¿Quien eres?

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Sin más, Robin abre la puerta y entra en el silencio.

Espero unos segundos que parecen eternos, pero no hay señales de vida. Solo el sonido de mi respiración entrecortada, entonces, el sonido de un golpe me sobresalta, y tomo eso como una señal para salir a la azotea de una vez por todas.

Respiro profundo, saboreando ese oportuno sentimiento de adrenalina pura que me había abandona hace unos minutos, luego salgo por la puerta de manera silenciosa. Una vez afuera, el aire frío me congela la nariz, y el aire caliente que exhalo forma una pequeña nube de vapor cuando lo dejo ir. Hay un pequeño rayo de claridad que se extiende desde el fondo del paisaje, adornándolo de tonalidades claras. Pero además de uno que otro pájaro, no se encuentra ni un alma. En el centro de la azotea, hay una pistola junto con una nota. Me acerco y agarro primero esa pequeña hoja de papel.

"ni los ángeles allá arriba, en el cielo
ni los demonios bajo el mar
podrán nunca separar mi alma del alma
de la hermosa Annabel Lee"

Es el poema de Edgar Allan Poe, el poema que Vicent decía que era mío, y yo le respondía que no era así, porque mi nombre terminaba con doble "L" y e, y la del poema no. Quienquiera que puso el poema aquí quería desconcentrarme.

De pronto, siento como algo se mueve detrás mío, así que sin pensarlo dos veces agarro la pistola que s encuentra en el suelo, y apuntó a la fuente de sonido, pero no hay nada.

— Sal de donde quiera que estes, y tal vez no te haga daño.

Doy vuelta lentamente sobre mis talones, buscando con la mirada algún indicio de que haya otra persona. Pero no hay nada.

— Aw, casi suena como si te importara. — comenta una voz a mis espaldas. La voz es seca, oscura y profunda, casi suena como la hubiesen sacado del mismo infierno y puesto a una máquina, puesto a que suena como si algo obstruyera su boca al hablar.

Me vuelvo lentamente, un poco asustada de lo que vaya a encontrar. El dueño de la voz es un hombre, probablemente en sus 30. Alto y musculoso vestido con un traje negro con toques plateados como el metal, y un casco que cubre toda su cabeza. Sin pensarlo dos veces levanto la pistola y le apuntó, el saca su arma pistola también. Empieza a acercarse a mi, así que yo hago lo mismo.

Es más bajo que el señor Luthor, y más delgado que el general Jones. No puede ser Vincent, ni Aidan, ya que es más ancho que ambos.

— Se supone que estas muerta, aún así, aquí estás

— ¿Quien eres? — preguntó, estamos tan cerca que puedo ver mi reflejo en su casco

— Supongo que tendré que arreglar ese estado. — ignora mi pregunta.

Aprieto el gatillo, pero la bala no sale de la pistola, vuelvo a apretarlo, pero nada. La pistola no está cargada.

»¿Es enserio, que esperaba?

El hombre intenta golpearme y yo lo esquivo, mientras me guardo la pistola en el pantalón. Tiro una parada giradora que el esquiva con facilidad, y luego lanzó otra patada que él bloquea. Lanzó un puño, pero en el trayecto que hace mi mano el la detiene, y me patea en la pierna, haciendo que me duela instantáneamente. Me le quedo viendo a el lugar donde están sus ojos detrás de su casco, intentando descifrar la identidad de mi contrincante.

La pelea continúa, cada uno sube un poco más la apuesta, y el otro la sobre pasa. Yo pateo, el esquiva, el hace una llave y yo la escapó, yo golpeó y el golpea con más fuerza. Quienquiera que esa esté hombre, pelear contra él es como pelear contra un espejo; claro, si el espejo fuera dos cabezas más altas que yo y fuera hombre.

Stronger | Damian WayneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora