CAPÍTULO DOCE.
KAILANI.
Golpeo el piso con la punta de mi pie una y otra vez, impaciente. Me abrigo bien con el blazer porque afuera el cielo está encapotado y está cayendo una fuerte lluvia como si se fuera a acabar el mundo, por lo mismo hace un frío terrible.
No sé que tanto habla el recepcionista por teléfono, llevo diez minutos aquí y no me dan respuesta ni me dejan subir al piso del beisbolista.
—Siento la espera, señorita —se disculpa el anciano saliendo detrás del escritorio —. La lluvia hace que la cobertura sea pésima —se excusa —. El señor Cariecelli dio el permiso para que subiera, sígame.
Nos dirigimos al ascensor privado, el hombre ingresa una llave justo debajo del número 11, las puertas se cierran y el elevador asciende llevándome a mi destino.
Segundos después las puertas se abren y lo primero que escucho son risas, la cuales cesan cuando doy una paso dentro del apartamento y dos pares de ojos me miran.
—Buenas noches —saludo con cierta timidez.
Ambas personas corresponden a mi saludo. Me quedo quieta en el mismo lugar sin saber que hacer. Odio cuando me pongo modo idiota y la timidez se apodera de mi.
—Acércate —me invita amablemente la mujer.
Mis piernas por fin se mueven y camino bajo la mirada de las dos personas. El hombre se levanta al momento que quedo frente a ellos, quiénes están sentados en la barra de la cocina.
—¿Cómo estás? —me saluda con un beso en la mejilla.
—Bien —es lo único que digo.
—Meth, ella es la hermana de Abdel —me presenta Cody.
—Oh, claro —ella parece recordar —, ¿Kailani, cierto? —asiento —. Un gusto, linda. Meredith Jawkosqui.
—Kailani Habach —estrechamos la manos.
—Aleix mencionó que alguien vendría, pero no sabía que eras tú —sonríe haciendo más evidentes las pequeñas arrugas en su rostro.
—¿Aleix? —pregunto.
—Bastian —aclara Cody —, Bastian Aleixander, pero yo no te lo dije.
—A mi bebé no le gusta su segundo nombre —comenta la mujer limpiando la barra con una servilleta —, creo que me odia por llamarlo así —medio ríe.
—Es un bonito nombre —digo sin pensarlo. Esta mujer se ve tan adorable que siento la necesidad de no dejar que ella se sienta mal.
—Gracias, linda —me mira —, ¿quieres pasar a verlo? Está en su alcoba.
—Si no es molestia —siento vergüenza de estar sola con el en su recámara y que su madre lo sepa.
—¡Para nada! —da la vuelta posicionándose a mi lado —. Es la segunda puerta a la izquierda.
Si, ya sé, señora, ayer tuve un segundo round con su hijo allí, claramente no diré eso, pero mi mente no puede evitar pensarlo.
Agradezco encaminándome por el pasillo. Las paredes están vacías y supongo que no se molestará en decorar porque igual y solo es su hogar temporal.
Toco dos veces la puerta hasta que escucho un "pase" y procedo a adentrarme. Lo encuentro sentado en la cama recostado del espaldar de la misma y con una laptop en su regazo.
—Creo que me estás acosando y por eso supiste sobre mi accidente antes de yo decírtelo —ruedo los ojos. Me acerco más sentándome en la orilla de su cama.
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HABACH: El precio de la fama. ✓
De TodoHollywood no se reduce únicamente a la fama y el poder; también está impregnado de envidia y avaricia. La vida en este entorno no garantiza felicidad ni seguridad; en cambio, puede llevar a la infelicidad y a un constante estado de vulnerabilidad. K...