Capítulo 93: Revelación

706 60 92
                                    

- ¿Mi lady ya regresó? - preguntó Adrien de nueva cuenta. Wayzz asintió con una suave sonrisa. - Hace unas horas. Dejó la cura para ti en la casa del maestro y se marchó -

- Iré con el maestro Fu y... Y después a verla a ella. Necesito, necesito decirle todo - expresó él con ansias.

- ¿Estás seguro de decirle quién eres? - le preguntó Plagg. Adrien asintió. - No sé qué pase Plagg, no sé si ganemos. Y yo... Yo necesito decirle quién soy, tiene que saberlo por mí -

Adrien abrió la ventana con rapidez. - ¿A dónde piensas ir? - le preguntó su padre entrando a la habitación. - Tengo que salir - respondió Adrien con el mismo tono que Gabriel había usado con él.

- No saldrás, no son horas de que salgas - advirtió. - Como Chat Noir puedo entenderlo, pero sigues siendo mi hijo, debes obedecer -

Adrien negó. - No pienso seguir más órdenes. Me cansé de estar encerrado, de estar alejado de todos. Perdiste todo el derecho sobre mí al convertirte en Hawk Moth, no merezco tener a alguien como tú en mi vida -

- Plagga, las garras - y en un instante se convirtió en Chat Noir. Gabriel lo contemplaba en silencio, con semblante indescifrable. Cómo si necesitara confirmar con sus propios ojos lo que Adrien le había confesado minutos antes.

Él era Chat Noir. Su propio hijo. E irónicamente, su enemigo.

El rubio extendió su vara y salió de la habitación junto a Wayzz, dejando a su padre en soledad.

Un rato después, ya con las estrellas asomándose en el cielo parisino, Chat Noir recorría los tejados, sintiéndose completamente bien. Estaba curado.

Le encantaba sentir esa sensación de plenitud por todo su cuerpo. El primer paso en su plan nocturno, fue visitar al maestro Fu. Ya recuperado totalmente, podía hacer e ir a dónde quisiera.

Y el segundo paso, tenía nombre. Marinette.

De tejado en tejado, llegó a unos metros de la casa de Marinette, con el corazón totalmente vuelto loco.

La vería después de una semana. No era tanto tiempo, pero él lo sentía así. Pues eran tantas las cosas que quería decirle. Y tantas las ganas de abrazarla .

Aguardando unos minutos más, sus verdes se iluminaron al ver cómo se encendían las luces de la terraza de ella. Cómo si una alarma se hubiera encendido en él.

Y sintió sus manos sudar poco a poco al verla salir y recargarse en la baranda como acostumbraba. Vamos, Adrien. Puedes hacerlo, es Marinette. Ya has hecho esto antes. Se obligó a pensar.

Intentó dar un paso y los nervios lo traicionaron, arrepintiéndose al instante. - Rayos, rayos, rayos - dejó escapar aire con pesadez. - Es Marinette, sólo es tu lady. Tranquilo, probablemente y ella te esté esperando - se decía.

- Si, de seguro quiere verte. Vamos, Adrien o creerá que eres un cobarde y no quieres eso - se repitió.

Dió un paso más, de nueva cuenta deteniéndose. - Olvidaste la rosa, Adrien - se recriminó dándose un golpe en la frente. Después de una búsqueda rápida por algún jardín de la ciudad, encontró dos rosas.

Llegando por detrás, quiso sorprenderla. - Tardaste mucho en llegar, ¿No crees? - preguntó ella sin mirarlo. El nerviosismo se apoderó de él. - Tú... ¿Tú me viste? - preguntó manteniendo las rosas alejadas de ella.

Marinette volteó con suavidad y se cruzó de brazos con una pequeña sonrisa en su rostro. Él sonrió con ternura al notar el leve rubor en las mejillas de ella.

Nuevas BatallasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora