Mansion

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Me siento en mi camilla de hospital y miro a mi alrededor. Este lugar ha sido lo más parecido a un hogar durante las últimas cuatro semanas de mi recuperación, y siento un poco de nostalgia al saber que, si todo sale como espero, no tendré que volver aquí en un largo tiempo.

Hace aproximadamente dos meses empezó todo, hace dos meses mi vida cambió por completo. Es increíble como todo puede cambiar de la noche a la mañana.

— ¡Aquí estas! — exclama Agnes, desde la puerta — ¿Que haces aquí? Te están esperando en la recepción.

— Me escondo.

— Eso pensé.

La mujer se sienta a mi lado, provocando que el delgado colchón se hunda por el peso.

— Ya es hora — dice, sacudiendo cariñosamente mi hombro con su mano. — Tu nueva vida inicia hoy.

— No si lo hecho a perder.

— No lo harás, yo confío en ti.

— Tal vez tienes razón — digo con un suspiro. Me levanto de la camilla y me acomodo el pantalón. — Ya es hora de irme, a fin de cuentas, pase lo de pase, mi nueva vida inicia hoy.

— Así es.

Sin decir más, me dirijo a la puerta. Camino por el pasillo blanco, entro al elevador y este arranca con un estruendo, justo como lo había hecho hace seis semanas. Las puertas se abren lentamente, y me dirijo hacia la recepción. Me detengo a unos metros de distancia, y aprovechando que aún no me han visto, analizo al hombre que se encuentra ahí.

No es como me lo esperaba. Me imaginaba a un hombre joven y atractivo que se viera y actuará como un millón de dólares, en cambio, es un hombre viejo, probablemente en sus setentas, con cabello blanco como la nieve, alto y delgado.

Me armo de valor, y camino últimos pasos que me separan a mi y a mi futuro. Cuando me acerco lo suficiente, uno de los oficiales de policía se interpone entre el señor Wayne y yo con una mano en el arma, listo para disparar en caso de una amenaza, o mejor dicho, en caso de que me convierta en una amenaza.

Ruedo mis ojos.

— No... está bien. — el oficial vuelve a su posición inicial, dejándome ver de cerca al señor Wayne. — Muy buenos días, señorita Lee.

— Buenos días, señor Wayne.

El hombre sonríe.

— No soy el señor Wayne, soy Alfred, su mayordomo— ¡oh, genial!ya eche a perder la primera impresión— El Amo Bruce lamenta no poder presentarse, pero tuvo una emergencia que debió atender.

— Está bien.

— Bien, creo que deberíamos irnos ya.

Nos habríamos paso hacia la puerta principal y salimos al parqueo. Caminamos por las filas de carros, pasamos toyotas, hondas, y marcas de carros que ni siquiera reconozco, hasta que se detuvo frente de un hermoso carro negro.

— Suba.

Entro en el carro. Sus asientos son de cuero fino y sus acabados son color negro y gris. El hombre, Alfred enciende el auto, y este responde con un rugido. Y como si nada, como si tener un auto de alta gama fuera de lo más normal, empieza a manejar.

El trayecto es tranquilo, silencioso, pero para nada incómodo, Alfred parece tener un don para hacer a las personas sentirse conformes. Luego de un rato empezó a hablar más. Me comentó un poco sobre el trabajo del señor Wayne, y el hecho de que es CEO y dueño de una empresa ultra-millonaria. También me explico un poco sobre cómo me van a proteger, ya que la mansión, dijo, es uno de los lugares más seguros que conoce.

Stronger | Damian WayneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora