CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE
Barcelona, España.
KAILANI.
Las calles barcelonesas se ven apagadas y sin vida cuando el motivo porqué estoy aquí es para despedir para siempre a un amigo casi hermano. Mi mejor amigo. Mi Teo. Nuestro doctor.
Ni siquiera pude estar allí en su graduación porque al momento de la misma ya estaba en cautiverio. Lo poco que he hablado con Pilar me contó que en su discurso me incluyó a mi, le dedicó su título a su ángel.
La doctora que Bastian insistió en traer, me toma las pulsaciones a cada nada. Estoy bajo medicación y evaluación psicológica. No me dejan sola ni a sol ni a sombra, y aunque no lo digan sé que es porque piensan que voy a matarme. Tengo una hija de cinco años a la que deseo ver más que a nada, no soy tan estúpida como para hacer algo así.
Pilar, a mi lado, se sorbe la nariz con la cabeza sobre el hombro de Cody, quien juega con mechones de su cabello y deja un casto beso en su frente.
No me creo todavía que esté libre. Fueron años de darme por vencida y convencerme de que no saldría nunca del infierno al que me sometieron los Bialik. Algo tan sencillo como ver a mi mejor amiga o vestir cómodamente me parece el paraíso.
Por inercia tomo la mano de Bastian, quien tiene la mirada perdida por la ventanilla de la camioneta. Me da un vistazo, enredando sus dedos entre los míos. Al igual que mi amiga, dejó la cabeza sobre su hombro, disfrutando de los pequeños momentos que para mí son más que gratificantes.
Tengo tantas preguntas, tantas dudas, necesito tantas respuestas, pero lo que estoy viviendo ahora no me da para entablar conversaciones muy largas. Lo más importante ya lo sé, y es que mi hija está bien, sana y feliz. Sigue en Los Ángeles con Phoebe quién se merece el cielo por cuidar de ella todo este tiempo. Ella ya sabe que estoy viva, más no hemos permitido que nadie se lo cuente a Svetlana.
—Llegamos —el susurro de Bastian me trae a la realidad, haciendo que vea por la ventanilla y efectivamente note que estamos en la funeraria.
Necesito valor para hacer esto.
Mateo murió en mis brazos, creo que nada será más traumático que eso, pero aún así verlo en una urna es... De sólo pensarlo me atacan las ganas de llorar.
—No tienes que verlo, solo cumple con estar presente —dice el italiano, como si pudiese leer mi mente.
—En veinte minutos saldrá la funeraria al cementerio —informa la asistente de Bastian, en el asiento de copiloto.
—Jule —murmura Pilar, ganando mi atención —. Debemos hacerlo.
Bajamos del vehículo y nos adentramos al lugar con las manos entrelazadas con mi mejor amiga. Es la única amistad verdadera que me queda. Perdí a mi mejor amigo de la pre adolescencia, y perder a mi amiga de la infancia es algo que no me puedo permitir. La apego más a mi de sólo sopesarlo.
Las gafas tapan mis ojos, y tomando provecho de la intravenosa que todavía no me quitan-pues el tratamiento de hidratación dura cinco días-me coloqué un cubre boca que pasa desapercibido cuando los pocos que me observan, bajan su vista a mi mano donde yace la intravenosa.
Todos vestimos de negro, las caras hinchadas son evidentes y mi corazón cae al suelo cuando veo a la media hermana de mi mejor amigo con lágrimas secas en las mejillas. Tiene solo diez años, y no me imagino lo confundida que debe estar.
También reconozco a las primas y demás familiares del español. Algunos ex compañeros de elenco que evito a toda costa, pues fueron muchos años trabajando juntos y sé que corro el riesgo de que me reconozcan.
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HABACH: El precio de la fama. ✓
RandomHollywood no se reduce únicamente a la fama y el poder; también está impregnado de envidia y avaricia. La vida en este entorno no garantiza felicidad ni seguridad; en cambio, puede llevar a la infelicidad y a un constante estado de vulnerabilidad. K...