CAPÍTULO TRECE

22 3 0
                                    

CAPÍTULO TRECE.

KAILANI.

Miro la lluvia caer a través de las puertas corredizas que separan mi cocina del jardín. La nueva empleada prepara chocolate caliente para calentarnos por el frío.

Los Angeles parece Londres. Desde hace cuatro días comenzaron las lluvias. Es martes, anunciaron que suspendieron los juegos de la serie mundial debido al clima, lo cual le cae como anillo al dedo a Bastian porque quizá esté recuperado para el momento de reincorporarse.

—¡Te amo con todo mi corazón! —la voz de mi mejor amiga hace eco por la cocina.

—Buenas tardes, Pilar, yo estoy bien, gracias por preguntar —digo con evidente sarcasmo. Ella coloca su bolsa encima de la mesa y se dirige al refrigerador.

—La cita estuvo genial —comenta —. Cody es un caballero, me trató increíble, tanto que me dieron ganas de arrodillarme y—la corto.

—¡Pilar! —la miro a ella y luego a la empleada a modo de advertencia.

—¿Que pasa? —le hago un gesto que la deja pensativa un momento, hasta que logra entender —¡Cochina! —me acusa —, iba a decir que estuve a punto de arrodillarme y pedirle matrimonio.

—Oh —suelto —, bueno, es que contigo nunca se sabe.

Ella agita la cabeza. Vuelve a meter su cabeza en el refrigerador, no sé que busca hasta que saca un yogurt con una sonrisa en su rostro.

—Amo tu yogurt —se sienta a mi lado.

—Lo venden en cualquier supermercado, puedes comprar el tuyo.

—Na', lo que lo vuelve especial es comerlo sin tener que gastar un dólar —bufo.

—Tacaña.

—Malhumorada —me dice.

La empleada, Katarina, nos sirve el chocolate caliente. Le doy un sorbo a mi tasa y está delicioso, aunque aún así me hace mucha falta Phoebe, más que mi empleada doméstica es parte de la familia.

Veo como Pilar se come una cucharada de yogurt y luego tomo del chocolate.

—Ojalá te de diarrea —le digo —, a ver si así dejas de ser tan comilona.

—No me quieras tanto —ironiza. Le doy una falsa sonrisa.

Si Pilar viviera en mi casa, tendríamos que hacer las compras de dos meses semanalmente. No entiendo como en ese metro sesenta y complexión delgada puede entrar tanta comida. Realmente increíble.

—¿Haz logrado hablar con Abdel?

No sé si contarle o no, son asuntos de Abdel y es algo muy delicado. Pilar es de nuestra completa confianza, pero aún así siento que no debo hablar de asuntos que no sean sobre mi.

Me decido totalmente a no decirle nada cuando veo a la empleada deambulando por la cocina mientras limpia lo que ha ensuciado.

—Si, el insomnio volvió —miento tomando en cuenta los antiguos problemas de mi hermano —, solo eso.

—Afortunadamente no es nada grave —sigue comiendo.

—Si...

No me quiero imaginar la tercera guerra mundial que comenzará cuando mi hermano le confiese a mis padres que tiene un hijo, pero es algo necesario tomando en cuento el estado de salud del niño.

Nemer vive en Seattle con su mamá y abuela, Abdel no ha podido viajar a dicha ciudad por sus compromisos con el equipo, por lo que no ve a su hijo desde hace meses.

HABACH: El precio de la fama. ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora