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Berlín, Alemania. Del quinto al sexto día.

Estaban en un tren camino a Alemania, cada vez había más frío y cansancio entre ellos. No sabían exactamente qué debían hacer y habían perdido la comunicación con todo el equipo, por lo que la misión estaba bastante confusa y complicada.

—¿Seguro que estás bien? —preguntó una vez más Lucas, asomándose para ver el paisaje alemán frío y nevado.—

—Dios santo Lucas, treinta veces van ya que me lo preguntas. —respondió Bucky con un rostro de pocos amigos.— ¿qué mierda te pasa, te da miedo Alemania o qué?

Lucas se remangaba el traje, y con un suspiro fuerte miró a Bucky. No quería culparle por su mal genio, entendía que estaba ansioso por la situación en la que estaban así que buscó paciencia de dónde no la tenía y le dirigió la mirada de nuevo.

—No me da miedo Alemania, solo quería saber si te sentías bien.

—Es una misión aburrida de recopilación de información, ya está. ¿Por qué me sentiría mal? Deja de ser tan sensible y céntrate. —comentó desganado, mirando también el gélido paisaje.—

—Mierda Bucky, deja de ser un cínico. —estalló Lucas.— estamos en un puto tren en invierno y camino de Alemania. ¿Te suena de algo? Porque a mi sí, puto imbécil.

Se hizo un silencio en ambos. Los dos molestos, preocupados pero sobretodo, ansiosos. A ninguno le apetecía estar en esa situación.

—¿Recuerdas haber sido feliz? —preguntó de la nada Bucky, dejando de mirar por la puerta del vagón para sentarse.— antes de Hydra, digo.

Lucas frunció ligeramente el ceño y se giró, observándolo por unos segundos antes de responder.

—Supongo... A veces. —murmuró, encogiéndose de hombros.— en mi casa no, pero en la universidad desde luego que sí. Solo había sexo, alcohol y fiesta. —rió un poco.— ¿y tú?

—¿Yo? —alzó las cejas y sonrió un poco.— en su momento creía que no, después de setenta años de tortura creo que no estuvo tan mal. —dijo también riendo un poco.— Steve y yo éramos felices, buenos chicos... Pero pobres como ratas. —se miró las manos, tratando de recordar los viejos tiempos con más cariño que tristeza.— los días buenos íbamos a beber refrescos y a ver la televisión en el escaparate de alguna tienda. Hacíamos reuniones los jóvenes del barrio para ver la televisión, y no te miento cuando te digo que éramos como veinte chicos en frente de un pequeño escaparate peleándonos por ver el gran invento.

—No me digas. —opinó Lucas con curiosidad, acercándose y sentándose al lado de él.— ¿tú no tenías televisión?

—¿tengo cara de rico? —preguntó con gracia Bucky.— quedábamos los viernes a las cuatro, que era cuando ponían los dibujos animados. —recordó con nostalgia.— eso si no tenía que trabajar, claro.

—Qué vida de mierda, si se me permite el apunte. —opinó mientras Bucky le enseñaba el dedo del medio, riendo.—

—Sí, pero al menos a mí mi padre no me golpeaba. —respondió riendo y ahora era Lucas el que le enseñaba el dedo del medio.—

—¿En serio trabajabas de niño?

—Yo y todos los niños de mi edad que éramos ratas pobres. —bromeó, levantándose para poner a punto las armas.— yo trabajaba de pequeño limpiando zapatos, y más grande fui mecánico en la base militar antes de poder alistarme.

—No me... —le paró Lucas, tapando su boca para cubrir su gran sonrisa.— ¡eras mecánico, como Carey!

Bucky se sonrojó muy ligeramente y asintió, por primera vez, algo tímido.

Who is? | Bucky BarnesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora