CAPÍTULO CINCUENTA Y CINCO
KAILANI.
Deslizo el anillo de promesa por mi dedo, seguido del de compromiso. Alejo mi mano, ojeando ambas sortijas que no sé si es una coincidencia, pero hacen juego y me roban una sonrisa.
Bastian me entregó el anillo de promesa hace una semana, estaba en Evidencias en el FBI y Mykelti se le entregó junto con las notas que hice durante el cautiverio, las cuales pasé a un cuaderno en limpio para así luego saber que hacer con ellas.
Termino de pasarme la camisa blanca por el cuello. El short estilo blue jeans es de tiro alto y por lo tanto se ajusta a mi cintura. La camisa de los Dodgers con letras azules me llega hasta la pretina del short, y me siento en la cama para colocarme los calcetines seguido de los botines azules con el logo blanco de Nike.
El cabello lo dejé en ondas naturales, me llega hasta las caderas pues tengo mucho sin cortarlo, y la verdad me gusta tenerlo un poco más corto, pero por los momentos lo dejaré así.
Mi hija entra a la habitación vistiendo exactamente igual a mi, sólo que su cabello está recogido en una coleta alta dejando ver su apellido bordado en la parte trasera de la camisa, al igual que la mía tiene el Cariecelli también, acompañado del número de Bastian. La pulsera dorada con su nombre grabado en ella yace sobre su muñeca, no estoy de acuerdo en que lleve una joya tan cara y llamativa, pero Bastian asegura que está bien.
-Papi orco pregunta si estás holgazaneando o porqué no has bajado todavía -pregunta en un tonillo inocente.
Maldito. Rizo mis pestañas y tomo mi móvil para guardarlo en el bolsillo delantero del short, apago la luz de la habitación y salgo acompañada de mi hija. Cuando bajo las escaleras veo a Chiara sentada en el sofá vistiendo una camisa de fanática y tomándose fotos en el espejo donde se refleja a lo lejos.
-¡Zia Kiki!
Svetlana corre hacia su tía, quién la recibe con un montón de besos en el rostro que la hace reír. Me acerco a Bastian quién tiene una cara de culo digna de él.
-No estaba holgazaneando, ¿eh? Estaba terminando de alistarme.
me repara -Valió la pena -sonríe con diversión.
La mejillas me arden y finjo indiferencia mirando a las dos italianas que se toman selfies.
Mi mente se va a otro lado cuando siento como Bastian me atrae a su cuerpo tomándome de las caderas... aunque su mano está peligrando con bajar un poco.
-Compórtate -susurro.
-Pero si no estoy haciendo nada malo -me besa el cuello, su mano sigue peligrosamente cerca de mi intimidad.
Mis ojos se quedan en mi hija y su tía, quienes están distraídas, pero si voltean detrás de sus espaldas nos podrían ver.
-Tenemos unos minutos extras -murmura, subiendo a mi oído, siento como mi cuerpo reacciona a su maldita voz que me hace mojar con solo escucharla.
-Mentiroso, más bien vamos retrasados -y no miento.
-Una aburrida es lo que eres -me acusa, besando mi mejilla antes de despegarse de mi.
Hago el amago de dar un paso adelante cuando siento la nalgada que me da el italiano. Volteo a verlo por encima del hombro, veo como se lame el labio inferior y yo solo sonrío siguiendo mi camino.
-Vamos al auto, cariño -le digo a Svetlana, jugando con su coleta.
-¡¿Podemos llevar a Snoll?! -exclama, con ojos suplicantes.
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HABACH: El precio de la fama. ✓
De TodoHollywood no se reduce únicamente a la fama y el poder; también está impregnado de envidia y avaricia. La vida en este entorno no garantiza felicidad ni seguridad; en cambio, puede llevar a la infelicidad y a un constante estado de vulnerabilidad. K...