AMPM

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Procuro hacer equilibrio mientras camino con dos platos llenos de comida en cada brazo. Cuando llegó a la mesa, los entregó uno por uno.

— Disfruten su comida — digo con una sonrisa.

Ninguno de las personas contesta, y podría jurar que una de ellas rodó los ojos con hastío. Empiezo a caminar al mostrador nuevamente, recogiendo lo poco de dignidad que me queda.

Recojo más platos y se los entrego a una pareja sentada al fondo del local, luego atiendo a una pequeña familia y tomó su pedido.

Mis pies me duelen terriblemente por los zapatos: unos zapatos tipo muñeca negros que son parte de uniforme. Curiosamente no me sentía cansada, más bien, las risas de los clientes y la vivacidad de Gotham a esta hora me llena de energía. Es increíble cómo está ciudad no duerme.

Le entrego la comida a la familia, y a la niña le doy una paleta roja. Los padres me agradecen y yo sigo con mi trabajo. Entonces, una disimulada campana suena, dándome a avisar que ya termino mi turno.

Me dirijo a la cocina y paso directamente hacia los casilleros. Saco mi bolso y me dirijo a los vestidores a cambiarme. Cuando salgo del vestidor, me percato que el una de las cocineras que reconozco como Beth, está fumando un cigarro con total conformidad. Es una mujer alta y gruesa, llena de tatuajes y el cabello rubio cortado hasta los hombros, una nariz grande que contrasta con sus ojos azules. Su uniforme era muy diferente al mío, ya que el de ella son una camisa y un pantalón blanco y yo uso un vestido verde. Beth es muy similar a Jason, ya que hablan de forma grotesca y grosera, pero ninguno tiene intención de ofender a nadie ( no la mitad del tiempo) solo que ellos son así.

— Es increíble como vuela el tiempo.

— Claro — se ríe amargamente — Muy pronto te darás cuenta que las alas del maldito  se van acortando hasta que se convierten en alas de pingüino.

— Los pingüinos no vuelan.

— Exacto — vuelve a reírse con amargura, y exhala una nube gris por su boca

— El cigarro mata, Beth.

— También lo hace tu preciado tiempo.

— Eso es amargo.

— Eso es la puta vida. — ruedo mis ojos aunque tengo una sonrisa en mi cara y empiezo a caminar hacia el pasillo de la salida — ¡Disfruta! Se acabará antes de que te des cuenta. — farfulla, y aún sigue hablando cuando su voz se pierde entre el eco de las paredes.

Beth tiene un sentido del humor bastante oscuro, y es alguien con una honestidad brutal; pero me agrada, no es como esas personas falsas con una sonrisa cosida en la boca.
Camino por el pasillo. Las pisadas resuenan en el suelo de madera hueca, y probablemente podrida.

— ¡Anna! — grita el señor Wong desde su despacho — Espera.

Lo espero, él sale de su pequeño e increíblemente desordenado despacho, lleno de papeles, recetas y cuentas por todos lados.

— Este fue tu primer mes aquí, y has hecho un increíble trabajo. — me asusto, debido a que eso suena a un discurso de despido — ¡No te asustes, no te voy a despedir! Solo quería darte tu paga este mes, y felicitarte por tu buen trabajo.

— Oh... genial.

— Esa cara que hiciste... — se ríe — ¡Ay Anna! Eres un libro abierto. De cualquier forma, aqui está — me entrega un sobre amarillo. Lo abro y lo cuento por encima.

— Señor Wong... aquí hay de más... — empiezo a alegar, pero él me detiene.

— No, no, no. Para lo de tu madre — me recuerda, y yo asiento co un nudo en el estómago.

Stronger | Damian WayneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora