CAPÍTULO CINCUENTA Y CUATRO
BASTIAN.
El regreso a Los Angeles llega con noticias no muy gratificantes, como por el ejemplo no saber nada del paradero de Serena y el asesinato de un forense y del director de criminología del FBI, quienes se descubrió fueron cómplices de los Bialik, por ende, se sobreentiende que Serena está detrás de sus muertes.
Mykelti trabaja en el caso, sé que hace su mejor trabajo pero yo comienzo a perder la paciencia. ¡Necesito a Serena en la cárcel! No tengo ni la más mínima idea de qué hacer.
Pero, por lo pronto, comenzaré limpiando mi apellido, por lo que observo como Paulo Cariecelli lee la ráfaga de papeles que le da el abogado, dándoles los mismos a su abogada de confianza luego de terminar él.
—Es lo único bueno que se te ha ocurrido —me dice, en el tono mandón de siempre.
—No empieces —la cabeza me palpita.
—¡Dejaste que esa loca entrara a la empresa!
—¡Fue tu hijo el que lo permitió, no yo! —defiendo —. Además, la mujer tuya fue la que recogió a esa tipa de la calle.
—"La mujer mía" es tu abuela, maldito mal agradecido —brama —. ¡Más respeto!
Alguien que me pegue un tiro.
Si algo tiene este hombre es que no permite que ensucien el nombre de Luna Ferrer, y yo no lo hago, pero me hastia que quiera culparme a mi cuando esto no estaría pasando si al morir ella, él se hubiera encargado de mandar a Serena bien lejos de nosotros.
Se acomoda el traje carmesí que viste. Luce pulcro como siempre, los años parecen no pasarle por encima porque aparenta menos de sesenta cuando en realidad acaba de pisar los ochenta y dos.
—Bastian, el catador ya llegó y... —Izabella pausa cuando nota al hombre que yace sentado al otro lado de la mesa de reuniones de mi despacho —. ¿Nonno?
—Luna —hace un intento de sonrisa —. Por fin veo a alguien agradable, por aquí.
Blanqueo los ojos.
—No sabía que vendrías —empieza a hablar en italiano al igual que nosotros —. Haberlo sabido y mando a preparar algo especial para la cena.
—Mejor vayamos a comer, dile a Chiara —propone —. Estamos en el trámite para quitarle el apellido a Serena.
Izabella me voltea a ver como si quisiera confirmar que eso es cierto. Se acerca, sentándose al lado de nuestro abuelo.
—¿Eso se puede?
—Pues sacaremos provecho de que es prófuga de la justicia —explica el anciano —. De ahora en adelante, será Serena Ferrer, solo tendrá el segundo apellido porque alguno debe tener, y sobre el Ferrer no tenemos poder.
—Está todo bien. Será una anulación a los papeles de adopción —dice la abogada —. Se alega que usted y su difunta esposa no estaban al tanto de los problemas psicológicos de la adoptada en cuestión.
—Vale —plasma su firma en el papel y luego la abogada hace lo mismo. Termino firmando yo también al ser el administrador de la fortuna, se lo doy a mi abogado y este se marcha a Italia para hacer su trabajo.
—¿Y por qué se reunieron acá y no en Italia? —sigue mi hermana con las preguntas.
—La mansión italiana me pone nostálgico, cariño —le acaricia la cabeza.
—Ya veo —lo mira con pesar.
Paulo dirige su mirada a mi —¿Y tú, pila de mierda? ¿Qué harás?
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HABACH: El precio de la fama. ✓
RastgeleHollywood no se reduce únicamente a la fama y el poder; también está impregnado de envidia y avaricia. La vida en este entorno no garantiza felicidad ni seguridad; en cambio, puede llevar a la infelicidad y a un constante estado de vulnerabilidad. K...