Capítulo 44: "Victoria"

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Un día había pasado desde el inesperado viaje de Marinette a Londres junto a Carlos y su madre para el lanzamiento de la colección allá. Sobra decir que la sorpresa fue muy evidente en muchos de sus amigos, pero sobre todo en Adrien. Con la ayuda de Kaalki, Marinette hizo posible su viaje, manteniéndose al tanto de las noticias de París por la aparición de un nuevo akuma y abriendo un portal por si había que salvar su ciudad. Carlos había dejado ya la ciudad de París después de un maravilloso fin de semana. Andrea y él habían terminado su estadía después del lanzamiento y después de Londres regresarían a Milán. Marinette se fue junto a ellos el lunes en la mañana y la hermosa mañana inglesa del martes se hacía presente.

Como era de esperarse, Hawk Moth no descansa. Rápidamente hizo a París víctima de su primer akuma en el día. Después de unos minutos de batalla, Ladybug y Chat Noir lograron salvar el día. Chocaron puños y cada quien se fue por su lado. Marinette emprendió su regreso a Londres sin ser vista y todo continuó con normalidad. – Garras fuera – dijo el rubio en voz alta escondido en un callejón, el resplandor verde dejó ver a Adrien nuevamente. – Estas batallas me debilitan – dijo Plagga con pesar. Adrien le lanzó al aire un trozo de su ansiado queso. – Oye Plagga, ¿no notaste a Ladybug algo extraña? – preguntó mientras salía del callejón.

Plagga se escondió en su camisa. – Es como si le urgiera irse – continuó Adrien. – Quizás tenía algo que hacer – dijo Plagga con simplicidad para no preocupar al chico. Adrien se dirigió a la escuela, llegando puntualmente como siempre para la clase. Volteó con algo de pesar al lugar de Marinette. Vacío. Ella no estaba y tenía que admitirlo: la extrañaba. Desde la noche del sábado en el jardín, ella ocupaba su mente completamente, consolando de cierto modo su ausencia al recordarla. Pero había que ser positivos, ella regresaba en dos días. El día continuó con normalidad hasta llegar la hora de salida, cómo salió un poco más temprano de lo usual, Adrien quiso ir a dar una vuelta antes de que Gorila llegara por él.

Caminó por algunas de las calles de París con el objetivo de llegar al parque. Algo un tanto extraño lo hizo ponerse en alerta. Era como si escuchara a alguien correr por la acera. Salió un momento de su trance de distracción. – Me pasé una calle del parque – dijo mirando la señal en la esquina de la calle. Negó para sí mismo cuando miró a una chica correr por la otra acera, quizás no estaba tan loco. – Sabía que escuché algo – se dirigió al callejón más cercano y el resplandor verde lo cubrió otra vez, dejando ver a Chat Noir. Comenzó a correr por los tejados, por lo que alcanzaba a ver, iba en persecución de una chica rubia, aparentemente de su misma edad.

Se detuvo frente a ella y la chica chocó contra él, cayendo finalmente al suelo. La chica se sobaba la cabeza. Chat Noir se cruzó de brazos. - ¿Nadie te dijo que esta no es una pista de carreras? – preguntó él sarcástico. La chica se levantó. Chat Noir la miró con algo de sorpresa, pues una sensación extraña lo invadió al verla. No había que negarlo, era linda. Rubia de ojos azul verdoso, llevaba puesto un pantalón color beige y una blusa color rosa con un pequeño listón blanco y una diadema en su cabello, el cual llegaba a sus hombros. – ¡Chat Noir! – dijo la chica con algo de emoción y nervios al mismo tiempo. El chico arqueó una ceja. - ¿Por qué corrías así? ¿No crees que pudiste causar un accidente? – preguntó con algo de molestia.

L-lo siento es que no... mi-ra-ba por dónde iba – respondió con nervios. - ¿Te he visto antes? – preguntó él, pues ciertamente había algo familiar en ella. Ella negó haciendo ademanes con las manos. – Pa-para nada – respondió. Él la observó sin creerle del todo. – Bueno, me-me tengo que ir – dijo ella pasando por un lado de él. - ¿Cómo te llamas? – preguntó el chico. – Y-yo... me-me llamó – dijo volteando hacia todos lados, cosa que el chico notó. – Me llamo – la vista de la chica se fijó en la señal de la acera. - ¡Victoria! Si, Victoria – dijo algo nerviosa. Ciertamente esa chica era extraña, el rubio se dio cuenta del señalamiento en la calle. – Qué casualidad, te llamas Victoria, igual que la calle en la que estamos ahora. ¿No es extraño? – preguntó algo sarcástico. La chica alzó los hombros. – Casualidades de la vida – dijo un poco seria al sentirse tan atacada por el chico.

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