CAPÍTULO CUARENTA Y UNO

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CAPÍTULO CUARENTA Y UNO

BASTIAN.

Mi hija y yo vemos como bajan las escaleras del jet que trae a la familia. Cruzamos miradas y ella esboza una sonrisa, le doy un beso en la frente y camino acercándome más a la aeronave para recibir a las personas.

—Bájame —pide la niña. La coloco en el suelo obedeciendo.

Un tanto insegura da un par de pasos al frente. Meto mis manos dentro de los bolsillos del pantalón. Svetlana me voltea a ver un segundo y le gesticulo un "ve" incitándola a que se acerque.

La mujer adulta es la primera en bajar, al conectar miradas con su nieta veo como los ojos se le encharcan. Baja aún más deprisa las escaleras para atraparla y alzarla rompiendo en llanto.

Le sigue su hija menor y el único varón que tuvo, quién me da un saludo de asentimiento y luego se concentra en su sobrina.

Subo al auto vigilándolos desde allí, los escoltas los están rodeando y los pensamientos me inundan.

Ella no hubiese querido que las cosas fueran así. Pero así fue cómo yo pude superarlo.

Svetlana y los Habach sólo se han visto una sola vez luego de instalarnos en Italia, el resto ha sido por videoconferencias. Mi hija no ha vuelto a Los Angeles desde que decidí sacarla de allí y tampoco permito que muchas personas se acerquen a la niña a menos que sean de mi total confianza. No es que la familia materna de mi hija no sea de fiar, pero algo en mi no me permite tenerlos cerca, y ellos han sabido respetar eso.

Los invité esta vez a Italia porque Svetlana cada vez se vuelve más observadora e inteligente, hace preguntas y no quiero que en un futuro me recrimine el haberla alejado de lo más cercano que tiene de su madre en vida. A parte, me lo pidió directamente.

Scarlett, Shia y Abdel siguen yendo a terapia, tengo entendido. Scarlett dejó el programa del que era presentadora, aunque todavía conserva la televisora. Shia no da entrevistas desde lo sucedido con su hermana, sólo trabaja en su show que se ha vuelto uno de los más vistos internacionalmente.

Abdel es el que peor se mira. Se ve decaído, sigue lidiando con la enfermedad de su hijo que no le ha avanzado pero tampoco desaparece, y ahora también enfrenta la pérdida de su hermana. No es un secreto que sus hermanas eran muy importantes para él, y la forma tan... la forma en que perdió a una de ellas le ha quitado felicidad en el rostro.

De Mamudh no se sabe mucho, o por lo menos yo no, tampoco me interesa. En el segundo cumpleaños de Svetlana le envió un presente que mandé a tirar a la basura. Fue el primero que dijo que no quería que su hija siguiera el embarazo, las hipocresías no me van, y arrepentido no lo veo.

Cuando los Habach y la esposa de Abdel junto a su hijo suben a una camioneta con mi hija todavía con ellos, doy la orden al chófer de la mía para que avance. Les doy privacidad pues no es un secreto que la poca relación que teníamos hace unos años se desvaneció en este tiempo. Ni siquiera con Abdel, quien se podría decir era mi amigo, he hablado. Se cambió de equipo, juega con los Giants y eso rompió la poca comunicación que teníamos.

Llegamos a la mansión, la pequeña rubia ya entró en confianza y no ha parado de hablar en el transcurso en que bajamos de los vehículos y nos adentramos a la casa.

—... también me gustan muchos las aves, pero mi papi orco no me quiere comprar una —me ve por un segundo —. ¿Me compras una, tío?

Se le para al frente a Abdel que la mira con ojos brillosos, al igual que el resto de las personas. Sé lo que pasa por sus mentes, y es lo mismo que pienso yo y todas las personas que conocieron a su madre en vida. Son iguales.

HABACH: El precio de la fama. ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora