CAPÍTULO VEINTICINCO

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CAPÍTULO VEINTICINCO.

KAILANI.

31 de diciembre.

—Estás loca, estás jodidamente loca —repite por enésima vez —. En vez de reasignarte a los escoltas, mejor uso ese dinero internándote en un psiquiátrico.

—¿Ya acabaste con el drama?

Cómo era de esperarse, Abdel casi se desmaya cuando le informo que desde casi dos meses no tengo escoltas. La verdad es que no me importa en lo más mínimo tener que escuchar sus pataletas, lo único que me interesa ahora es tener seguridad de vuelta.

Ahora hay una vida que depende de mi, un bebé que quiero que nazca, y para ello tengo que mantenerme con vida.

Mi hermano parece que quisiera tomarme y de hecho llevarme en verdad a un centro psiquiátrico. Estar alejada de la familia y amigos era lo que quería, y lo estuve cumpliendo lo más que podía hacerlo hasta ahora, que claramente no puedo seguir arriesgándome.

No sé si en verdad fui una egoísta con Bastian, pero estoy segura de que no quiero serlo con mi propio hijo. Luego de que nazca, si tengo que dejar mi carrera para mantenerme lejos del ojo público, lo haré. Si tengo que irme a la conchinchina lo voy a hacer, pero no puedo arriesgar la vida de mi bebé.

—¿Haz recibido otra amenaza o porqué quieres volver a contratar escoltas? —se calma un poco.

Con mis hermanos siempre he sido sincera, les he contado hasta mis momentos más íntimos y nunca me han juzgado o visto de otra manera.

La confianza entre los tres es quizás una de las cosas que más amo, poder contarles absolutamente todo, como si se tratara de mi conciencia. Esta vez no será la excepción.

—Necesito que no le menciones esto a nadie, no hasta que yo lo haga —advierto principalmente.

—¿Paso algo? —me ve con atención.

—No, no. No te preocupes —hago una pausa —. Prométemelo.

—Jule, ¿cuando le he ido con cotilleos sobre tu vida a otros? —cuestiona lo obvio —. Ni siquiera Kaley se enterará, si así lo quieres.

—Descuida —es de la familia, es absurdo que se lo oculte —. Vale, aquí va.

—Sin tanto show, Kailani —hace movimientos con las manos.

—Tengo casi ocho semanas de gestación —lo suelto —, voy a tener un bebé —aprieto los labios.

ensancha un sonrisa y suelta una pequeña carcajada —¡Maldita Shia! Me acaba de ganar cien dólares.

Frunzo el ceño. ¿Qué?

—Espera... ¿qué cosa?

Se supone que debía ser él el confundido, pero soy yo quien  tiene plasmado un signo se interrogación en la frente.

—Hace dos semanas ella me dijo que estabas caminando sacando un poco la pelvis, y que justo así caminaba la hermana de una amiga suya quien ahora tiene un bebé de ocho meses, así que apostamos —explica casual —. Yo la verdad es que no creía que fuera así, pero mierda, estás embarazada.

—¿Crees que mamá también se haya dado cuenta? —hace una mueca.

—No he visto o escuchado algo relacionado, pero es tú mamá, no hay persona en el mundo que te conozca más que ella —se me acelera el corazón.

—Si es así, espero que no se le ocurra siquiera mencionarlo frente a Chiara —la idea me da terror —, se la pasa seguido en casa y mamá suele ser algo indiscreta.

HABACH: El precio de la fama. ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora