CAPÍTULO TREINTA Y SIETE
KAILANI.
Tres meses después del parto.
Cierro las persianas cuando noto cómo mi bebé se remueve incómoda aún sin abrir los ojos. Me vuelvo a sentar en la cama tomándola para darle el biberón.
La misma rutina de todos los días y no me canso de ella. Las últimas semanas del embarazo fueron monótonas lo que las hizo aburridas, sin embargo estos tres meses desde el nacimiento he seguido una misma rutina y no me canso de ella.
—Todos quieren conocer a la bebé —comenta Chiara viendo su móvil acostada muy cómodamente en la cama que comparto con su hermano.
—Se quedarán con las ganas —declaro.
Mykelti y los agentes coincidieron en que por los momentos no es lo adecuado que mi hija tenga una vida pública. Por lo mismo no la hemos mostrado en redes sociales, tampoco tenía intenciones de hacerlo, por lo menos no ahora.
Hemos tenido que pagarle a paparazzis para que borren algunas fotografías que le han logrado sacar las pocas veces que nos ha tocado ir a consulta médica. No entiendo como pueden ser imprudentes.
—Ellos se pierden ver lo preciosa que es mi princesita diabólica —le habla chiquito, aunque eso no suaviza el apodo que le puso.
Mientras todos la llaman "muñequita italiana", Chiara por alguna razón que aún no logro entender la llama de la forma en que lo acaba de hacer. Al principio me causó gracia, pero ahora como que comienza a incomodarme.
—No le digas así.
—Todos la llaman igual, si quiero ser la tía cool debo llamarla diferente.
—¿Y "princesita diabólica" es lo mejor que se te pudo ocurrir?
—Es hija de Bastian e hija tuya. Tú pareces una princesa, dulce y honesta. Bastian es cómo el diablo reencarnado... y que se tomó un tiempo de quemarle el culo a Hitler en el infierno para hacer vinos —finaliza su absurda explicación.
no puedo evitar reír un poco —Estás loca.
Bajo la vista hacia la princesita dia... no, Kailani, eres su madre no le llames de esa forma. Bajo la vista hacia mi hija y veo cómo toma su biberón.
Los brazos y piernas regordetas me provoca comermela a mordiscos y besos de amor. Las hebras doradas comienzan a crecerle, al igual que las pestañas que cubren la mirada inocente.
Es un ángel.
¡Dios! Sabía que iba a ser hermosa pero superó todas mis espectativas. Ya sueno como Meredith con Bastian.
Se me infla el pecho de pensar que tengo una bebé tan bella y sana. Es muy juiciosa, llora sólo cuando tiene hambre, el pañal lleno o algo le irrita, así que en verdad pasa poco tiempo haciendo escándalo por la casa. Ya sé en qué horario come y me evito hacerla llorar.
A cada nada le cambio el mameluco, tiene demasiada ropa y toda se le ve divina. Soy compradora compulsiva cuando de ella se trata, así que como evito salir de casa, envío a los escoltas por ropita de bebé.
Mientras la observo mis ojos se desvían a mi muñeca, allí veo la pulsera con el rastreador y eso es suficiente para que el miedo me ataque.
Me debo mantener sana, y sobretodo, viva para criar a mi hija. Desde ya sé que si no se logra atrapar a Kanan pronto, ella no tendrá una niñez normal porque su padre y yo no correremos el riesgo de que le pase alguna cosa yendo a la escuela o haciendo algo tan normal como jugar en algún parque.
ESTÁS LEYENDO
HABACH: El precio de la fama. ✓
De TodoHollywood no se reduce únicamente a la fama y el poder; también está impregnado de envidia y avaricia. La vida en este entorno no garantiza felicidad ni seguridad; en cambio, puede llevar a la infelicidad y a un constante estado de vulnerabilidad. K...