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Bucky había estado bastante más tiempo del que le gustaría admitir tratando de recobrar la compostura y su respiración normal. Si bien los demás lo habrían de haber pasado mal, su pequeña disputa con Carey le había parecido de las pruebas más increíbles que había hecho en el último año. No quería admitirlo en voz alta, pero no estaba dispuesto a entrenar a Carey, ya empezaba a odiarla. La quería tanto, estaba tan enamorado y a la vez le excitaba tanto, que la odiaba. Odiaba que alguien tuviera tantísimo poder en él, odiaba amarla y necesitarla, lo detestaba. No quería verla porque estaba tan obsesionado y su amor era tan grande que podía jurar que le dolía físicamente.

Tras las pruebas y que él se hubiera calmado, volvió a hacer relevo con Lucas y había dado el entrenamiento por terminado. Todos se habían dispersado, tras aquella polémica prueba, ya sus compañeros se habían escabullido entre los largos y angostos pasillos del complejo en busca de reposo y descanso en sus respectivas habitaciones. Él, a pesar de que no lo solía hacer, decidió quedarse un rato más y salir al jardín. Solo, en silencio, tratando de calmar todo lo que sentía... Era el momento breve pero perfecto en el que el complejo parecía estar en completo silencio y armonía, a excepción de en la noche.

Se sentó en uno de los bancos exteriores justo a la salida de la sala de entrenamientos y cerró los ojos. El silencio era también una música para los oídos cansados de Los Vengadores, poder parar para respirar y disfrutar de aquella melodía era un regalo para aquellos que vivían en el estrés de la batalla. Casi podía escuchar el ruido del débil sol que se recuperaba de un invierno gélido y abrazaba lentamente a la primavera, las pequeñas y revoltosas alas de algún que otro insecto volador, la suave brisa que acariciaba el pasto y... El ruido de cierto animal revoltoso que correteaba por el jardín.

Abrió los ojos con el ceño fruncido y cruzó miradas con el perro de Steve, que corría por todo el pasto con fuerza y emoción. Lentamente sus ojos azules dieron con la figura difusa de Steve en la distancia, que tenía en su mano una pelota y observaba a su perro con el pequeño rastro de una sonrisa.

—Hola... —le susurró al perro, alzando su mano con cuidado, casi como si le pidiera permiso al animal para acariciar su cabeza. El perro, alegremente, dio una vuelta sobre sí mismo mientras disfrutaba de la breve y suave caricia de Bucky.

—Hey, Buck... —saludó Steve una vez se acercó a su mejor amigo.— no te esperaba aquí.

—Ni yo a ti. —respondió Bucky, sonriendo con cierta incomodidad pues sabía que Steve era consciente de todo. El ambiente estaba más cargado que nunca.— ¿no deberías de estar ingresado?

—Sí... Pero pedí el alta voluntaria y vine a pasear a Toby un rato, me ayuda a calmarme los pensamientos. —explicó mientras, sin mirar a Bucky, se sentaba a su lado.

—¿Hay algo que te robe la tranquilidad? —preguntó Bucky, que miraba de forma perdida y desordenada al horizonte.

Steve apretó sus labios, en una breve sonrisa de molestia mientras trataba de gestionar lo que sabía con lo que Bucky acababa de decir. No obstante, se mantuvo sereno y no reaccionó mucho más.

—A mi todo me roba la tranquilidad. —espetó como una broma mala que Bucky recibió con una risa incómoda.— ¿qué tal el entrenamiento?

—Bien, lo mismo de siempre, me supongo. —observó a Steve detenidamente unos cuantos segundos más. Esa iba a ser quizás de sus últimas conversaciones estando tan tranquilos y civilizados, y lo sabía perfectamente.

—Voy a adelantar las pruebas físicas de este año. —dijo entonces Steve como un comentario de lo más casual, pero en su tono de voz se escondían segundas intenciones.

Who is? | Bucky BarnesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora