CAPÍTULO OCHO

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CAPÍTULO OCHO.

KAILANI.

Han pasado dos días desde que recibí la noticia de que un asesino serial está tras de mí.

La policía se está haciendo cargo, y gracias a los contactos de Abdel y Bastian el FBI está prestando apoyo. Tomaron mi declaración con respecto al atentado y pusieron mucha más seguridad.

Me siento el presidente o la primera dama. Ni siquiera dentro de mi casa estoy sola. Cuando mamá se enteró ordenó que Amanda y Arrioja se quedaran conmigo en el interior de la casa, a parte, me visita todos los días.

Se fue hace unos cinco minutos prometiendo que a primera hora pasaría a ver como estoy antes de ir al GYM. Me siento agobiada pero por una parte entiendo su preocupación.

—Tiene suerte de tener en su vida a personas que la quieran —comenta Amanda. Saco un agua mineral de la nevera.

—Dudo que en mi vida haya tal cosa como la suerte.

Arrioja hace una mueca —Lamento que esté pasando por esto, señorita.

—Yo lo lamento más —murmuro tomando asiento.

Entro en las redes sociales con la intención de asegurarme de que no se haya filtrado información sobre mi problemita. Fui clara al decir que no quería que nada de esto se hiciera público, pero siempre hay un chismoso por allí.

Escucho la puerta abrirse y suelto aire por la boca cansada de tantas visitas. Si no es mi mamá, es Shai, sino es ella, son algunos de mis amigos, pero desde hace dos días no consigo estar sola. Comienzo a cansarme.

—Esto parece la seguridad de la Casa Blanca —suelta con un resoplido.

—Bastian —menciono viéndolo —, no sabía que vendrías hoy.

Y me veo fatal, pienso.

—Te sacaré de este encierro al que te sometieron tu familia —Arrioja y Amanda lo ven a la defensiva.

—La señorita no puede salir de la casa, señor —se niega Valverde —. Órdenes de arriba —bufo rodando los ojos.

—Yo te contraté, Arrioja —mira al hombre —, así que tienes que seguir mis órdenes —ahora pasa su vista a Valverde —. Y en efecto no me importa lo que dice quién sea que te de órdenes a ti —pasa al lado de la mujer y toma mi mano —. Vamos.

—¿A donde vamos? —me levanta.

—Por ahí —no responde.

—Señor, ella no puede salir —repite Amanda.

—Mire si quiere puede custodiarnos o no, no me importa, pero Juliette viene conmigo —demanda.

No me da tiempo de asimilar nada cuando ya me tiene caminando detrás de él. Me reparo a mí misma dándome cuenta que tengo unos jeans azules y una camisa ridícula que me regaló quien sabe quién.

—¡Bastian! —llamo su atención cuando estamos a punto de atravesar la puerta —. Estoy descalza y por si no te das cuenta parezco una vagabunda.

Me mira de pies a cabeza. No te alteres Kailani, calma.

—Pues que sexi vagabunda eres.

Sin más me termina de sacar de la casa. ¡Se volvió loco! No entiendo que le pasa, pero no me detengo a pensar porque pisamos la acera y mis pies se están quemando gracias al sol.

—¡Mierda! —chillo —¡Los pies me arden!

En un movimiento rápido estoy sobre el hombro de Bastian. Definitivamente se volvió loco. Le pido que me baje y claro que me ignora. Logro ver a Amanda corriendo detrás de nosotros avisando por el intercomunicador que preparen las camionetas el resto de la guardia.

HABACH: El precio de la fama. ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora