CAPÍTULO CUARENTA
BASTIAN.
Tres años después.
Roma, Italia.
El sol está ocultándose tras la colina que se hace más grande visualmente cada que el auto se aproxima más hacia ella. Bajo la velocidad disfrutando de la imagen natural que me regala el atardecer.
Acelero cuando la curva donde debo cruzar aparece. Mi mente se pierde en el montón de papeles que me esperan al llegar a casa. No solo tengo trabajo en la empresa, también en el lugar donde se supone debo llegar descansando.
El gran portón aparece frente a mi. Bajo el vidrio reafirmando que soy yo. Me dejan entrar al interior de la mansión, donde estaciono dándome cuenta que el convertible de una de mis hermanas está aquí.
Los seis escoltas que están a lo largo de los escalones para subir a la entrada asienten a manera de saludo. Una empleada abre las dos puertas dándome la bienvenida a la casa.
Agudizo el oído esperando oír lo que ya se me hizo costumbre, pero arrugo el entrecejo al no escucharlo.
—¡Monique! —llamo aún buscando por el lugar.
Subo las escaleras y todavía no hallo nada. Escucho pasos atrás y veo a la mujer.
—¿Dónde está?
—Con su hermana en la sala de cine —asiento y ella se retira.
Me dispongo a ir al ya mencionado lugar cuando oigo mi nombre.
—Te estaba esperando —giro encontrándome con Lino —. Necesitamos hablar sobre la inversión en Oriente.
bufo —¿Qué no puede ser luego? Quiero ir a saludar a mi—
—Es rápido —insiste.
Me paso los siguientes veinte minutos hablando con Lino. Veo el reloj de pared, moviendo con impaciencia la pierna queriendo que mi padre dejé de hablar tantas cosas que ahora mismo se me hacen estupidas.
Terminamos poco después. Salimos del despacho, quedando nuevamente donde nos encontramos al principio. Escucho risas salir de la sala de cine.
—A primera hora en Sicilia —ordena —. Los alemanes llegaron hace poco, se hospedaron y pautaron la reunión lo más pronto, pues deben seguir a Francia.
—Ahí estaré —aseguro, comenzando a alejarme de él —. Ahora, Monique que te guíe a la salida, aunque ya la conoces.
—¿Me estás corriendo? —me detengo un segundo a verlo, con mirada cansada.
—Si, Lino. Vete —agita la cabeza, medio divertido, y finalmente se retira.
Suelto una bocanada de aire. A veces como que se le olvida que yo soy el director de la empresa y quiere meter sus narices en todo. Es como si no confiara en mi, y ya comienza a hastiarme.
Me relajo completamente, procedo a abrir la puerta, haciendo que las risas sean más claras, también las dos voces, pero una resaltando más que la otra. Sonrío cuando la veo saltando mientras ríe y hace ademanes con las manos.
—Veo que se divierten sin mí —me hago notar, cerrando la puerta tras mi espalda.
Inmediatamente tengo la atención de las dos rubias sobre mi, pero sólo una de ellas es la que corre cambiando su cara a una de emoción total.
—¡Orco! —«Ogro» llega a mi, logrando que la alce en los brazos.
—Amore —le beso las dos mejillas, mientras que ella deja un beso en la punta de mi nariz.
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HABACH: El precio de la fama. ✓
CasualeHollywood no se reduce únicamente a la fama y el poder; también está impregnado de envidia y avaricia. La vida en este entorno no garantiza felicidad ni seguridad; en cambio, puede llevar a la infelicidad y a un constante estado de vulnerabilidad. K...