"𝚂𝚝𝚘𝚕𝚎𝚗 𝚔𝚒𝚜𝚜𝚎𝚜"

𝙲𝚊𝚙 𝚟𝚎𝚒𝚗𝚝𝚒𝚗𝚞𝚎𝚟𝚎

Dixie estaba dolorida y casi sentía que la habían aporreado el día anterior. Caminó de un lado a otro por el instituto recogiendo envolturas de cualquier tipo y tuvo que irse a casa en un taxi porque su madre no la esperó, y lo peor fue que cuando Cali quiso jugar con ella al llegar, estaba tan cansada que pasó de largo con el corazón encogido al ver el semblante de su cachorra.

Fue un día horrible, y ese miércoles no pintaba mucho mejor, porque el intendente no se veía por ningún lado.

Lo que hacía su castigo un poco más llevadero era saber que Addison y Avani también estaban castigadas y debían soportar a los estudiantes pidiendo su comida. Verlas correr de un lado hacia el otro se convirtió -desde el día anterior- en su cosa favorita, porque a veces chocaban la una con la otra y se disculpaban de forma apresurada solo para volver a chocar unos minutos después.

Cuando fue su turno de llegar al mostrador, Avani le dedicó una mirada de homicida que la hizo reír, y Addison dejó caer el vaso térmico -afortunadamente vacío- que llevaba en la mano debido a la impresión, sin embargo, la pelinegra fingió no notar aquello y en su lugar colocó una expresión pensativa.

—Un sándwich vegano y un jugo de naranja, por favor —murmuró en dirección a Avani, quien frunció el entrecejo y colocó el pedido sobre el mostrador—. ¿Por qué tienes ojeras y te ves tan desaliñada?

—Por tu culpa —espetó la chica antes de tomar el billete que la pelinegra le ofrecía—. Esta maldita gorra no me sienta bien, mi madre me riñó como no tienes idea por tener castigo, y la entrenadora dijo que esta semana y la próxima tengo prohibido asistir a la práctica.

—Maldita sea —exhaló Dixie—. Lo lamento, no creí que...

—No pasa nada —Avani hizo un gesto de desdén y esbozó una pequeña sonrisa—. Si te perdoné luego de liberar las aves que tuve desde pequeña, esto es cualquier cosa en comparación.

—Oh, es verdad que perdiste tus aves por mi culpa —la pelinegra hizo una mueca y miró el mostrador—. Pero fue un accidente, lo juro.

La chica volvió a encogerse de hombros y se despidió con un gesto de la mano, pero cuando Dixie iba a girarse para ir a una mesa, una mano cálida se posó sobre la suya y la pelinegra volteó de forma inmediata. Addison se veía adorable con la estúpida gorra del uniforme, la camiseta polo blanca con el cuello y las mangas rosadas, y el cabello rubio medianamente desaliñado debajo de la gorra.

—Hey, Dixie... —murmuró con cierta duda—. Sé que este no es el mejor lugar para conversar, pero yo... quisiera hablarte de algo.

—Claro, dime qué sucede —Dixie esbozó una sonrisa suave para infundirle tranquilidad, y la rubia inhaló de forma temblorosa—. ¿Addison?

—Debido a los acontecimientos de ayer y, bueno, la semana... pude notar que de algún modo te... gustaría salir conmigo —explicó vagamente y con la mirada puesta en sus manos aún unidas en el mostrador—. Así que lo estuve pensando y me preguntaba si te gustaría ir a una... cita conmigo. Tal vez una vez que finalices con la limpieza del auditorio y el aula de audiovisuales, ¡incluso podría ayudarte! Si quieres —añadió rápidamente.

El corazón de Dixie se agitó en su pecho y las estúpidas mariposas en el estómago se hicieron presentes a causa de la dulzura en la proposición de Addison, y tal vez su rostro adoptó una expresión estúpida, porque la rubia la veía con una sonrisa boba, pero la pelinegra se dijo que seguían en deuda y no podían dar un paso más allá antes de saldarla. Su orgullo D'amelio no se lo permitía.

—Pregúntame de nuevo en un par de semanas —terminó por responder.

Addison parpadeó varias veces y balbuceó con torpeza, Dixie escuchó que hablaba consigo misma y, deseando darle un indicio de que absolutamente quería salir con ella, se empujó sobre las puntas de sus pies y tomó el rostro de la rubia para unir sus bocas de forma delicada, entonces murmuró:

—Aún tenemos una deuda que debe ser saldada.

Luego de que las palabras salieron de sus labios, un cuerpo impactó contra el suyo de forma brusca y la hizo caer sobre el suelo de baldosas. Addison dejó salir un grito agudo a causa del susto y saltó el mostrador para ver que la pelinegra estuviera bien, mientras tanto, Dixie yacía debajo del cuerpo de Charli.

—¿Qué demonios pasa contigo? —Casi chilló, aunque por la falta de aliento, salió más como en un hilo de voz.

—Lo lamento, creí que habías besado a Avani —respondió la corredora antes de ponerse de pie y salir huyendo.