CAPÍTULO CINCUENTA Y TRES.
KAILANI.
Capri, Italia.
El sol italiano está a todo lo que da, por lo que observo a lo lejos como mis dos amigas y cuñada se broncean sobre una toalla y diminutos bikinis. Sonrío notando la pancita de dos meses de Pilar, a quién a diferencia de mi cuando estaba en cinta, ya se le está comenzando a notar.
Cody y Mykelti le amargan la existencia a Bastian que finge que no los escucha mientras se fuma un habano recostado de las barandas del yate. Los niños se bañan en el mar con sus salvavidas y bajo la supervisión de Chiara, Kovana, Shia y Abdel.
Si, todos están aquí, así que si, Bastian podría estar odiando su vida ahora mismo.
Dudo si salir en bañador. Tengo una cicatriz en el muslo y y otra en la parte baja del vientre que me recuerda el calvario que viví en Asmara. Los bikinis no son una opción cuando tienes el recuerdo de las torturas tatuado en el cuerpo.
—¿Por qué no vienes? —la voz de Bastian me hace cerrar el vestido playero, cubriéndome.
—Prefiero vigilar a Svetlana —miento, viendo en dirección a donde mi hija chapotea en el agua.
No recibo respuesta luego de varios segundos, por lo que giro sobre mis talones encontrándome con la mirada de Bastian fija en mí.
—¿Qué pasa? —pregunta con cautela, dando un paso más cerca de mi.
Desvío la mirada que se me nubla con las lágrimas que retengo para que no se escapen. Cruzo los brazos abrazándome a mí misma. Siento su cercanía cuando lo tengo más pegado a mí y pasa un mechón de cabello detrás de mi oreja, dejando un beso en mi frente.
—Estás perfecta —susurra, sintiendo su cálido aliento en mi rostro.
El corazón me late con fuerza y el picor en los ojos se hace más intenso. Debo tomar una gran bocanada de aire antes de tomar su brazo y atraerlo a mi, pegándome a él con los brazos rodeando su cintura.
Un par de minutos teniéndolo cerca y me siento lista para salir. Llego al exterior del yate soltando mi vestido que cae en el piso dejándome en bañador. Enseguida me siento en otra toalla al lado de Amanda, quién baja sus gafas de sol dejando ver sus ojos color avellana.
—Pensé que no saldrías. Te estábamos esperando.
—Tengo maní —Pilar sacude la bolsa con una sonrisa emocionada.
Tomo unos cuantos recordando el tiempo que tenía sin comer esta delicia.
—¡Nemer, no vayas allí! —le grita Kaley a mi sobrino.
El niño la mira con cara de aburrimiento y vuelve medio nadando al lado de mi hermano, que le echa agua en la cara intentando animarlo en vano.
Me da tanto pesar Nemer, no puede ni siquiera ir hacia donde están los demás niños porque corre el riesgo que le de el ataque de asma y no esté un adulto cerca. Es uno de los efectos secundarios de las quimio, las cuales acaban en la próxima sesión pero aún tiene camino que recorrer. El niño tiene toda su vida luchando contra esa enfermedad que no ha hecho más que quitarle su niñez y arruinarle la infancia.
Tiene ocho años y a pesar del cáncer es un niño grande y bien cuidado que aparenta quizás más edad. Los rasgos árabes de su padre los tiene presentes haciéndolo un niño bastante atractivo, con espesas pestañas y cejas, los ojos negros son tan llamativos como los de mi hermano. Tiene un carisma único y ama a su prima como si compartió toda su infancia con ella, a pesar de que Svetlana le reclama que nunca "quiere" jugar con ella, cuando no sabe que no es que no quiera, sino que no puede.
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HABACH: El precio de la fama. ✓
AléatoireHollywood no se reduce únicamente a la fama y el poder; también está impregnado de envidia y avaricia. La vida en este entorno no garantiza felicidad ni seguridad; en cambio, puede llevar a la infelicidad y a un constante estado de vulnerabilidad. K...