustaría ir a cenar conmigo esta noche —respondió Addison con las manos temblorosas a causa de los nervios—. Me sentiría honrada si usted aceptara ser mi cita.

Dixie entreabrió la boca con toda la indignación que pudo reunir en su expresión y se cruzó de brazos. Heidi parpadeó un par de veces, pasmada ante la proposición, y Addison... ella estaba de pie torpemente frente a la directora de D'amelio High.

—¿Qué demonios, Addison? —Terminó por espetar la pelinegra para luego tensar la mandíbula y tratar de mantener a raya su disgusto—. ¡Se supone que es a mí a quien debes invitar a salir! ¡No a mi madre!

—Dixie, tranquila —Heidi le dedicó a su hija una mirada represora.

—¡No me voy a tranquilizar, madre! —Chilló la pelinegra en un tono casi histérico—. ¡A mi no-novia le gustan las sugar mommys!

—¡Jane! —Espetó Heidi con el entrecejo fruncido.

—¡Jane nada! —Volvió a gritar la pelinegra antes de entrar a la residencia con pasos furiosos.

Heidi se quedó de pie aún con las rosas entre los brazos y dejó salir un suspiro, Addison parecía confundida y se veía descolocada, luego murmuró:

—¿Qué es una sugar mommy?

"𝚂𝚝𝚘𝚕𝚎𝚗 𝚔𝚒𝚜𝚜𝚎𝚜"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora