Cap 22. 🌜

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Mateo

Justo cuando la morocha que según entendí se llamaba "Ana", se desvaneció callendo en dirección al piso.

Todo paso muy rápido, pero en mi cabeza era todo tan lento...

La tome de la cintura, impidiendo que caiga, la acerque a mi pecho, evitando que se haga daño con alguna cosa de nuestro alrededor.

Con mi otra mano, tome de la nuca su cabeza con delicadeza, sintiendo su sedoso cabello.

Hasta este momento pude ver sus facciones a profundidad, sus párpados delicadamente cerrados, sus cejas totalmente delineadas con algún que otro pelo rebelde.

Sus pestañas largas y negras, su nariz finita y chiquita, sus mejillas rojas y apretables, sus labios carnosos, rojizos y secos.

Mi trance fue interrumpido por la madre de la morocha quien se levantó rápido de su sofá, y vino corriendo hasta nosotros.

-¡Ana!, ¡Ana!, ¡Mi nena!.- la señora Sandra movió repetidas veces la cara de su hija, en busca de reacción alguna

Pero nada obviamente, mi vieja se levantó de la silla desgastada en dónde estaba, para venir al auxilio de la chica embarazada en mis brazos

Pia se intentó acercar a ella para asegurarse de que la morocha estuviera bien, pero la señora Lindoro la detuvo

-¡Vos no te le acerques!.- alzo la voz desesperada y asustada

Todos estábamos en total preocupación, pero sabíamos que Pia era la única que podía asegúrarse de que estuviera bien. Ella y el bebé.

-¡Dejela!, ¡Ella es la única doctora aquí y no sabemos si está bien su hija!.- explique un poco a la defensiva

Aunque yo tampoco le tenía mucha confianza a Pia, era nuestra única alternativa para ver qué le había pasado a Ana.

La señora me miró muy pero muy mal, pero después de unos segundos dónde lo pensó mejor, asintio más a la fuerza.

Pia muy tímidamente, se acerco a Ana, y la miró antes de decir -Nesecito que la lleven a una cama para poder revisarla.- anuncio tímidamente

Por mi parte asenti y mi mano que estaba en su cintura, la pasé hasta la parte de abajo de sus rodillas, casi en los muslos.

Y mi mano que estaba en su cabeza, la pasé a sus hombros, casi llegando a su nuca.

Para así poder cargarla mejor, me levanté de la silla donde estaba, y mire a su madre -Me indicaría dónde la puedo dejar para más comodidad.- hablé lo más amable posible

La señora Sandra asintio, y me hizo una seña para que la siga, antes de darse vuelta y comenzar a caminar por todo ese pequeño living hasta unas escaleras.

Mi familia se levantó de sus asintientos y me siguieron.

La morocha no pesaba nada, y me costaba creer que está chica bajita, y linda, pueda ser la mamá de mi hija o hijo.

Subí con mucho cuidado las escaleras, cuidando que no valla a pegar la cabeza de Ana, con cualquier cosa.

Hasta que llegamos a una puerta, color azul con blanco, la señora Lindoro abrió esta misma, para después hacerse a un lado.

Yo me hice de costado para entrar con la mamá de mi hijo, a la pieza que supondría era de ella.

Una vez que estube dentro, mire de reojo todo aquella habitación, que no era la gran cosa, una cama azul pastel, con algunos peluches y almohadas.

Cᴏɴᴛɪɢᴏ / Tʀᴜᴇɴᴏ 🌜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora