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Salí del baño en bata y secando mi cabello, cuando veo a mi abuela sentada al borde de la cama—¿Qué sucede?

Ella me mira y suspira—no sé, en qué momento todo se salió de las manos.

Me senté junto a mi abuela, le miré y no dije nada—cuando mi padre se casó Samantha—pensé.

—Exacto, no debí dejar que se casará.

Fruncí el ceño—¿Hablé en voz alta?

—Así era tu madre—se ríe—siempre fue una mujer sincera, que no temía decirle sus verdades a nadie en la cara—suspira.

—¿Cómo era ella?

—Así como eres tú, tanto física como interna.—Suspira—cuando conocí a tu madre, solo era amiga de tu padre y créeme, algunas veces le dije que estaba celosa, porque tu padre siempre le pedía un consejo a ella y a mí me dejaba de lado.

Sonrió—Debió ser una mujer increíble.

Mi abuela sonríe—un diamante mi querida Summer, así como tú—acaricia mi mejilla—así como tú, ¿a quién crees que le heredaste lo deportista? ¿A tu padre? No lo creo—Ambos reímos, entonces suspira—será mejor que te cambies, porque iremos a comer.

—Pero, quiero seguir hablando de ella, cuál era su nombre, qué cosas le gustaban...quiero saber todo de la mujer que me dio la vida.

—Tranquila pequeña tornado, pronto lo sabrás. Pero primero, a comer, que muero de hambre y no es broma.

Mi abuela sale de la habitación, para correr a cambiarme, pues una de las cosas que más enoja a mi querida abuela era no comer.

—Date prisa Summer—me dice desde a fuera.

Existe esa curiosidad en mí, de saber todo de mi verdadera madre y que me hablen de ella, me hacía sentir más cerca; como si estuviera junto a mi sosteniendo mi mando y susurrando, que todo va estar bien, que espere.

—¡Summer! Es mejor que te apresures—habla mi abuela de nuevo, desde a fuera.

Y con una sonrisa, comienzo a cambiarme muy deprisa. Luego, de arreglar mi cabello, salgo de la habitación y escucho la risa de mi abuela, que se escucha dentro de la cocina.

—¿Abuela?—Le llamo.

—Ya vamos cielo.

En poco tiempo, mis abuelos estaban caminando hacía mi con una sonrisa—Más te vale que tengas hambre.

Sonrió—mucha. Pero, también...

—Ya sé que me vas a decir y déjame decirte, que tenemos todo el tiempo del mundo.

Era como si mi abuela, me hubiera leído el pensamiento, en donde decía que me hable de mi mamá.

Toma mi mano y los tres salimos de la casa—Arthur, ya sabes a donde llevarnos.

Subimos al auto con Arthur al volante; mi padre muchas veces había insistido en contratar a alguien para que los llevara a donde quisieran, solo y solo si, ninguno conduce.

Paso, mucho tiempo después de la primera vez que mi padre les comento, ellos no aceptaron; al principio. Pero, más tarde, decidieron que era tiempo que se dejaran "consentir"—dicho por mi abuela.

—¿Y esa sonrisa Summer?—Pregunta mi abuela curiosa.—Déjame ver, ¿Un chico?

—No, sólo recordaba algo.

—¿A cierto castaño?

Una risa se escapa de mi garganta—no abuela, la verdad es que—suspiro—siempre estuvieron ahí para mi...

What we thought was lostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora