CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE

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CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE

KAILANI.

Tres días después.

El ambiente clínico ya se ha vuelto como algo rutinario en mi vida, y no, no me gusta para nada. Las persianas permanecen bajas mientras como el pudín con apariencia dudosa pero es lo único que me ha provocado desde que salí de la intervención.

Ya me practiqué la interrupción del embarazo, hace cinco horas que salí del quirófano y no sé que tan mala persona me hace decir esto, pero siento como si me he quitado un peso de encima. Es la verdad.

Creí que el remordimiento de consciencia no me permitiría dormir ni hacer nada sin que estuviera recordando lo que hice, pero contrario a eso, me siento hasta liviana. Sé que ese bebé era hijo de un violador, y no se merece venir a este mundo de esa forma, menos si su madre no lo quiere.

—Hola, hermosa —Mykelti se adentra a la habitación.

Veo en sus manos un ramo de petunias que me hace sonreír.

—Myk —recibo las flores —. ¿Como sabes que son mis favoritas?

—Wikipedia —dice simple, alzando los hombros.

Pilar. No digo nada para no entrar en conversaciones absurdas, pues noto en su cara un gesto que no me gusta.

—¿Ahora qué? —cuestiono en un tono irritado. Ya estoy harta de tanta mierda.

—Capturamos a Kanan.

La mención me hace reincorporarme en la cama. La sonrisa se ensancha sin poder evitarlo. ¡Por fin! Mierda, pensé que nunca lo harían.

Sin embargo, la dicha me dura poco, pues su rostro me dice que no es todo.

—¿Cual es el pero?

—El juez y el abogado de los Bialik se enteraron que te embarazaste en cautiverio y lo interrumpiste —informa descomponiéndome —. La jueza está cabreada, porque se le debió informar antes de.

—¡¿Por qué coño?! ¡Ella no es la que estaba preñada de uno de esos malditos! —me altero, haciendo que me duela el vientre —. Maldicion, ya no hallan como joderme.

—Entiendo que era tu decisión, Jule, pero legalmente debías hacerlo.

—Me paso las leyes por el culo —vuelvo a recostarme cuando siento como pierdo fuerzas —. ¿Y ahora qué?

—La fiscal está haciendo hasta lo imposible por dejar el tema de lado en el juicio. Los Bialik necesitan aferrarse a cualquier cosa para rebajas de penas y pedir extradición, así que seguramente armarán un caso en base a ello.

—Esa familia es una maldición.

—Lo son —coincide —, pero estamos armando un buen caso, Jule. La fiscal está trabajando de la mano del abogado que seleccionó Bastian de su bufete, así que estás en buenas manos.

Mi padre es abogado. Mi mente me recuerda eso. Es uno de los mejores, pero el hombre ni siquiera se ha aparecido, y no me atrevo a preguntar por él porque siento que está pasándola de lo lindo sin por lo menos hacerme un llamada.

¡Soy su hija! Y creyó que estaba muerta, ¿cómo es que no ha intentado verme? Es obvio que está al tanto de todo, en los noticieros no se habla de otra cosa, y estoy segura que Shia mantiene contacto con él.

—¿En qué piensas? —volteo a ver al griego quien me observa con curiosidad.

—En que te agradezco que te tomes el caso personal —comento, evadiendo la verdad —. Sé que no es tu responsabilidad, pues ya atrapaste a los malditos y ese sería todo tu trabajo, sin embargo, aquí estás.

HABACH: El precio de la fama. ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora