CAPÍTULO CINCUENTA Y DOS

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CAPÍTULO CINCUENTA Y DOS

KAILANI.

Mi vista se pierde en el estadio, la grama verde, las tribunas vacías y la niña de melena rubia corriendo entre carcajadas siendo perseguida por Snoll y el juguete chillón.

Me trae tantos recuerdos estar aquí. El beso con Bastian frente a las cámaras. La serie mundial donde me volvió a besar sin importar reiterarle al mundo nuestra relación y donde le pusimos nombre a lo que teníamos.

Sonrío recordando aquellos momentos. Pensar en que las cosas acabarían con nosotros teniendo una hija. Ni en un millón de años me lo hubiera imaginado.

El estadio de los Dodgers está vacío debido a que el equipo está en una reunión. Según tengo entendido, a partir de hoy tendrán un descanso de dos semanas y luego comienza la serie mundial. Es como si el destino hubiese movido las piezas que necesitaban ser movidas para que yo estuviera aquí al momento que comience, cómo cuando nos conocimos con Bastian.

Mi hija viene corriendo hacia mi algo agitada y con el juguete de Snoll en la mano, el canino la mira inquieto, haciendo el ademán de quitarle lo que tiene en la mano, pero mi hija lo pasa para la otra.

—Dáselo —le ordeno —. Ese juguete está lleno de babas.

—¡Pero él se comió la salchicha que me compró papi! —se queja.

El perro ladea la cabeza en mi dirección.

—Es un perro, eso hacen.

—Pues yo soy una niña, y esto hago —sale corriendo otra vez por el estadio.

¿A quién habrá salido tan testaruda?

Reviso el móvil viendo que no hayan novedades sobre mi padre. Ha pasado ya una semana desde que supe de su estado y ando al pendiente de él. Está mejorando, pero igual sigo preocupada por su salud.

Otra cosa que me tiene con la nariz en el teléfono es que no se sabe nada de Serena. Mykelti viajó a Italia siguiendo una pista que resultó ser falsa. Ya volvió a Los Angeles y nos comentó que esa mujer no está en suelo europeo, creemos que está en América, pero fuera de los Estados Unidos, pues no es tan tonta como para refugiarse en este país teniendo al FBI encima.

—Snoll odia a Svetlana —la voz de Bastian me hace sobresaltado, asustándome —. Todo el día se la vive detrás del pobre animal.

—Svetlana no se la pasa detrás de ti.

Me da una mirada significativa a lo que rio. Le doy un beso corto en los labios sin recibir uno de regreso. Le hago un puchero que lo hace fruncir el ceño.

—Berrinchuda —dice antes de complacerme y darme el beso.

Ando muy romántica últimamente, no sé que me pasa pero a cada nada quiero estar besándolo y abrazada a él. Volteo hacia el Home donde está tirado un bate que dejó Svetlana al segundo de hacer una rabieta diciendo que quería jugar como su papi.

Camino hacia él bajo la atenta mirada del beisbolista. Lo tomo notando que está más pesado de lo que creí. Estas cosas deberían ser más livianas.

—¿Esto como se usa? —le pregunto.

—Álzalo.

Le hago caso sintiendo como se acerca a mi con las manos dentro de los bolsillos del pantalón.

—Ahora pégalo contra tu cabeza —agrega —. Con fuerza.

Entorno los ojos soltando una risa sarcástica.

HABACH: El precio de la fama. ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora